jueves, 30 de abril de 2009

Porfirio Barba Jacob - Canción de la vida profunda.

Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,
como las leves briznas al viento y al azar.
Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonríe.
La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar.

Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,
como en abril el campo, que tiembla de pasión:
bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,
el alma está brotando florestas de ilusión.

Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos...
(¡niñez en el crepúsculo! ¡Lagunas de zafir!)
que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,
y hasta las propias penas nos hacen sonreír.

Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,
como la entraña obscura de oscuro pedernal:
la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas,
en rútiles monedas tasando el Bien y el Mal.

Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,
que nos depara en vano su carne la mujer:
tras de ceñir un talle y acariciar un seno,
la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.

Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
como en las noches lúgubres el llanto del pinar.
El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar.

Mas hay también ¡Oh Tierra! un día... un día... un día...
en que levamos anclas para jamás volver...
Un día en que discurren vientos ineluctables
¡un día en que ya nadie nos puede retener!


Porfirio Barba Jacob
"La guía el amor. El mundo se mueve por amor.
Se arrodilla ante él con reverencia"
.

William Hurt en "El Bosque"

Carta de Robert Schumann a Clara Schumann

Qué mañana celestial!
Todas las campanas tañen; el cielo está doradísimo y claro... y frente a mí descansa tu carta.
Te envío mi primer beso, bienamada.




martes, 28 de abril de 2009

"The Tale of How"

Pura poesía en imágenes.
Unos genios estos de The Black Heart Gang, un estudio de animación situado en ciudad del cabo, compuesto por Ree treweek —ilustradora y diseñadora de personajes—, Jannes hendrikz —compositor y director creativo— y Markus smit [de wormstorm] —músico y escritor—.
Visualmente hipnótico e intrincado, ambiente apocalíptico, y diseños que parecen extraídos de un sueño de Tim Burton ... Además de una composición musical m-a-r-a-v-i-l-l-o-s-a!.

the tale of how es un corto animado, realizado en 2006, que se corresponde a la segunda parte de la trilogía the dodo trilogy, una epopeya que transcurre en un mundo fantástico poblado por pulpos gigantes y dodos...
:D


Deep in the Indian ocean,
all scary and black,
lives an old octopus,
with a tree in it’s back. And from inside this tree,
all Piranhas appear,
who sing soothing songs,
and are kind and sincere. They’re not at all stupid,
Though they’re not very bright,
And they’re never quite wrong,
they’re never quite right. They’re never asleep,
And they’re never awake,
They all dress like weirdoes,
make no mistake

There are frightfully happy
except when they’re dead,
See Otto the monster
needs to get fed.

A tentacle from nowhere,
can give one a fright!
Stealing Piranhas,
a thief in the night.

They sing soothing songs,
but he never hears,
for shells and the kelp,
have grown in his ears.

Otto is deaf,
Otto means eight,
Otto means death,
To the dodos he ate.

“The future is red”
said Crown-for-a-head,
“we’ll have to migrate,
or we’ll soon all be dead!

So they got in the ocean,
to swim far away.
The water turned red,
On that terrible day.

For Otto the monster,
how hideous the slaughter,
he picked them like fruit,
from that inky black water

There where not many left,
But a handful, a few,
one of these had a vision,

and knew what to do.

They filled paper with ink.
And bottles with paper.
An ocean of bottles,
S.O.S ing their saviors.

But no one came,
they where sad and alone,
they seemed to be stranded,
on this Judas called home.
The quiet warm ocean,
of terror and typhoon,
the far away voices
that sing to the moon.
Lo! Treacherous house,
many more disappeared,
until a visit from a mouse,
named Eddy the Engineer.
He appeared from the west,
on a bunch of bananas,
puffed out his chest,
and addressed the Piranhas.

“You’re the Piranhas?
Otto wants to eat you?
Well my name is Eddy,
and it’s a pleasure to meet you.”

“I’ve read all your letters,
I know all the wrongs,
caused by Otto the monster,
Who’s deaf to your songs”

“I’ll give you my all,
I’ll do all can,
I need palm trees and syrup,
to start my plan.”

Huge sticky pots,
cutting palms at the stem,
they built a great structure,
resembeling them.

They got a wet net,
and they sang lullabies,
then caught all these songs,
And placed them inside.

They sneaked to the shore,
and set it free in the tide.
Then all hid in trees,
to watch and to hide.

Otto is stalking
the palm-syrup snack.
He took the bait!
He fell in the trap!

The bait disappeared,
with a growl and a snap.
Otto first yawned,
And then took a nap.

So the island is sleeping,
and still is today.
Eddy had done it!
Our friends got away!

They loaded their ship,
With their mother the tree.
The wind in their sails,
and the wide open sea.

_____________
y de regalo, el making of

lunes, 27 de abril de 2009

Amor, aguanta!

Resiste, amor, no caigas...
no permitas que nadie te niegue,
no dejes que te miren con desdén
aquellos que nunca amaron.
Amor, aguanta en pie
las embestidas brutales de la vida,
vuela conmigo sobre la batalla,
lucha conmigo codo con codo,
mano con mano, amor, y no caigas.
Amor, ¿sientes el deseo?
él te alimenta, él te nutre,
y nunca dejará de velar por ti...
Amor, aún me debes caricias,
no sucumbiras al acero
con esta deuda en tu haber,
Aún debes derramarte sobre mí
mil veces más...
Y sabes que esta lluvia cae por ti,
amor, y que el día transcurre para ti
desde lo alto.
amor...
no morirás hasta que yo lo haga.



BSO:

domingo, 26 de abril de 2009

Como Sioux - 26 /04/ 2009

Me siento ante la máquina en Sábado Santo, y es la primera vez que lo hago desde el pasado Domingo de Ramos, y eso porque debo entregar este artículo y no me queda más remedio. Ahora mismo, por delante de mi casa, pasa una banda de tamborileros siniestros (túnicas marrones y capirotes morados, vaya mezcla) que atruenan todo el barrio. Son de la Cofradía de la Coronación de Espinas, de Zaragoza, y no sé qué diablos hacen en Madrid martirizando al personal a la hora de la siesta. En realidad sí lo sé, ya que llevo siete días literalmente cercado, prisionero, sitiado por las hordas católico-turísticas, que, como todos los años –pero siempre más–, toman los centros de las ciudades de España e impiden toda vida en ellos. A la Iglesia Católica y al Ayuntamiento les ha dado la gana de que yo no escriba, ni trabaje, ni lea, ni escuche música, ni vea una película, ni pueda hablar por teléfono, ni recibir una visita, durante ocho días. También ha decidido que no pueda salir de mi casa si no es para mezclarme con la muchedumbre fervoroso-festiva e incorporarme a sus incontables procesiones, cada una de las cuales dura unas cinco horas. Sólo por delante de mi portal han pasado ya unas siete, la primera, como he dicho, el Domingo de Ramos. Desde entonces he vivido a su merced inmisericorde: el permanente ruido de sus clarines y tambores me lo he tenido que chupar por narices, más allá de la medianoche, porque, en un Estado aconfesional, la ciudad se les entrega para que hagan con ella lo que quieran y además lo impongan a la población entera, sea o no católica.

