domingo, 29 de marzo de 2009

Un sinfín de no sé qué. - 29/ 03/2.009

En Castellón hay un señor con permanente cara de pocos amigos y gran papada que sale a menudo en los periódicos. Lo que más recordarán ustedes, sin embargo, es que siempre lleva gafas negras esté donde esté, en un interior o en el exterior, sea de radiante día o de tenebrosa noche. Lo cierto es que estamos hartos de encontrárnoslo en la prensa y nunca le hemos visto la mirada. A menos que tenga unos ojos muy delicados o hirientemente bizcos o padezca fotofobia, la impresión que da es que por nada del mundo quiere que conozcamos eso, su mirada. O tal vez carezca de ella, es posible: hay personas que, aun con ojos, es como si no los tuvieran, porque éstos jamás miran de frente o son inexpresivos, velados o sosos hasta hacerse impenetrables, o anularse.

El individuo en cuestión, no obstante, tiene nombre y cargo: se llama Carlos Fabra y es el Presidente de la Diputación de Castellón y un pez gordo del Partido Popular. Suele aparecer en los diarios asociado principalmente a dineros inexplicables o inexplicados. No he seguido con atención sus aparentes turbiedades, pero, puesto que no está entre rejas ni ha sido destituido, sino que mantiene su flamante poder y con ostentación lo ejerce en su feudo, supongo que nunca se han hallado pruebas de que haya cometido delitos ni irregularidades. Indicios sí parece haber, dada la reiteración de su presencia, pero la cosa no debe de haber llegado más lejos. Hace unas semanas volvimos a toparnos con su cara de pocos amigos y su gran papada y sus gafas. Lo de “pocos amigos” es, desde luego, la conocida expresión figurada, porque sin duda los adquiere a patadas, a tenor de la grabación que ha emitido la SER. En ella se lo oye hablar desenfadada y jactanciosamente con un miembro de su partido, poco antes de las últimas elecciones municipales. “Ni sé la cantidad de gente que habré colocado en doce años”, afirma ufano. Y cita, entre las entidades en las que ha “colocado” a tantos, la propia Diputación, en la que tiene contratados a más de treinta “asesores”, el Hospital Provincial, el Instituto de Promoción Cerámica (sic), la Escuela Taurina (sic), el complejo socioeducativo (?) de Penyeta Roja y el Puerto de Castellón. Y añade que en esos y otros sitios tan necesarios y fundamentales, se puede “colocar a un sinfín de gente, asesores, secretarios, directores generales, subdirectores, subsecretarios, asesores de los consejeros, directores territoriales, secretarias de no sé qué… Y toda esa gente es un voto cautivo. Ese es un voto cautivo, que lo tengáis muy claro”. A continuación pone un ejemplo, “una tontería”: “Madre que quiere entrar en el colegio de la Consolación de Burriana”. (Como habla un poco en plan indio, no se entiende si la madre quiere meter a su vástago o si es ella la que ansía ir a la escuela.) “Está muy difícil”, prosigue Fabra. “No hace falta, Fabra llama a Baila y Baila mete en ese colegio y esa señora es un voto agradecido”. (Algo más sabemos ahora del hombre sin mirada: que se refiere a sí mismo en tercera persona, como algunos futbolistas y folklóricas, no precisamente los más listos. En cuanto a “Baila”, explica María Fabra en su crónica de este diario, se trata del entonces Director Territorial de Educación en Castellón y ahora Director General de Centros Docentes de la Generalitat Valenciana.)

Lo primero que uno se pregunta es por qué ese Baila no dejó entrar a la primera a la madre, si valían ella o su vástago, y se responde que porque no se lo había ordenado aún Fabra, que controla hasta las tonterías. Lo del voto agradecido o cautivo se explica por sí solo, lo único es que suena mucho a caciquismo y a tráfico de influencias. Pero de esta conversación tan iluminadora lo decisivo es la expresión “secretarias de no sé qué”, al final de una retahíla (“un sinfín”) de cargos semiimaginarios. Yo estoy convencido de que Fabra no es el único político español –en modo alguno– que “coloca” a gente superflua sin ton ni son, tan sólo para contentarla y darle un sueldo por figurar y asegurarse su voto futuro. Es más, se hace preciso saber cuántas personas innecesarias están así sufragadas por el Estado (que incluye Comunidades, Ayuntamientos y Diputaciones) y por qué éste mantiene con los impuestos de todos a una parte privilegiada de la población que no sirve para nada. ¿“Asesores de los consejeros”? Me imagino que también habrá consejeros de los asesores, y asesores de los subdirectores, y consejeros de los subsecretarios, y secretarias “de no sé qué” para cada uno de ellos, en Castellón y en otras partes. Las palabras un poco sioux de Fabra son mucho más importantes de lo que parecen en primera instancia. Lo que revelan es que el Estado no nos brinda a los ciudadanos lo que necesitamos y basta, sino que utiliza nuestro dinero para crearles empleos fantasmales a unos cuantos –“a un sinfín”, a todas luces–, que maldita la falta que nos hacen. No sé lo que les parece a ustedes, pero yo lo veo como una monumental estafa, me ponga o no las gafas negras, que al fin y al cabo también tengo.

