lunes, 29 de diciembre de 2008

" Mi semblante sumiso en la extirpación de las palabras..." - A.Gangotena

Mi semblante sumiso en la extirpación de las palabras,
Mis manos esparcidas en el horror.
Todo en sombras, arisco, fluyente y transido
De los fríos sudores que he sangrado en mi noche.

Mis ojos asesinados transpiran su lodo contra los muros.
Mis fláccidas axilas de ningún modo me han sostenido.
¿Para qué frecuentar vuestras opulentas moradas?
Os dejo en gran duelo, nativos fantasmas.

Escuchadme: no puedo dejar de ajustarme
A la onda musical de vuestros sospechosos escarceos.
Pero pálido en su furor inminente,
Como el ala erguida bajo sus profundidades de huracán,
Enhiesto y bien plantado, Él solo me esperaba.
¿Y la vejez cercana en torno de mis lágrimas?
En la canícula de este adormecido vientre-
Incubo mis entrañas, mi suerte y mi dolor.

Impelido sobre la tormenta y el pulso de mis venas,
Respiro hacia adelante y mi destino me precede.
Con toda mi pesantez, en Él me he sumergido. .

Estrepitosamente, he gritado los gritos en mi boca:
¡Aquí abajo, el Inminente!
Detenidas por el rumor de su potencia,
Las heridas aguas vierten los juramentos a sus plantas.

Señor enhiesto sobre los rayos de su armadura,
Fulgente en el acero de su inmovilidad,
Para la batalla en dondequiera, Él solo me esperaba.
Voces como piedras gruñen bajo la luna.

Él no me detiene ni menos el ala rumorosa
Del astro de los muertos, suspendido sobre mi tienda.
¡Su ejército? ¿Acaso replegado y sordo en la espera?
¡Cómo! ¿Acaso pensaba hurtarlo y arrebatarlo por azar
A la gran águila de mis miradas?

¿Qué calor me asfixia en estos sudores?
Mis dientes se estremecen, rojos de carne de la posesión.
¿Se deshacen mis músculos bajo las rocas implacables?
La selva me grita: ¡cuidado!
Sacudiendo de despecho su milenario follaje
Sobre mi cuerpo jadeante.
¡Oh lágrimas, qué hundimiento
Y qué polos de oprobio alcanzados en esta ruina!

Él solo me esperaba.
Sus pájaros carnívoros recorren mi silencio.
¡Así sea! Si he sufrido la verde huella de sus ojos.
.Centella de tormenta, Él se precipita de súbito
En la ruta escabrosa de su blanco viaje.

Él partió con el gran viento de alas de la noche .
Y me he quedado inerme y desnudo en la desesperanza,
Toda de cal y de ceniza, mi carne, bajo el remolino
De su vuelo ensordecedor.

Mi corazón, de soslayo, en la hondura de la Medianoche.
¡Helo aquí yacente en la hez y en la vergüenza,
Sucio de excremento bajo la resina de mis ojos
Palpitantes, perdido en la tiniebla, la bilis,
El amarillo polvo y el desprecio!

Versión de Gonzalo Escudero

domingo, 28 de diciembre de 2008

Letanía de Bene Gesserit contra el Miedo



"No conoceré el miedo. El miedo mata la mente. El miedo es el pequeño mal que conduce a la destrucción total. Afrontaré mi miedo. Permitiré que pase sobre mi y a través de mi. Y cuando haya pasado, giraré mi ojo interior para escrutar su camino. Allí por donde mi miedo haya pasado ya no quedará nada, sólo estaré yo."