La España actual se parece cada vez más a la del franquismo, es decir, cada vez resulta más decimonónica. Entonces –durante el franquismo– la Semana Santa era obligatoria. Estaba prohibido emitir por la radio cuanto no fueran misas y música más o menos religiosa; a los cines se les permitía exhibir tan sólo películas pías o, a lo sumo, de la época de Cristo, y uno tenía gran suerte si podía ver Ben-Hur o Barrabás, que al menos eran espectaculares y con gladiadores; a los niños nos decían las abuelas que no podíamos cantar ni estar alegres; el luto por un muerto de hacía dos mil años se imponía a toda la ciudadanía. Ahora las televisiones no sólo pasan las mismas películas y algunas nuevas y peores, como la histérica y demente versión de Mel Gibson, sino que en sus telediarios sacan sin cesar imágenes de procesiones, como si éstas fueran noticia, sin la menor vergüenza.

Aparte de las molestias, es lo que todo esto precisamente me causa: vergüenza. No es que haya más beatos que hace unos años. De hecho, y bien se duele la Iglesia, la sociedad está cada vez más secularizada. Lo que ocurre es que a las procesiones se les ha visto el gancho tribal-folklórico. Como he asistido a un montón de ellas a pesar mío, sé de qué hablo. La mayor parte del público que las mira y sigue son guiris de la peor especie con sus cámaras idiotas permanentemente alzadas. Contemplan el espectáculo –si es que a cosa tan aburrida y sórdida se la puede llamar así– de la misma manera que nosotros observaríamos una danza comanche o sioux alrededor de unos tótems. Ven a unos tipos flagelándose, andando de rodillas o descalzos, cargando cruces y demás, como nosotros veríamos a unos indios sometiéndose a la ceremonia de iniciación consistente en ser izado por unos ganchos clavados al pecho, cuya carne se desgarra largo rato, o como vemos por televisión a ciertos musulmanes desollarse vivos en no recuerdo qué efeméride. Se quedan atónitos esos turistas ante las lágrimas o las expresiones de inverosímil arrobo que los más devotos dedican al paso de unas efigies horrendas y sobrecargadas, sean el Cristo de los Escaparates o la Virgen del Pasamontañas. No nos causa rubor ofrecernos en nuestra vertiente más primitiva, más supersticiosa, más atrasada. Es más, lo procuramos: vean lo exóticos que somos, y qué brutos, y qué elementales, y qué cutres. Lo más deprimente es que este regreso al tribalismo es también jaleado por gentes supuestamente racionales y de izquierdas. Digo supuestamente porque nadie que no sea un propagandista de la fe católica, o un mercachifle avispado, puede prestarse a ser costalero o cofrade, y ahora hay muchos presuntos agnósticos o ateos que se privan por ser admitidos en la Hermandad del Vinagre o en la Cofradía de los Californios, les da lo mismo. A eso se lo llama, desde los tiempos del Cristo, ser un fariseo.

Cada vez más decimonónicos, sí, en Madrid al menos. Un Ayuntamiento y una Comunidad beatos le van a permitir a la Iglesia edificar, en la privilegiada zona entre San Francisco el Grande y las Vistillas, un “pequeño Vaticano” de miles de metros cuadrados. Con ello la Iglesia se cargará el mejor perfil de la ciudad, que pintaran Goya y otros, esa vista dejará de existir para siempre. ¿Y qué hará la Iglesia a cambio? Es risible. “Devolverá” unos terrenitos que el anterior alcalde, Álvarez del Manzano, le había donado. En un Estado aconfesional, la Iglesia Católica no sólo recibe dinero a espuertas de los contribuyentes, sino que le salen gratis sus tropelías urbanísticas, a las que se opone todo el vecindario. Si esto no es franquismo, que venga el tirano y lo vea. Claro que entonces esta tétrica Iglesia lo volvería a cobijar bajo palio, como antaño.

JAVIER MARÍAS

El País Semanal, 26 de abril de 2009

"A mis manos" - Gil Albert.

Formas infatigables de mi alma,
blancos rayos de luz sobre las cosas,
terrenal soplo abierto, alas mías,
que me arrastráis sin freno ni codicia
por esta indescifrable primavera
del ser, los tactos, la tibieza, el frío,
las formas y el color de sus pasiones,
los más ocultos sinos de la tierra;
¿dónde vais desbocadas, presurosas,
a qué porción del mundo oscurecido,
a qué estelar materia abandonada
osáis acometer, cual si en los dedos
harpas o púas de un amor ardiente
guiaran vuestros toques extasiados?
La delicia del mundo os acompaña
en ese deambular como a las aves,
que van y toman siempre insatisfechas
de su angustiado vértigo amoroso
y alguna vez detiénense cantando
el repentino goce que las prende
a esa mortal belleza de la tierra.
Así vais y venís, cual alejadas
de mí y mi ajeno rostro entristecido,
entre cosas, materias vulnerables,
cuerpos, sustancias, posos, ilusiones,
roces enervadores, somnolientos
seres que al ser tocados se despiertan,
superficies hirsutas, densas moles
sin forma ni color que están temblando,
apariencias hermosas yabsorbentes,
yertos encantos, toscos materiales
que conservan extraña lozanía,
inmensa exploración de los sentidos
en las ligeras naves de mis manos.
¿Dónde depositar tales tesoros?
Poseer, poseer, parece el sino
de vuestra inagotable extravagancia.
Acumular los dones de la tierra,
los impalpables brotes del pecado,
los frutos de la nada, los carnales
relámpagos del ser, ¿en dónde ocultos?
¿Dónde lleváis, al son de qué festejos,
de que hastíos solemnes, de qué angustias,
ese espectral tesoro arrinconado,
a qué desván espléndido de polvo,
donde un fantasma llora arrepentido?
¡Volad, volad, extrañas claridades,
gracias definidoras que sentencian
Con su tacto el valor de lo existente,
ligerísimas hijas de mi cuerpo
que en su graciosa furia enajenada
húndense en el vacío, despertando
el misterioso sueño de la tierra
y después me abandonan los rumores,
el humo, la ilusión, las ansiedades,
el engaño de gracia y de hermosura,
esta ficción alada que construyen
con sus tristes techumbres c ontra el cielo!
Si tras los años puedo en algún día,
posado en una roca inexistente,
la gran melancolía de los dioses
revelar, meditando hacia la tierra,
diré: Yo te conozco, extraño mundo;
tu horror y tu delicia en el recuerdo
no me dejan gozar en mis alturas
el reposo anhelado. La corona
de terrenales flores no la siento
sobre mi sien desnuda y desolada.
Manos que reposáis tras los abismos
de espantosas distancias: ¿qué inquietudes
me transmitís, aún yertas en la sombra?