JAVIER MARÍAS

El País Semanal, 29 de marzo de 2009

martes, 24 de marzo de 2009

APReverte - Palabras de honor.



Hubo un tiempo en que los chicos nos pegábamos a la salida del colegio porque, durante el recreo, alguien había puesto en duda nuestra palabra de honor. En aquella época, más ingenua que ésta, de cine con bolsa de pipas, de tebeos del Guerrero del Antifaz, de libros de la colección Historias o Cadete Juvenil –Con el corazón y la espada, Ivanhoe, Quintín Durward, El talismán y cosas por el estilo–, de reyes magos que traían la espada del Cisne Negro, poner el honor como aval de esto o lo otro era un argumento al que algunos recurríamos con cierta soltura. Quizá porque también oíamos esa palabra en boca de nuestros mayores. En cualquier caso, con esa recta honradez que suelen tener los muchachos mientras no crecen y la pierden, algunos solíamos llevar el asunto hasta las últimas consecuencias. Eso solía zanjarse más tarde, fuera de clase para no incurrir en indisciplinas punibles por el hermano Severiano, o su homólogo de turno según el lugar y las circunstancias. Resumiendo: círculo de compañeros, carteras en el suelo, puños y allá cada cual. Zaca, zaca. A veces, al acabar, nos dábamos la mano. A veces, no. De cualquier modo, como digo, eran otros tiempos. Hoy le hablas a un chico de honor y lo más probable es que te mire como si acabaras de fumarte algo espeso. Como mucho, si mencionas esa palabra –«Cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo», dice el DRAE– algunos pensarán en rancios lances de capa y espada, en talibanes fanáticos que lapidan a su hija porque se niega a usar burka, o en esa gentuza que de vez en cuando aparece en el telediario diciendo: «Prometo por mi honor cumplir los deberes de mi cargo», etcétera. No hay nada más eficaz para corromper la palabra honor que ponerla en boca de un político: una ministra de Educación, un ministro de Economía, un presidente de Gobierno. Pasados, presentes o futuros, todos ellos, sean cuales fueren sus partidos e ideologías. Igualados en la misma desvergüenza.

Pero no sólo se trata de políticos, ni de jóvenes. Cada sociedad, en cada momento, es lo honorable que llega a ser el conjunto de sus individuos. Las menudas honras, que decían los clásicos cuando ambas palabras, honra y honor, andaban emparentadas, y no siempre para bien. Muchas son las infamias que en todo tiempo se cometieron en nombre de una y otra, como sigue ocurriendo. No hay palabra, por noble que sea, que no deje una larga estela de canalladas perpetradas al socaire. Sin embargo, pese a todo eso y a la lucidez obligada del siglo en que vivimos, a veces lamentas no encontrar con más frecuencia a gente en la que el honor sea algo más que una fórmula equívoca o un recurso demagógico, vacío de sentido. A fin de cuentas, la propia estima, los «deberes respecto del prójimo y de uno mismo», también ayudan a conseguir un mundo mejor y más justo. O a soportar el que tenemos.

Recuerdo una historieta personal que viene al pelo. Ocurrió hace casi treinta años, cuando yo conducía por una carretera del sur de España. Adelanté frente a un cambio de rasante, con el espacio justo para ponerme a la derecha sólo unos palmos antes de la línea continua. En ese momento, una pareja de motoristas de la Guardia Civil coronaba la rasante; y el primero de ellos, creyendo desde su posición lejana que yo había pisado la línea, hizo gestos enérgicos para que detuviese el coche. Paré en el arcén, seguro de que no había llegado a infringir las normas. Se acercó un picoleto joven, corpulento, hosco. Ha pisado usted tal y cual, dijo. Me bastó echarle un vistazo a su cara para comprender que de nada servía discutir. «¿Quién está al mando?», pregunté con mucha corrección. Me miró, desconcertado. «El cabo», respondió, señalando al compañero que había estacionado la Sanglas al otro lado de la carretera. Salí del coche, crucé el asfalto y me acerqué al cabo. Era veterano, bigotudo. «Pagaré la multa con mucho gusto», dije. «Sólo quiero pedirle que antes me permita hacerle una pregunta.» Me miraba el guardia suspicaz, sin duda preguntándose a dónde quería ir a parar aquel fulano redicho que tenía delante. «¿Me da usted su palabra de honor –proseguí– de que me ha visto pisar la línea continua?» Me estudió un rato largo, sin abrir la boca. Al cabo hizo un seco ademán con la cabeza. «Puede irse», respondió. Entonces fui yo quien se lo quedó mirando. «Gracias», dije. Le tendí la mano y él, tras una brevísima vacilación, me la estrechó. Di media vuelta, subí a mi coche y me fui de allí. Fin de la historia.

