lo dejé sobre una roca junto al mar
y desnuda llegué hasta ti y parecía una mujer.
Y como mujer me senté a tu mesa
y brindé con vino y aspiré el aroma de unas rosas.
Me encontraste bella y semejante a alguien que en sueños viste,
olvidé todo, olvidé mi infancia y mi patria,
sólo sabía que tus caricias me tenían cautiva.
Y tú, sonriendo, tomaste un espejo y dijiste que me mirara.
Vi que mis hombros estaban hechos de polvo y se desmoronaban,
vi que mi belleza estaba enferma y ahora sólo quería desaparecer.
Oh, aférrame entre tus brazos, tan fuertemente
que ya no necesite nada más.
Edith Södergran
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4 comentarios:
Saludos desde Dover
Me ha encantado tu blog. Saludos de una mademoiselle desconocida que pasaba por aquí. Mua!
No conocía esta belleza de poema.
Eres un tesoro!
:)
Jo, precioso :)
Un abrazo,
Mac
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