De "Las iusiones"

miércoles, 22 de abril de 2009

Para ELi. Con todos esos sentimientos que ya sabe...

Pus eso. El track se titula 'La canción de Eli' y es hermosa, conmovedora y emocionante hasta la lágrima.
Como la suerte de haberte conocido.


martes, 21 de abril de 2009

Felices 50, Mr Smith


Whenever I'm alone with you
You make me feel like I am home again
Whenever I'm alone with you
You make me feel like I am whole again
Whenever I'm alone with you
You make me feel like I am young again
Whenever I'm alone with you
You make me feel like I am fun again

However far away I will always love you
However long I stay I will always love you
Whatever words I say I will always love you
I will always love you

Whenever I'm alone with you
You make me feel like I am free again
Whenever I'm alone with you
You make me feel like I am clean again

However far away I will always love you
However long I stay I will always love you
Whatever words I say I will always love you
I will always love you

Neruda "A Miguel Hernández, asesinado en los presidios de España"


LLEGASTE a mí directamente del Levante. Me traías,
pastor de cabras, tu inocencia arrugada,
la escolástica de viejas páginas, un olor
a Fray Luis, a azahares, al estiércol quemado
sobre los montes, y en tu máscara
la aspereza cereal de la avena segada
y una miel que medía la tierra con tus ojos.

También el ruiseñor en tu boca traías.
Un ruiseñor manchado de naranjas, un hilo
de incorruptible canto, de fuerza deshojada.
Ay, muchacho, en la luz sobrevino la pólvora
y tú, con ruiseñor y con fusil, andando
bajo la luna y bajo el sol de la batalla.

Ya sabes, hijo mío, cuánto no pude hacer, ya sabes
que para mí, de toda la poesía, tú eras el fuego
azul.
Hoy sobre la tierra pongo mi rostro y te escucho,
te escucho, sangre, música, panal agonizante.

No he visto deslumbradora raza como la tuya,
ni raíces tan duras, ni manos de soldado,
ni he visto nada vivo como tu corazón
quemándose en la púrpura de mi propia bandera.

Joven eterno, vives, comunero de antaño,
inundado por gérmenes de trigo y primavera,
arrugado y oscuro como el metal innato,
esperando el minuto que eleve tu armadura.

No estoy solo desde que has muerto. Estoy con los que
te buscan.
Estoy con los que un día llegarán a vengarte.
Tú reconocerás mis pasos entre aquellos
que se despeñarán sobre el pecho de España
aplastando a Caín para que nos devuelva
los rostros enterrados.

Que sepan los que te mataron que pagarán con sangre.
Que sepan los que te dieron tormento que me verán
un día.
Que sepan los malditos que hoy incluyen tu nombre
en sus libros, los Dámasos, los Gerardos, los hijos
de perra, silenciosos cómplices del verdugo,
que no será borrado tu martirio, y tu muerte
caerá sobre toda su luna de cobardes.
Y a los que te negaron en su laurel podrido,
en tierra americana, el espacio que cubres
con tu fluvial corona de rayo desangrado,
déjame darles yo el desdeñoso olvido
porque a mí me quisieron mutilar con tu ausencia.

Miguel, lejos de la prisión de Osuna, lejos
de la crueldad, Mao Tse-tung dirige
tu poesía despedazada en el combate
hacia nuestra victoria.
Y Praga rumorosa
construyendo la dulce colmena que cantaste,
Hungría verde limpia sus graneros
y baila junto al río que despertó del sueño.
Y de Varsovia sube la sirena desnuda
que edifica mostrando su cristalina espada.

Y más allá la tierra se agiganta,
la tierra
que visitó tu canto, y el acero
que defendió tu patria están seguros,
acrecentados sobre la firmeza
de Stalin y sus hijos.
Ya se acerca
la luz a tu morada.
Miguel de España, estrella
de tierras arrasadas, no te olvido, hijo mío,
no te olvido, hijo mío!
Pero aprendí la vida
con tu muerte: mis ojos se velaron apenas,
y encontré en mí no el llanto,
sino las armas
inexorables!
· Espéralas! Espérame!

lunes, 20 de abril de 2009

Destino de fracaso

Proponerse un destino de fracaso
y ser fiel al mar,
eso es lo único que me espera.
Revivir una y otra vez el abismo,
matar a cada momento
la vida que me regalas cada día.

Me desprecio. Desprecio mi cuerpo
y mi alma de fantasma. Desprecio la vida
que me corrompe, la fatalidad del desengaño,
lo desprecio todo de mí.
Desprecio la noche y el día.
Desprecio la carne viva que me envuelve
y envidio al gusano que devora
la corrupta sangre muerta.

Vomito sobre mí, me desprecio,
rompo cristales
y arranco lamentos.
Retuerzo gargantas y quemo recuerdos;
revivo sin ganas
y muero entre sueños.
A cada lado se abre la brecha,
la negra sonrisa de sombra en mi cuello.
Y me desprecio,aunque ahora...
ahora ya estoy muerto.