Y ahora intenten imaginar hoy una situación parecida. «¿Me da usted su palabra de honor, señor guardia?» El motorista revolcándose de risa por el arcén, con el casco puesto. Y luego, con toda la razón del mundo, haciéndome soplar en el alcoholímetro y calzándome tres multas: una por pisar la continua, otra por ir mamado y otra por gilipollas.

XLSemanal, 29 de marzo de 2009


Sin honor no somos nada. El honor es como un pilar, una viga maestra, un cimiento duro que evita torcer el rumbo y el gesto.
Sin honor...¿a qué mirarse en un espejo?

sábado, 21 de marzo de 2009

1.000 abrazos.



Mi alma se fundirá en mil abrazos
pero no mitigará nada mi dolor,
ahora sé que moriré de amor
y sólo quiero morir en tus brazos.

Las venas lunares de un corazón en pedazos
se hunden entre nosotros sin aliento
y el pelo que nos descubre con el viento
helará por siempre nuestros cuatro brazos.

Para esta cicatriz, mi extensa herida
sólo hay una cura transitoria
un chorro de sangre de vida
que me devuelva la memoria
ante una existencia perdida
sin amor, besos, ni historia.




viernes, 20 de marzo de 2009

Pensar que una lágrima
en un mar oscuro cabe,
es saberse llevado,
por los confines celosos
de la amiga eterna.

Primera vista,
segunda intención...
todo se desenvuelve como retirado de los perfumes
más emocionantes
entre el "sin embargo" y el "quizás",
todo,
pero todo, todo
lo eres tú.

jueves, 19 de marzo de 2009

Y toda una vida
se transformó en soledad.


Cada arteria, cada milímetro de carne
fue piedra y sal...



Y por un momento se sintió vivo
al cantarle, un pájaro, al oido...

miércoles, 18 de marzo de 2009

El Dr. Frankenstein conoce a Igor...risas aseguradas!

Para reirse un rato, qué mejor que una de las mejores comedias de la historia del cine. En mi humilde opinión.



muajajajajajajaja!!!!!!!!!!

martes, 17 de marzo de 2009

"Cuando deba Dormir." - Emily Brontë.


Oh, En la hora en la que deba dormir,
Lo haré sin identidad,
Y ya no me importará cómo cae la lluvia,
O si la nieve cubre mis pies.
El cielo no promete salvajes deseos,
Podrán cumplirse, acaso la mitad.
El infierno y sus amenazas,
Con sus inextinguibles brasas
Jamás someterá esta voluntad.

Por lo tanto digo, repitiendo lo mismo,
Todavía, y hasta que muera lo diré:
Tres Dioses dentro de este pequeño marco
Guerrean día y noche.
El Cielo no los mantendrá a todos, sin embargo
Ellos se aferran a mí;
Y míos serán hasta que el olvido
Cubra el resto de mi ser.

Oh, cuando el Tiempo busque mi pecho para soñar,
Todas las batallas concluirán!
Pues llegará el día en el que deba reposar,
Y este sufrimiento ya no me atormentará.

lunes, 16 de marzo de 2009

Where have all the cowboys gone - Paula Cole


Una de esas canciones que llevan años (unos...mmm..11) rondándome por la cabeza cada cierto tiempo.
Maravillosa.




Oh you get me ready in your '56 Chevy
Why don't we go sit down in the shade?
Take shelter on my front porch, watch
The dandelion sun scorched
Would you like a glass of cold lemonade?

I will do the laundry if you
pay all the bills...

Estribillo:
Where is my John Wayne?
Where is my prairie son?
Where is my happy ending?
Where have all the cowboys gone?

Why don't you stay the evening,
Kick back and watch the TV?
And I'll fix us a little something to eat.
Oh I know your back hurts from
the working on the tractor,
how d'you take you coffee my
sweet?

I will raise the children if
you pay all the bills


I am wearing my new dress tonight
But you don't even merch,
But you don't even notice me
Saying our goodbyes (x 3)

We finally sold the Chevy
When we had another baby
And you took the job in Tennessee
You met friends at the farm and
You joined them at the bar
Almost every single day of the week


I will wash the dishes while
you go have a beer...

Where is my Marlboro Man?
Where is his shiny gun?
Where is my Lonely Ranger?
Where have all the cowboys gone?

Yippee yaw, yippee yeah
Yippee yaw, yippee yeah,
Yippee yaw, yippee yeah,
oh yippee yeah!

domingo, 15 de marzo de 2009

"La piel fría" A.S.Piñol.