Museo del mar fantasma -19 / 04/ 2009

Ya que me había ido hasta Chile, quería ver Valparaíso, así que dos de mis anfitriones, el joven escritor argentino Gonzalo Garcés y mi editor Juan Díaz, feroz culé expatriado que me torturó con las hazañas del Barça esta temporada, me llevaron amablemente desde Santiago en coche. Valparaíso no defrauda, con sus casas de colores pastel y su bahía como pintada, sus viejos ascensores de rampa para ir de la parte alta a la baja de la ciudad y viceversa sin despeñarse al descender sus empinadísimas cuestas ni deslomarse al subirlas, su aire de decadencia orgullosa, la reminiscencia de sus batallas navales y de su esplendor industrial decimonónico, que llevó a establecerse allí a numerosas empresas alemanas, británicas y norteamericanas. No le faltan, además, edificios exóticos, como el Palacio Baburizza, construido en 1916 por dos arquitectos italianos en estilo art nouveau orientalizante y adecuadamente situado en el Paseo Yugoslavo, al que dio nombre, en honor de su patria de origen, el industrial salitrero Pascual Baburizza.

Pero el primer sitio que me llevaron a ver mis acompañantes fue la casa de Pablo Neruda, quizá ignorantes de que ni su poesía ni su persona me han interesado nunca mucho. Con todo, me alegró visitarla: convertida en museo, es una casa bastante náutica, toda enmaderada, algo teatral pero muy agradable, con excelentes vistas sobre la bahía, que desde allí no parece real: tal vez porque era domingo y los barcos estaban muy quietos, tal vez por la neblina que la acechaba, producía una impresión fantasmal, como si fuera el decorado enorme de un escenario. Pero lo que a mí se me había antojado ver, sólo por el nombre que había leído en una guía, era el Museo del Mar Lord Cochrane. Curiosamente, la guía en cuestión no decía una sola palabra sobre su contenido. Hablaba tan sólo de su ubicación “en el solar del antiguo castillo San José, construido para defender el puerto de los ataques de piratas; es una de las pocas casas coloniales que se conservan en Valparaíso, erigida en madera en 1842. Tiene un patio rectangular en torno al cual se abren las habitaciones y, hacia el exterior, un jardín con un mirador que por sí solo merece la visita”. Nada sabía yo de Lord Cochrane en aquel momento. De vuelta en Madrid, consulto el Dictionary of National Biography y me entero de que Thomas Cochrane (1775-1860) fue décimo Conde de Dundonald y almirante que participó en cien batallas europeas y americanas. Su conexión con Chile no es baladí, desde luego: en 1818 aceptó el encargo del Gobierno de ese país de organizar y asumir el mando de la flota nacional, que a la sazón se componía tan sólo de siete navíos, de los que el único eficaz era una fragata de cincuenta cañones capturada a los españoles, los cuales se aprestaban entonces a atacar Valparaíso con una imponente escuadra. A pesar de ello, Cochrane logró mantenerlos a raya durante cinco meses vitales, hostigarlos con escaramuzas y hacerles muchos prisioneros.

Garcés, Díaz y yo anduvimos preguntando por el Museo del Mar, sin que nadie supiera darnos cuenta. Por fin unos carabineros no sólo nos contestaron, sino que se ofrecieron a acercarnos hasta él en su furgón enrejado, “no vaya a ser que los asalten”. “¿Hay aquí muchos asaltos?”, preguntó Garcés. “Hay unos cuantos”, respondieron los carabineros encargados de prevenirlos. Mis acompañantes quisieron fotografiarme en el momento de subir al furgón, a fin de chantajearme más adelante con la amenaza de filtrar la instantánea con este pie: “Escritor español en el momento de ser detenido por la policía de Valparaíso”. (Me hicieron la foto en el interior, en todo caso, con fondo de ventanilla de rejas.) Los gentiles carabineros nos trasladaron doscientos metros y nos sugirieron que tomáramos un taxi que vieron libre, para el resto del recorrido. Como no íbamos a oponernos a la autoridad, así lo hicimos, y el taxista nos trasladó otros doscientos metros cuesta arriba hasta la puerta del Museo, que tenía echado el candado. Íbamos a pedirle que nos devolviera abajo cuando apareció un señor con un notable bigote y la llave. Nos pidió que escribiéramos nuestros nombres y lugares de procedencia en un libro de visitas. Observé que nos habían precedido unas veinte personas en el día. No nos cobró. Entramos al patio que mencionaba la guía y fuimos abriendo una puerta tras otra para acceder a las salas. En ninguna había nada, ni de mar ni de tierra, el Lord Cochrane estaba vacío. “¿No hay nada que ver en las salas?”, le preguntamos al hombre bigotudo. “Lo hubo”, nos contestó con parquedad. “¿Y qué fue de ello?”, insistí con curiosidad. “Se lo llevaron hace años. No dijeron adónde”. “Toda esa gente del libro de visitas, ¿ha venido como nosotros, creyendo que había algo, o ya sabían?” “Quién sabe. Han mirado la casa y la vista”. Nos asomamos al mirador y admiramos la vista. Me quedé con la duda de si el Museo del Mar era tan fantasmal como algunas zonas de la preciosa ciudad que lo alberga, o si sus responsables están a la última y se han adscrito –pero al pie de la letra– a la corriente contemporánea y cretina de considerar que lo que importa de los museos no es su contenido, sino el envoltorio.

JAVIER MARÍAS

El País Semanal, 19 de abril de 2009

viernes, 17 de abril de 2009

Patriotas de la Patria...en conglomerado, ¡He dicho!

Maravillosamente sin-sentido!!!!!...o con sentido?...mm...



:)

This Is The Life



Oh the wind whistles down
The cold dark street tonight
And the people they were dancing to the music vibe
And the boys chase the girls with the curls in their hair
While the shy tormented youth sit way over there
And the songs they get louder
Each one better than before

And you're singing the songs
Thinking this is the life
And you wake up in the morning and your head feels twice the size
Where you gonna go? Where you gonna go?
Where you gonna sleep tonight?

And you're singing the songs
Thinking this is the life
And you wake up in the morning and your head feels twice the size
Where you gonna go? Where you gonna go?
Where you gonna sleep tonight?
Where you gonna sleep tonight?

So your heading down the road in your taxi for four
And you're waiting outside Jimmy's front door
But nobody's in and nobody's home 'til four
So you're sitting there with nothing to do
Talking about Robert Riger and his motley crew
And where you're gonna go and where you're gonna sleep tonight

And you're singing the songs
Thinking this is the life
And you wake up in the morning and your head feels twice the size
Where you gonna go? Where you gonna go?
Where you gonna sleep tonight?

(...)

Where you gonna sleep tonight?

jueves, 16 de abril de 2009

A.G.

" Yo sé que existo
porque tu me imaginas.
Soy alto porque tu me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
oscuro, torpe, malo
el que la habita. "

____________________________


" Mi memoria conserva apenas solo
el eco vacilante de su alta melodía:
lamento de metal, rumor de alambre,
voz de junco, también
latido, vena.
Recuerdo claramente su erre temblorosa,
su estremecida erre suspendida
sobre un abismo de silencio y ámbar,
desprendiéndose casi
de la música oscura que por detrás la asía,
defendiéndose apenas
del cálido misterio que la alzaba en el aire
creando un solo cuerpo de luz y de belleza.
Luminosa y precisa,
yo la sentía en mi ser profundamente,
sabía su sentido,
descifraba sin llanto su mensaje,
porque acaso ella fuese
-o sin acaso: cierto-
la única palabra irrefrenable
que mi sangre entendía y pronunciaba:
una palabra para estar seguro,
talismán infalible
significando aquello que nombraba.
Como un perfume que lo explica todo,
como una luz inesperada,
su presencia de viento y melodía
hería los sentidos, golpeaba
el corazón,
estremecía la carne
con el presentimiento verdadero
de la honda realidad que descubría.
Pronunciarla despacio equivalía
a ver, a amar, a acariciar un cuerpo,
a oler el mar, a oír la primavera,
a morder una fruta de piel dulce.
Todo ocurría así, hasta que un día
la dije bien, y no entendí su cántico.
La grité clara, la repetí dura,
y esperé ávidamente,
y percibí, lejano,
un eco inexplicable, infiel
reflejo
que en vez de iluminar, oscurecía,
que en vez de revelar, cubrió de tierra
la imprecisa nostalgia de su antiguo mensaje.
Cuando un nombre no nombra, y se vacía,
desvanece también, destruye, mata
la realidad que intenta su designio. "

miércoles, 15 de abril de 2009

Una joyita



Mil millones de gracias, Laura.

Yo se lo mando a todos los blogs que leo con tantísimo gusto...ya fue dificil seleccionar sólo 10 para el otro premio...no me hagáis hacerlo ahora.

Todos sois joyas para mí!

domingo, 12 de abril de 2009

Bachillerato con adultos - 12/04/2009

En el irreversible proceso de deterioro de la lengua hablada y escrita en España, se está ya alcanzando la fase más irritante y escandalosa, que es aquella en la que quienes hablan y escriben mal creen además hacerlo bien, y se permiten señalar como “incorrecciones” en otros lo que justamente sí es correcto. Es el mundo al revés, como se lamentaban nuestras abuelas. Las personas que afean usos correctos no son sólo ignorantes, sino temerarias y perezosas, pues ni siquiera se molestan en comprobar si llevan razón. Están convencidas de tenerla porque la mayoría ya habla y escribe como ellas, y dan por sentado que un error de muchos se convierte automáticamente en acierto. Por supuesto que todo el mundo puede hablar y escribir como le venga en gana, eso no está multado: no soy ningún purista, la lengua está en evolución permanente, la conforman los usuarios, y hay palabras que, por el insistente significado erróneo que éstos les han dado, han pasado a querer decir también algo distinto de lo que significaban, o aun opuesto. Así “álgido” y “lívido”. Eso no supone, sin embargo, que “álgido” y “lívido” ya no puedan ser empleadas en sus acepciones originales, de “glacial” y “amoratado” respectivamente, y sería ridículo –además de necio– reprocharle a alguien tales usos. Pues el equivalente a esto último es lo que está ocurriendo.

Hace ya años que algunos lectores me han acusado de recurrir al verbo “deber” para expresar una inferencia, ignorando que, así como no puede nunca decirse “deber de” para lo imperativo (esa es precisamente la fórmula para la inferencia: “debe de haberle sentado algo mal”, y jamás “el Gobierno debe de atender nuestras peticiones”, como sueltan casi todos los políticos y locutores), sí puede decirse “deber” a secas para las suposiciones: “debe ser amigo suyo” es correcto, y yo a veces, por una cuestión silábica y de ritmo de la prosa, he omitido el “de” en teoría preceptivo en estos casos. Es una opción, no una incorrección.

Pero lo que me mueve a escribir este artículo es que hace poco un respetable y veterano periodista se dirigió a este suplemento “suplicando a quien corresponda que ponga remedio al insoportable loísmo de Marías”. Me reprochaba escribir “LO” a menudo cuando, según él, “corresponde LE”, y ponía como ejemplo flagrante una columna mía sobre Bernhard en la que yo decía, refiriéndome siempre al autor austriaco, “Y se LO leyó, ya lo creo que se LO leyó … No fueron pocos los novelistas que LO imitaron”. Y luego: “Se LO leyó bastante mal”, y también “… que se LO tradujera”. Tan insoportable le parecía todo esto al periodista que instaba a alguien responsable a impedirme seguir incurriendo en lo que para él era “ese defecto lingüístico”. Le contesté privadamente, pero quizá no esté de más aclarar la cuestión también públicamente, y esto es lo que vine a explicarle:

“Muy señor mío: Gracias por su carta relativa a mi supuesto defecto de ‘loísmo’, y por lo tanto por su atención. Debo decirle, sin embargo, que usted considera defecto algo que es absolutamente correcto, como comprobaría si se molestara en consultar una gramática. Lo correcto en español, cuando se utilizan verbos transitivos como ‘leer’, ‘imitar’ o ‘traducir’, es utilizar ‘lo’ aunque se trate de personas. Así, decir ‘A Juan lo vi ayer en la calle’ es más correcto que ‘A Juan le vi ayer en la calle’, aunque esta última opción sea muy frecuente en España y esté ya admitida y aceptada. Rara vez verá, pese a ello, que la empleen ningún andaluz ni ningún latinoamericano, que observan más que otros hispanohablantes la mayor corrección de ese ‘lo’. Si se tratara de una mujer, diríamos todos, sin duda, ‘A Juana la vi ayer en la calle’, y nunca ‘A Juana le vi ayer en la calle’, lo cual le indica que Juan y Juana son acusativos o complementos directos, según las antiguas denominaciones, y que por ello lo más correcto es decir ‘lo’ y ‘la’, respectivamente, en la frase puesta como ejemplo. A usted le parece ‘insoportable’ mi ‘loísmo’. Está en su derecho, pero antes de calificarlo de ‘defecto lingüístico’, cerciórese de que lleva razón. Señalar como defecto lo que precisamente es correcto sí que me resulta a mí insoportable”.