La piel fría es la mejor novela en la historia de la ciencia-ficción española, un clásico. Y lo digo como lo siento. Ya está.
Albert Sánchez Piñol (1965), escribió La pell freda, en catalán, en 2002 y fuetraducida al castellano al año siguiente, provocando rápidas adhesiones y corriendo el boca a boca por los mentideros de la crítica literaria española. Recibió el Premio Ojo Crítico de Narrativa y despertó el interés de las editoriales extranjeras, de tal modo que se convirtió en una de las novelas modernas escritas en catalán traducidas a un mayor número de idiomas.

La piel fría ahonda en profundidades inaccesibles para otros autores, algo constatable desde el primer párrafo. Novela circular de construcción perfecta, su argumento se resume en una sola línea: dos hombres encerrados en un faro se defienden, noche tras noche, del asedio al que lo someten unas criaturas submarinas. Como en las grandes novelas de las que se nutre, su esencia reside en el proceso mental de los personajes, sus relaciones, directas y con el entorno, y su manera de afrontar y entender la realidad de la situación en que están inmersos. En superficie, La piel fría retrotrae a la corriente decimonónica de la novela de aventuras, flirtea con los géneros de misterio y terror y sustenta su desarrollo en uno de los temas recurrentes de la ciencia-ficción, el de la especie inteligente ajena e incomprensible para el hombre. El autor crea a los extraños citauca (no es el único juego nominal) y sus comportamientos desde referentes bien conocidos como Lovecraft y Hodgson, y encuentra la inspiración (en algunos puntos intertextualidad) en la obra maestra de Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas, para configurar un apasionante estudio que indaga en la polisemia de la actitud humana y el relativismo del comportamiento moral.

Piñol maneja una prosa clara, adictiva, universal, rica en metáforas que buscan, junto al texto, la bipolaridad del sentimiento y el hacer humanos. Así, el interior se contrapone al exterior, el presente al pasado y el raciocinio a la pasión en una historia de carácter cíclico en la que se evidencia que por mucho que cambie el hombre a través de las generaciones, siempre seguirá sujeto a las mismas pautas, a los mismos deseos atávicos. Y es que de eso trata en realidad esta apasionante alegoría cuya trama se devora de forma enfermiza y cuyo contenido oculto invita al lector a buscar la condición humana en el otro.

El autor ha declarado su intención de alertar con esta obra sobre el peligro que representa la falsaria costumbre actual de animalizar la imagen del enemigo y presentarlo como una bestia carente de condición humana. Ha utilizado un escaso número de herramientas: una amenaza incomprensible, dos hombres de distinta formación, un tesoro a defender y una isla que permanecerá en el recuerdo del lector para siempre.

En la contracubierta se la vincula con nombres tan relevantes como Conrad, Poe o Stevenson... Él mismo dice:

La verdad es que tan solo me quedo con Conrad. Respecto a los otros autores que citas, creo que habría que hablar más de coincidencias que de influencias. Otros autores que me han influido mucho, muchísimo —al menos en las temáticas— son Buzzati y Coetzee. Pero mi tríada de favoritos son Henry Miller, Lévi-Strauss y Ernst Jünger. ¿Te los imaginas encerrados en una habitación sin ventanas? Seguro que acababan a tortas…” “Si hablamos del siglo XX, me quedo con esa estrella solitaria: Kafka.(…) Kafka es un borrón de la Creación”.


Pandora en el Congo, su siguiente novela, sigue una trama en esencia parecida, pero igualmente disfrutable. A finales de mes se publica en Español 13 tristes trances, una colección de cuentos que me tienen nerviosito.

Blanquear verdugos - 15 / 03 / 2.009

Ya lo dijo Azaña hace mucho tiempo, en una cita bien conocida que sin embargo vale la pena reiterar sin cansancio: “Si el héroe o genio no tomó la precaución de marcharse de la tierra sin dejar huella, está, además, expuestísimo a que se le zarandee el esqueleto. En España, lo primero que se hace con los hombres ilustres es desenterrarlos. Del cadáver con pretensiones de celebridad que no ha sido ‘reivindicado’ alguna vez, bien se puede creer que usurpa su fama. La manía de la exhumación sopla por ráfagas, como la del suicidio o el desafío. Hace años, no dejábamos a nadie yacer tranquilo, hubo un ir y venir de ataúdes y un trasiego de huesos que apestaba”. Estas palabras no librarán al propio Azaña de correr, el año próximo, cuando se cumplan setenta de su muerte en el exilio, el riesgo que denunciaba. Se alzarán voces hipócritas y poco respetuosas reclamando que se traiga su cadáver a España, que se le rindan honores como antiguo Presidente de la República y escritor de valía, y que se le dé una sepultura más pomposa que la que tuvo y tiene en Montauban, donde descansa desde 1940 bajo una bandera… mexicana.