Me temo que a estas alturas el lío con “lo”, “le” y “la” es mayúsculo entre los hablantes, abandonados desde hace lustros a una educación grotesca. En el afán por evitar el “laísmo”, que está especialmente condenado y es muy feo, oigo sin cesar frases como “A Isabel hay que ayudarle”, o “que oírle”, o “que temerle”, cuando debería ser “ayudarla”, “oírla” y “temerla”. Quizá va siendo hora de recuperar las viejas reglas para saber si un verbo es transitivo y exige “lo” (aunque “le” esté admitido) y “la” para sus complementos directos masculino y femenino, respectivamente. Uno se preguntaba, recuerdan: ¿Qué o quién es lo leído, imitado, traducido, visto, ayudado, oído o temido? Bernhard, Juan, Juana, Isabel. Luego “lo” y “la” en todos los casos, o, si se prefiere, “le” en los de Juan y Bernhard. Parece mentira que haya que volver al bachillerato con adultos, maldita sea.

JAVIER MARÍAS

El País Semanal, 12 de abril de 2009

jueves, 9 de abril de 2009

Symbelmine



Gracias Lina, Gracias Narkia por ste rayo de luz que no creo merecer pero acojo con gusto.

El mío va para:
  1. Narkia:http://lachicadelfaro.blogspot.com/
  2. Lina: http://relegadadelmundo.blogspot.com/
  3. La reina: http://cyclotimia.blogspot.com/
  4. Lenka:http://esperandoalosbuhos.blogspot.com/
  5. Lal:http://shirak-lal.blogspot.com/
  6. Cristinita:http://lorien-cristina.blogspot.com/
  7. Kaken: http://kaken-h.blogspot.com/
  8. Ado:http://laslluviasdecastamere.blogspot.com/
  9. Ala:http://bookinwhite.blogspot.com/
  10. JR:http://losreyessonlospadres.blogspot.com/
Ya sabéis...no me olvideis....

REGLAS:
a) Exhibir la imagen del sello.
b) Poner el enlace de la persona que te lo ha regalado.
c) Elegir diez personas para pasárselo.
d) Escribirles un mensaje en su blog para comunicarles el premio.

lunes, 6 de abril de 2009

"Los que llevamos la nave" - 5/04/2.009

Para cuando se publique esta página, espero estar de regreso sano y salvo. Cuando la escribo, falta poco para que me embarque en un avión rumbo a Santiago de Chile, lugar que se me aparece ahora como el fin del mundo y en el que –lo siento– no sé qué se me ha perdido, por mucho que sí lo sepa y pueda reconstruir con precisión las circunstancias que el pasado agosto me llevaron a aceptar este disparate al que me enfrento. Ya sé que hay millones de personas para las que algo así no tiene nada de particular, y que efectúan desplazamientos aún más largos continuamente. A ellas me aferro: me acuerdo de los tenistas y de los cantantes de ópera, que van de aquí para allá casi todas las semanas de su vida. De los políticos, que cada dos por tres se trasladan al quinto pino para verse con sus homólogos o asistir a la toma de posesión de un Presidente remoto. De muchos colegas míos, que van cada año encantados a las Ferias del Libro de Buenos Aires, Cartagena de Indias o Guadalajara de México. De las masas de turistas que se mueven por el mundo como ardillas voladoras o como superratones, y que en Navidad marchan a Bali, a Cancún en cualquier puente y en Semana Santa al Cañón del Colorado. “La gente vuela sin parar y hace largos trayectos”, pienso. “A la mayoría no le ocurre nada, y se monta en las infernales máquinas como en un taxi”.

Bueno, esa es la apariencia. A poco que uno indague, descubre que también hay millares de individuos que, como yo, lo pasan fatal cada vez que se encierran en un avión, más aún si es para cruzar el océano, y que se pasan las interminables horas pensando: “¿Qué diablos hago en mitad del Atlántico? Porque es ahí donde estoy, no me engañan”. Durante los últimos años, además, he logrado evitar esta clase de viajes con variados pretextos: que si estaba escribiendo una novela muy larga y no podía desconcentrarme durante un par de semanas; que si no estaba dispuesto a visitar los Estados Unidos mientras Bush Jr los gobernara; que si encontrarme en un festival literario con más de cien escritores me parecía un preanuncio del infierno. Entre unas tonterías y otras, hará unos diez años que no atravieso ese océano, de lo cual me arrepiento ahora un poco, pues, al haberme desacostumbrado, la cosa me parece no una montaña, sino los Andes, que por cierto habré de sobrevolar de Santiago a Buenos Aires, quién me manda.

Sin embargo he padecido épocas peores, en las cuales me comportaba como un niño –para mis adentros, descuiden, nunca he protagonizado una escena de pánico, ni me he bajado de un aparato a punto de despegar, como mi amigo Antonio Gasset hace mil años, al que admiro por ello–. Para empezar, intentaba hacerme a la idea de que estaba en un autobús o en un ascensor, para lo que era fundamental no mirar nunca por la ventanilla, ni de reojo. Compraba el periódico-sábana más grande que hallara en el quiosco para llevarlo desplegado durante todo el vuelo, fingiendo leerlo, y que sus páginas me taparan hasta el último resquicio de vacío. Desarrollé manías que me suena haber contado alguna vez en otro sitio: me parecía un mal augurio que algún pasajero estuviera de pie en el pasillo mucho rato, charlando con sus amistades, y si ese pasajero era japonés el augurio se me convertía en pésimo, no por racismo, sino porque los japoneses dan la impresión de no ser muy conscientes de los peligros a que se exponen… o que causan (no en balde inventaron los kamikazes). Como en esos estrechos tubos no hay madera, llevaba cerillas de ese material para tocarlas, hasta que algunos lectores y amigos benévolos me regalaron unas piececitas de diferentes maderas que pudiera manosear a gusto. Esta última costumbre –la verdad– no la he abandonado, así que alterno unas que llevan en francés sus respectivos nombres, y al iniciarse cada despegue pienso como un idiota: “A ver cómo te portas, acajou, o santal, o padouk, o bois de rose”, según cuál me acompañe (una para la ida y otra para la vuelta, por lo menos). Sí, lo confieso: les hablo en silencio a los trocitos de maderas nobles, como un anormal y encima cursi, por lo del francés sobre todo. Ni que decir tiene que me pasaba los vuelos con la agotadora sensación de ser yo quien conducía el aparato y de que de mi tensión, esfuerzo y alerta dependía que llegáramos a buen puerto. Me contaban que los pilotos suelen ir tan tranquilos la mayor parte del tiempo, y oscilaba entre no creérmelo y pensar: “Ya pueden; se desentienden de todo porque soy yo quien lleva la nave, a cuestas prácticamente”.

He hablado en pasado como si estuviera ya libre de incurrir en estas supersticiones ridículas. Ahora que se me avecinan doce horas en el aire no estoy muy seguro de si no tendré que recuperar el presente de indicativo. Si me atrevo a contarlas aquí es porque tampoco ustedes me engañan: sé que una gran parte, cuando vuela, va pensando parecidas sandeces y que es gracias a nosotros como el avión se sostiene y no se cae. Normalmente. (Y toco madera.)

JAVIER MARÍAS

El País Semanal, 5 de abril de 2009

sábado, 4 de abril de 2009

"España" , de Carmelo Guillén Acosta


Hoy estoy de tu parte españa y sé que tengo
motivos suficientes para saberte mía
he vuelto de los sitios donde crece mi alma
y ya tú ves estoy que no quepo de gozo
he vuelto de esos pueblos humildes sin trajín
en donde aún respiro de verdad aire histórico
tan hecha a mi medida pareces que vivo
pendiente de perderme en tu geografía

mira tú que obsoleto yo yendo de español
volcado a lo que nunca pareció estar de moda
en sinvivir viviendo de pueblos impolutos
por los que nadie pasa ni el tiempo pasa nadie
yo en fin reconocido en ese privilegio
de ser de pueblo al menos a ellos me parezco
para qué quiero darle otro tono a mi vida
mi españolidad es bien sentimental

de quienes tienen viva la sed de lo infinito
de ésos del montón uno más ése soy
y cuando digo españa no me refiero a europa
lo mío es más telúrico tiene que ver de fondo
con un modo ancestral de cuidar de mí mismo
de sentarme a la puerta y estarme con los viejos
y hablar mientras orea el fresco y es un don
a ver quién se resiste a tanta plenitud

a ésa que me trae la memoria y que alcanzo
ajena a los políticos bella porque es de uno
a ésa que no tiene por qué cambiar de aires
y amo y que me atrae mire por donde mire
a ésa tan de gente que me conoce y sabe
mi vida y yo la suya tan íntima a mis ojos
anclada en tradiciones para qué quiero otra
perenne manantial de espiritualidad

a ésa la interior con la que sueño y voy
por sitios donde sé manejarme tan bien
mi españa la indigente a ella a ti te digo
hoy estoy de tu parte y porque no soy más
que un hombre ante su vida en ti me reconozco
tanto es lo vivido lo que me llenas tanto
que no sería capaz de vivir de otra forma
la tuya es la que entiendo lo sabe el corazón

Carmelo Guillén Acosta en Quedar con alguien

viernes, 3 de abril de 2009

"A ciegas", versión Alberto Iglesias y Miguel Póveda.

La BSO de "Los abrazos rotos" es, sin duda, una de las más bellas creaciones en lo que a música de cine se refiere de lo que llevamos de año.
Alberto iglesias, portentoso compositor, creador de atmósferas y hermosas melodías, mantiene un discurso musical en esta película que me ha sorprendido gratamente porque supone una perfecta contraposición del guión escrito. Sus melodías acrecentan el sentimiento misterioro, casi opresivo, del que hace gala la película, en lugar del recurso, sin duda más manido (aunque imprescindible per sé en el cine), de aplicar melodías descriptivas a cada situación o personaje. Recurso que sólo expertos maestros de la música de cine son capaces de usar, y que llevan a una banda sonora de cine un paso más allá del simple acompañamiento: la BSO es una parte imprescindible de la película.

Como maravilloso colofón, Iglesias orquesta a su estilo una bellísima copla de Quintero, León y Quiroga del año 1953 que interpretó y dió a conocer en su día con gran éxito Doña Concha Piquer, para la voz de Miguel Póveda.
Piel, erízate.


No tienes que darme cuentas
A ciegas yo te he creído,
Yo voy por el mundo a tientas
Desde que te he conocido.
Llevo una venda en los ojos
Como pintan a la fe
No hay dolor como esta gloria
De estar queriendo sin ver.

Yo muchas noches sentía
Cercano ya el día
Tus pasos en la casa.
Gracias a Dios que has llegado
Que no te ha pasado
Ninguna cosa mala.

En tus manos un aroma
Que transminaba como el clavel,
Pero yo lo echaba a broma
Porque era esclavo de tu querer.

No tienes que darme cuentas
Que no te las he pedío
Quien va por el mundo a tientas
Lleva los rumbos perdidos.
Yo me clavaré en los ojos
Alfileres de cristal
Pa no verme cara a cara
Contigo y con tu verdad.

Yo muchas noches....

No tienes que darme cuentas.

"Princesa"



Y eres una princesa
a pesar de las humedades
de tu corazón,
vives y reinas
bajo la falda del anochecer,
y lo calientas todo...
Buscas príncipe
que te llene el estómago
de cuentos negros
y aun así,
quieres guerra...
Tu cuerpo es un campo de batalla
que conquistar
arrebatando y gimiendo
lamiendo y sorbiendo.

Tu hermoso traje de princesa
yace en un rincón,
arrancado y maltrecho
junto a la espada y la daga de mi cinto.
Ya recibes los espasmos
y yo grito de placer
muerto de calor
y concentrado en ti...
Y lo doy todo, princesa,
respiro hondo y vuelvo a empezar,
porque tú lo mandas.
Ya soy tu príncipe,
desde el mismo instante
que rocé tus pechos
lo supiste y lo supe;
que la noche sería larga,
y la repetiríamos
a cada momento...

Tú eres el verso
obsceno y mojado,
del diario de la libertad,
Yo la música...
Penetrémosnos.

miércoles, 1 de abril de 2009

Arthur Honegger - Pacífico 231.