Acaba de ocurrir con Antonio Machado, los setenta años de cuya muerte en Collioure, al otro lado de la frontera, ya se han cumplido. Periódicamente se habla, asimismo, de sacar a García Lorca de su fosa común y organizarle unos funerales de Estado o poco menos; en todo caso, de erigirle una especie de mausoleo para deleite de los turistas político-culturales, que acudirían en peregrinación a sentirse “solidarios” y emocionarse, y así convencerse de lo “majos” que son, y para provecho crematístico de la afortunada ciudad que acogiera sus huesos, la cual no dudaría en montar una pequeña industria en torno al eximio mártir “recuperado”. También le tocará su turno a Cernuda, quizá en 2013, cuando se conmemore el cincuentenario de su fallecimiento en México: los que aboguen por su traslado a España no tendrán en cuenta su rencor hacia nuestro país, jamás cancelado, ni su poema “Birds in the Night”, a propósito de una placa que el Gobierno francés plantó en la casa londinense en la que “vivieron, bebieron, trabajaron, fornicaron, durante algunas breves semanas tormentosas”, los poetas Rimbaud y Verlaine. “Al acto inaugural asistieron sin duda embajador y alcalde, todos aquellos que fueran enemigos de Verlaine y Rimbaud cuando vivían”. Y el amargo poema concluye así: “¿Oyen los muertos lo que los vivos dicen luego de ellos? Ojalá nada oigan: ha de ser un alivio ese silencio interminable … Pero el silencio allá no evita acá la farsa elogiosa repugnante”. Hace bien poco recurría Vargas Llosa a estos mismos versos para execrar la oportunista iniciativa del Gobierno argentino de repatriar desde Ginebra el esqueleto de Borges, para quedarse con los despojos de quien durante mucho tiempo fue desdeñado por sus compatriotas como “escritor inglés” y hoy es tenido por su mayor gloria nacional literaria. Para quedárselos, es decir: para exhibirlos como ornamento y explotarlos económicamente.

Sin duda las autoridades culturales de hoy, en un rasgo de soberbia ingenua, se creen distintas de sus predecesoras, de las del pasado, cuando, para su desgracia, y como supo Cernuda, son intrínsecamente iguales, independientemente de su color político. ¿O es que acaso no se dan cuenta de que maltratan, en España al menos, a sus escritores mejores contemporáneos, como hicieron los franquistas y demás con los de su tiempo? Cierto que ya no los persiguen ni los matan ni los envían al exilio, pero desde luego no los honran. ¿Cómo se explica, si no, que ni Benet, ni García Hortelano, ni Gil de Biedma (por no mencionar a Julián Marías, pues con él no soy objetivo), obtuvieran jamás un mísero Premio Nacional de los que se han regalado a tantos mediocres? ¿Cómo aún no lo han tenido Eduardo Mendoza ni Pérez-Reverte ni Martínez Sarrión ni Leopoldo María Panero ni Vila-Matas ni Francisco Rico ni Azúa, por citar a algunos “omitidos”? ¿Es que hay tantísimos superiores?

Pero lo principal no es eso. Si se trasladaran a España los cadáveres de Azaña y Machado y Cernuda y se les diera aquí rimbombante sepultura junto con el de García Lorca, se estaría blanqueando a sus verdugos. La gente olvidaría pronto su proveniencia, en estos tiempos desmemoriados que lo serán más cada día, y acabaría creyendo que siempre estuvieron aquí, venerados. A la larga no quedaría rastro de las iniquidades cometidas con ellos, y se los tendría por glorias permanentes e indiscutidas. No se recordaría que, lejos de eso, quienes ostentaron el nombre de España los persiguieron con ensañamiento o los expulsaron de aquí o los asesinaron. Que sigan en Montauban, Collioure, México y una fosa común granadina es, por el contrario, el mayor acto de justicia que puede hacerse con ellos. Y también con sus verdugos.

JAVIER MARÍAS

El País Semanal, 15 de marzo de 2009

sábado, 14 de marzo de 2009

1.000 pruebas




Este querer, amor,
fruto de mil pruebas,
es por ensayo y error,
de selección mutilada,
de verdad y de mentira.
Es amor demostrado,
significativo para mí;
(no para tí, lo sé)...
Es amor purificado,
destilado de mil cepas,
cultivado una vez tras otra,
hasta llegar al fin.
Este amor empírico, mujer,
que fue errado y acertado,
ahora es lo que siempre quise...
en mi parte de la ecuación..

jueves, 12 de marzo de 2009

Maiden en la tierra de Drácula




Aiinnnsss..Mis Maiden. EL grupo que me dió vida y fuerzas durante años. Esperar un nuevo disco, ahorrar para otro viaje a Madrid para verles...fueron gran parte de mi sustento vital; algo muy importante para quien, como yo, tiene sólo endebles alambres entre la tierra y el cielo.

¿Qué habría sido de mí sin ellos...? sin haber leido a Poe, Madame Bovary,Jane Austen, Mann o a Dickens en el momento justo de mirar hacia el abismo???

Sin tanta música, tantas películas, tantos cuadros, tanta historia y tanta, tanta música...Alberich hoy no existiría.

Loados séan los Dioses!!!

martes, 10 de marzo de 2009

Las manos cortadas




Siempre hablé en pasado,
y no fueron los otros
los que ahuyentaron los cuervos del cielo.
Tú lo entiendes.
Como un interludio largo y sagrado,
mordiste la manzana
y te cortaste las manos
para dejarlas bajo mis sábanas...
bajo mis sábanas...

Un vampiro sin nombre,
un muñeco sin alma,
un traidor para mí mismo.
En eso fui reconvertido,
tras la expiación del último pecado
la última norma,
que inflingí, por tí.

Me da igual; te amo.
Viajemos al final de esta noche,
hacia el limbo del tiempo,
de la mano podemos hacerlo,
y lo sabes.
Quitemos las sábanas,
tapémonos los dos,
uno con otro...
y unamos, de nuevo,
las manos a tu cuerpo.

domingo, 8 de marzo de 2009

Antes de la batalla

La Fuerza y el Honor.
Los músculos que mantienen íntegros el corazón de la humanidad, del SER que es ,además, HUMANO.
Que tiene Padre, Madre, Hermanos, y Patria...
La sangre y el agua, en resumen.


"He aquí que veo a mi padre. He aquí que veo a mi madre a mis hermanas y mis hermanos. He aquí que allí veo el linaje de mi pueblo hasta sus principios. Y he aquí que me llaman. Me piden que ocupe mi lugar entre ellos, en los atrios de Valhalla, el lugar donde viven los valientes...para siempre!"




"Películas únicas" - 8/3/2.009

De los muchos libros que ya llevan mi firma, estoy particularmente satisfecho de uno que me debe muy pocas páginas, pero sí la selección y la idea, publicado hace veinte años. Se llamó Cuentos únicos, y era una antología de relatos raros, en su mayoría ingleses, de miedo, y escritos por autores desconocidos: gente que no había pasado ni a la historia menor de la literatura pero que en mi opinión había acertado de lleno una sola vez, y de ahí lo de “únicos”. Escritores ocasionales o malogrados, con una obra insuficiente, en cuanto a calidad, para quedar en la memoria de nadie, pero de los que valía la pena dar a conocer esas pequeñas joyas que por azar habían producido, sin ni siquiera darse cuenta de lo que eran.

Tengo especial simpatía por lo que se hace desde la modestia y la falta de pretensiones, algo que casi ha dejado de existir. Una de las pruebas es que no hay ya película que no se anuncie como “un film de Fulano de Tal”, aunque ese Fulano sea un debutante y no lo conozca nadie. La fórmula estaba reservada a los cineastas muy consagrados (John Ford, Orson Welles o el sobrevalorado Fellini), pero ahora recurre a ella cualquier indocumentado. Y algo parecido ocurre con las novelas. No hay quien presente una novedad sin redoble de tambores y trompeteo, por lo que las decepciones son moneda corriente y rara avis las gratas sorpresas. Hace dos semanas anuncié que, si les parecía, otro día me animaría a recomendar algunas antiguas películas que, sin ser obras maestras, me dejaron un recuerdo indeleble, a veces por una sola escena. A unos cuantos lectores les ha parecido bien, así que aquí van unas pocas así, honradas, modestas y sin pretensiones, con las que sin embargo uno aprendió mucho y disfrutó –según dice siempre Augusto M. Torres– como sólo se hace en las edades de la inocencia. Todo venía –recuerdan– de una cena con Pérez-Reverte y Díaz Yanes, y el primero ya cumplió su promesa, allí donde escribe cada domingo, de recomendar una larga lista de películas de guerra que casi plenamente suscribo. Ahora me toca cumplir con mi parte, aunque sin limitarme a un solo género.

Tampoco es fácil volver a ver Río Conchos, de Gordon Douglas. Lo que mejor recuerdo es el precedente del Kurtz de Apocalypse Now (no del de El corazón de las tinieblas de Conrad, evidentemente), encarnado por Edmond O’Brien, un antiguo oficial confederado (aún conserva el uniforme), dueño y señor de una especie de ciudadela en México poblada por desalmados. También el Peckinpah de Grupo salvaje le debe mucho a esa olvidada película. En cuanto a Último tren a Katanga, de Jack Cardiff, no sé a qué esperan las casas de DVDs para recuperarla, estando de permanente actualidad su tema: mercenarios, diamantes y el Congo, contado todo con fuerza y brío, impresionante sin necesidad de truculencias. Más reciente y más famosa, pero me temo que también ya olvidada, es El ojo de la aguja, de Richard Marquand, en la que Kate Nelligan, que vive con un marido paralítico y su hijo en una diminuta isla británica con faro, se enamora de Donald Sutherland sin sospechar que es un espía nazi absolutamente despiadado. No hay muchas películas en las que haya soportado tanta tensión, eso tan difícil de conseguir que sientan los espectadores contemporáneos.