La capacitación musical temprana de Honegger tuvo lugar en Le Havre y en Zurich. En 1913 ingresó en el Conservatorio de París, donde estudió con Charles Widor y Vincent d'Indy.
Hacia las postrimerías de la Primera Guerra Mundial, pasó a integrar un grupo de compositores conocidos como Les Six: Darius Milhaud, Francis Poulenc, Germaine Tailleferre, Georges Auric y Louis Durey. Los miembros de este grupo verdaderamente tenían poco en común excepto su amistad, y Honegger encajaba menos que nadie. Mientras otros miembros de Les Six (que recibió su nombre a la manera de los Cinco Rusos del siglo XIX) sentían afinidad espiritual con la irreverencia de Erik Satie, eran fuertemente anti Debussy y cultivaban un estilo ligero y casi popular, Honegger era un artista más serio. No sentía ningún respeto por la música de Satie (el sentimiento era mutuo, aunque yo admiro a ambos) y le encantaba Debussy. Honegger sentía tanta simpatía por la música alemana como por la francesa.

Rápidamente asimiló una plétora de influencias que incluyeron el canto gregoriano, técnicas dodecafónicas, jazz y corales de Bach. Honegger nunca fue un experimentalista y su música siempre está arraigada firmemente en la tonalidad.

Muchos compositores de la década de los 20 estuvieron fascinados con los sonidos de la sociedad industrial. En algunos casos la influencia fue muy directa. Edgard Várese, por ejemplo, usó dos sirenas en su Amériques y George Antheil incluyó motores de avión en su Ballet mécanique. Otros compositores respondieron imitando los sonidos de las máquinas con instrumentos orquestales tradicionales. Ejemplo de ello son Fundición de Hierro de Alexander Mossolov y Pacífico 231 de Honegger. La estética que comparten todas estas piezas es un romanticismo moderno, una fascinación por las cualidades artísticas de las máquinas cuyo propósito principal seguramente no era artístico. Honegger, por ejemplo, adoraba la velocidad y los ritmos de las locomotoras y se empeñó en poner estos sonidos en su música.


Honegger dice sobre su obra:
"Siempre he tenido pasión por las locomotoras. Para mí son seres vivientes a las que amo como otros aman a las mujeres o a los caballos. En Pacífico 231 no he intentado imitar el sonido de una máquina sino más bien expresar en términos de música una impresión visual y un placer físico. La pieza se abre con una contemplación "objetiva", la respiración tranquila de la máquina en reposo, el esfuerzo al arrancar, la velocidad que aumenta gradualmente -llegando al lírico y sin embargo patético estado de un tren veloz, 300 toneladas de peso, tronando en medio de la noche a una milla por minuto. El tema de mi composición es una máquina del tipo "Pacífico" número 231, usada para cargas pesadas y construida para mucha velocidad"
Pacífico 231 es el primero de tres "movimientos sinfónicos" que compuso Honegger. El segundo, escrito cinco años más tarde en 1928, también celebra una de las fascinaciones del compositor: los deportes. Se llama Rugby. Cuatro años más tarde añadió el movimiento final, Mouvement symphonique nº 3.

Cuando escribió su libro "Soy Compositor" en 1955, Honegger hizo un replanteamiento sobre la naturaleza del programa de Pacífico 231:
¡Tantos, tantos críticos han descrito minuciosamente la embestida de mi locomotora a través de los grandes espacios, que sería inhumano desengañarlos! Uno de ellos, confundiendo Pacífico con el océano Pacífico, evocó incluso los olores del mar abierto. A decir verdad, en Pacífico fui tras las huellas de un concepto muy abstracto y muy ideal, dando la impresión de una aceleración matemática del ritmo, mientras el movimiento mismo se hacía más lento. Musicalmente compuse una suerte de coral grande y diversificado, salpicado con contrapunto a la manera de J. S. Bach... Primero llamé a la pieza Mouvement symphonique. Pensándolo mejor, me pareció que ese nombre era un poco descolorido. De pronto, una idea bastante romántica cruzó mi mente y cuando la obra estuvo terminada escribí el título Pacífico 231, que indica una locomotora para cargas pesadas y mucha velocidad (un tipo desafortunadamente desaparecido, ¡qué pena!, y sacrificado en aras de la tracción eléctrica).
Compuse... tres "movimientos sinfónicos", que fueron Pacífico 231, Rugby y, para concluir, Mouvement symphonique número 3. En realidad, me faltaba una idea para el tercero. Pero deben saber que, en lo que respecta a Pacífico y Rugby, la prensa resultó ser muy abundante. Gente de gran talento escribió maravillosos artículos, describiendo las varillas impulsoras, el ruido de los pistones, el crujir de los frenos, el globo oval, la salida del vapor, la conmoción de las ruedas frontales, etcétera, etcétera. Todas estas imágenes dieron origen a copiosos estudios. Pero mi pobre Movimiento sinfónico número 3 pagó caro su deslucido título. Apenas cosechó aquí y allá unas pocas líneas evasivas y corteses. Moraleja: -pero no, yo mismo he sido crítico musical y prefiero no hablar mal de una profesión que me ha dado de comer.
En términos puramente musicales, Pacífico 231 trata de ritmos que se aceleran y de creciente densidad de textura. De la apertura atmosférica con armónicas, trinos y trémolos de cuerdas, punteados por notas bajas de corno, emerge un ritmo que se acelera incesantemente. Una vez que el tiempo alcanza su meseta más veloz, las interjecciones de los bronces sugieren otras velocidades. En la sección media el tiempo se hace gradualmente más lento, pero el nivel de actividad -medido por la velocidad de las notas y el número de capas de sonido interpretadas simultáneamente- aumenta. Esta es la relación "matemática" que Honegger estaba explorando. Nuestra impresión es de coherencia, porque el tiempo que se hace más lento y la velocidad que se acelera se equilibran simétricamente. Poco antes del final se alcanza un clímax de densidad máxima. Por entonces el tiempo ha vuelto casi al nivel de la apertura lenta y atmosférica, pero hay tanto más actividad en el clímax que los dos pasajes suenan completamente diferentes. Al final de la pieza, Honegger hace más lento gradualmente no el tiempo sino el ritmo -el procedimiento opuesto respecto de la aceleración al comienzo- hasta que dos amplios acordes llevan esta pieza única a su cierre.