Pasando a géneros más sosegados, pocas escenas me han divertido tanto como una, a la vez bonita y ridícula, de Mi amor brasileño, de Mervyn LeRoy, en la que Ricardo Montalbán primero le canta a Lana Turner una canción disparatada y luego baila con ella una samba hasta desmayarla. Por último, dos películas de Greer Garson, actriz ocultamente sensual a la que pocos recuerdan: La historia de los Miniver, de H. C. Potter, secuela de la mucho más célebre La señora Miniver y una de las mejores y más delicadas historias de amor profundo que he visto. Y Niebla en el pasado, de Mervyn LeRoy, en la que ella es abandonada por su marido Ronald Colman al recuperar éste la memoria que había perdido durante la guerra y regresar a su antigua vida, sin acordarse de que tenía iniciada una nueva en su compañía …

A ver si salen en DVD las que faltan. Cada una a su manera, todas estas también son, para mi memoria, películas “únicas”.

JAVIER MARÍAS

El País Semanal, 8 de marzo de 2009




jueves, 5 de marzo de 2009

"Antes que tú me moriré" - G.A. Becquer

Antes que tú me moriré: escondido
en las entrañas ya
el hierro llevo con que abrió tu mano
la ancha herida mortal.

Antes que tú me moriré: y mi espíritu,
en su empeño tenaz
se sentará a las puertas de la Muerte,
que llames a esperar.

Con las horas los días, con los días
los años volarán,
y a aquella puerta llamarás al cabo.
¿Quién deja de llamar?

Entonces que tu culpa y tus despojos
la tierra guardará,
lavándote en las ondas de la muerte
como en otro Jordán.

Allí, donde el murmullo de la vida
temblando a morir va,
como la ola que a la playa viene
silenciosa a expirar.

Allí donde el sepulcro que se cierra
abre una eternidad,
todo lo que los dos hemos callado
lo tenemos que hablar.

Gustavo Adolfo Becquer.




Creo que esto es lo más parecido que existe a vomitar la soledad y la bilis del abandono.
Pues eso, para todos los que hemos sido abandonados alguna vez.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Sabes que estás solo...

Sabes que estás solo,
pues no hay nadie que acompañe
el son de tu corazón,
ni una canción
que eleve tu ánimo, de azul a violeta.

Sobre el obstinato,
dos notas de las que penden tus recuerdos;
puedes elevar una sinfonía
un concierto de ternura
y un amanecer de tristezas que huirán, al fin.
Sin confianza no hay nada,
nada...sólo acero y más acero.
Sin verte sé qué piensas,
sé que miras a través del ojo del tornado
en el que se ha transformado tu vida,
y en esa tierra que no es la tuya,
pero está cerca,
el frio cercena los huesos como la vida repta sin descanso,
buscándote...

No quiero terminar de escribir lo que resta
sin un beso tuyo, amor de mi alma;
sin una caricia....No hay nada que hacer.
Aquí los espero, caricia, beso
no me moveré de este lugar.
Estaré donde siempre y como siempre;
No tardeis.


Ilustración: Liliana Sánchez.

domingo, 1 de marzo de 2009

Leonard cohen - Dance me to the end of love

....
Con Mr Cohen siento que sobran todas las palabras que no sean suyas y sólo suyas.
Aquí lo tienen, invitándonos a un baile infinito hacia el amor.
¡Ay, Leonard!...si pudiéramos seguirte hacia ese extraño y mágico mundo en el que vives y reinas.
POETA.




Dance me to your beauty with a burning violin
Dance me through the panic 'til I'm gathered safely in
Lift me like an olive branch and be my homeward dove
Dance me to the end of love
Dance me to the end of love
Oh let me see your beauty when the witnesses are gone
Let me feel you moving like they do in Babylon
Show me slowly what I only know the limits of
Dance me to the end of love
Dance me to the end of love

Dance me to the wedding now, dance me on and on
Dance me very tenderly and dance me very long
We're both of us beneath our love, we're both of us above
Dance me to the end of love
Dance me to the end of love

Dance me to the children who are asking to be born
Dance me through the curtains that our kisses have outworn
Raise a tent of shelter now, though every thread is torn
Dance me to the end of love

Dance me to your beauty with a burning violin
Dance me through the panic till I'm gathered safely in
Touch me with your naked hand or touch me with your glove
Dance me to the end of love
Dance me to the end of love
Dance me to the end of love

"El perjudicial prestigio del presente" - 1/03/2.009

Una de las mayores causas de infelicidad de los hombres ha sido el enaltecimiento del presente y la desestimación del pasado. Quizá nada produzca más dolor que ser un fue, como creo que escribió Quevedo mucho antes de que los españoles horteras aprendieran su equivalente inglés y dijeran de alguien que es un “has been”. Y es un lugar común de la literatura lamentarse por la dicha o la gloria perdidas y aun señalar que, por haberlas tenido, el aguijón de la tristeza se clava con más saña que si no se hubieran nunca conocido. El hombre o la mujer que fueron apuestos padecen su marchitamiento en mucha mayor medida que quienes fueron siempre corrientes o feos. Los que amaron y fueron amados se desesperan tras la viudedad o el abandono o la progresiva dureza de sus corazones, mientras que quienes jamás probaron esos entusiasmos o los domesticaron se mantienen tranquilos en sus diferentes edades. Quienes poseyeron riquezas y el azar se las arrebató o las malbarataron, son mucho más desgraciados que quienes vivieron de principio a fin medianamente. El actor que fue un ídolo no soporta que ya no le ofrezcan papeles y haber caído en el olvido, mientras que el secundario que jamás encabezó carteles y en cuyo nombre nadie se fijaba tal vez sigue trabajando y siente que, por persistencia, se lo reconoce más que antes. El cantante que adoraron multitudes languidece amargado entre sus recortes y maldice a las generaciones nuevas que ni siquiera saben de su existencia, mientras que los anónimos músicos que lo acompañaban puede que sigan tocando para los nuevos fenómenos, que apreciarán su profesionalidad y su veteranía. Lo mismo puede decirse de un escritor de éxito o de un gran futbolista: de los triunfos pasados e idos es de lo que más cuesta curarse.

Todos conocemos ese “riesgo”, pero casi nadie se resiste a correrlo. Pocos son los que, ante un giro favorable de la fortuna, han decidido rehuirlo por si acaso les llegaba un revés más adelante. Todos tenemos la esperanza de que el primer giro dure, y aun se eternice, y algunos viven a partir de entonces con la perpetua angustia de que se les cambie el viento. Se deprime el novelista si su siguiente libro se vende menos que el anterior, aunque aún se venda mucho. El futbolista se nubla cuando no sale de titular un día. El cantante se ensombrece si le contratan menos galas. El bello o la bella viven con el alma en vilo a la búsqueda de canas, entradas, arrugas o flaccideces. El ministro enloquece cuando se lo releva por incompetencia o desgaste o su partido pierde unas elecciones.

Lo curioso de nuestra época es que, sabiéndose todo esto como se sabe desde hace siglos, nada se haya hecho para paliar esos desgarramientos y ansiedades, sino todo lo contrario. Lejos de intentar los hombres apreciar cada vez más lo habido y estar contentos con lo que la fortuna les otorgó durante un periodo de sus existencias (cuando a la mayoría no les otorga nada, desde su nacimiento hasta su muerte), se les ha acentuado la sensación de que lo que no es, no ha sido; de que lo que pertenece al pasado ya no cuenta, por excepcional que fuera; de que el dinero acumulado ya no existe, si no se sigue ganando; de que las ventas logradas se han borrado de golpe, si no se continúa vendiendo; de que la admiración cosechada no vale nada, si ha dejado de suscitarse; de que la belleza que se tuvo un día no es sino la maldición del recuerdo, cuando se ha rebajado y atenuado.

¿Por qué se tiene tan en poco lo sucedido, una vez que ha cesado? ¿Por qué nuestras sociedades, conscientes de ello, lejos de fomentar su estima, alientan cada vez más su descrédito? Y así contamos con un número creciente de personas desquiciadas, que se operan cien veces y se inyectan cualquier veneno con tal de aparentar menos años, para convertirse a menudo en deformidades infladas; deportistas que estiran sus carreras hasta lo inverosímil, con frecuencia a base de sustancias dañinas; cantantes que brincan por los escenarios a sus setenta años; escritores que sacan un libro tras otro a toda prisa por temor a que el breve eco del anterior se apague; políticos dementoides que no harán ascos al delito por perpetuarse. Cuando escribo esto, uno de ellos, Hugo Chávez, pregunta insistentemente a los venezolanos lo que ya les preguntó –y le dijeron que no– hace menos de dos años: ¿quieren que yo pueda ser reelegido indefinidamente, en contra de lo que la Constitución establece? Pero lo peor no es la insistencia, sino sus falsos remilgos y su hipocresía. “Si por mí fuera, yo les diría: Voten no”, los ha arengado. “Si por mí fuera, en 2012, cuando termine mi actual mandato, me iría a descansar al campo”. Lo asombroso es que alguna gente le haya creído, que sólo quiere seguir por abnegación y que se sacrificará, qué remedio, ¡hasta 2049!, porque de que pueda mandar hasta esa fecha depende el futuro de su “revolución”. Ese hombre es un arcaísmo de pies a cabeza, pero ha sabido captar lo que exige nuestra época suicida: que nada acabe nunca, y que no exista ya el pasado.

JAVIER MARÍAS

El País Semanal, 1 de marzo de 2009