Dune - Frank Herbert

"Lo que no vengo a decir" - 28/12/2.008

Yo no sé durante cuánto más tiempo tendrá sentido que escribamos artículos los que los hacemos, pero me temo que es un género al que le queda poca vida. Tal vez desaparezca sólo a la vez que los periódicos, al menos los de papel impreso, pero también es posible que le llegue antes su hora, dado el número creciente de lectores que no sabe entenderlos o -lo que es aún más deprimente- no está dispuesto a entenderlos, no le da la gana de hacerlo. Entre los que no saben se cuentan cada vez más jóvenes, como ponen de manifiesto los informes PISA y demás encuestas sobre la enseñanza, según las cuales va siempre en aumento la proporción de estudiantes incapaces de comprender un texto breve, no digamos de resumirlo. Y es de suponer que, cuando dejen atrás sus estudios y ni siquiera tengan que ejercitarse ni examinarse, los comprendan aún menos, por lo que la población adulta futura será analfabeta en la práctica: sabrá leer palabras sueltas, pero no las entenderá combinadas, y sobre todo no entenderá los conceptos, los razonamientos ni las argumentaciones, ni podrá detectar una contradicción ni una incongruencia. Habrá excepciones, claro está, y serán ellas las que manejen el cotarro, porque en contra de lo que muchos jóvenes y pedagogos creen -que no sirve de nada aprender lo que no va a utilizarse profesionalmente-, quienes tengan una cabeza estructurada seguirán siendo los sobresalientes del mundo. El que sepa latín -”una pérdida de tiempo”- y matemáticas -algo “casi innecesario”, con las máquinas calculadoras- sacará una ventaja insalvable a sus especializados contemporáneos.

Pero ya ahora abundan quienes no se sabe por qué leen artículos, cuando lo que buscan y hacen es convertirlos en lemas o proclamas o slogans. Los que escribimos estas piezas intentamos, en términos generales, contar, decir y explicar, razonar, argumentar, criticar, exponer una cuestión y matizarla, analizar, llamar la atención sobre aspectos de la realidad que nos parecen inadvertidos, examinar pros y contras de algún asunto, y desde luego influir, persuadir, convencer y crear dudas. Ustedes leen nuestras columnas en pocos minutos y a menudo distraídamente, y así debe ser: lo que se opina en un diario también tiene mucho de pasatiempo para el lector. Pero eso no quita para que los articulistas nos esmeremos en lo que decimos y dejamos de decir, dediquemos varias horas a componerlas y algunos hagamos un borrador o dos antes de la versión definitiva. No siempre, pero con frecuencia, uno procura afinar y no expresar las opiniones de manera gruesa ni demasiado tajante; pensamos -mal o bien- sobre las cosas, no soltamos lo primero que se nos ocurre, damos vueltas a nuestras convicciones y a veces descubrimos que hay cuestiones sobre las que es difícil tener una opinión, porque son complejas o desconcertantes: nos limitamos a exponer nuestra perplejidad y nos abstenemos, por tanto, de emitir una conclusión a la que no hemos llegado. Incluso a veces hacemos virguerías para matizar una postura o para que no se entienda algo distinto de lo que uno ha querido decir.

Cada vez hay, sin embargo, un mayor número de lectores de artículos que cogen la pieza y no leen lo que ésta dice, sino que van a la búsqueda de lo que, según ellos, viene a decir. No les interesa nada lo que hay en el texto, sino el lema o slogan que deciden “extractar” de él, y que seguramente no está en él. En el fondo éste les parece “paja”, y hacen caso omiso de las salvedades, las matizaciones, las argumentaciones y los razonamientos, para resumir: “Ya, lo que viene a decir este tío es que no hay que tener ordenador ni usar e-mail“. O: “… que no se deben abrir las fosas de la Guerra Civil”. O: “… que las amas de casa son unas petardas”. O: “… que la famosa cúpula de Barceló es una estafa y un despilfarro”. O: “… que hay que ponerle la placa en el Congreso a la Sor Maravillas esa que no la conocía ni Dios”. Es decir, por mucho que uno trate de no simplificar un asunto, a menudo se encuentra con que no pocos lectores se lo simplifican a uno, lo quiera o no. A veces es desesperante, se lo aseguro, por muy curtido que uno esté y aunque sepa que son gajes del oficio. Una de las principales causas de que suceda esto es la cerrilidad política: hay lectores que, si uno se aparta un ápice de lo que ellos quieren leer, lo toman ya como un agravio y lo meten a uno en el saco de “los enemigos”. Otros le reprochan que no haya señalado algo que justamente sí ha señalado, lo cual siempre me deja estupefacto. Hay quienes se fijan en una sola frase que no les gusta y omiten la existencia de todas las demás, y quienes buscan como locos alguna hoja por la que coger el rábano. Y demasiados no están dispuestos ni siquiera a atender y enterarse, a sentir curiosidad por la visión de “este tío o esta tía”, y, por así decir, leen sólo lo que deciden leer, esté ello escrito o no. Cada vez más gente desea únicamente reafirmarse en lo que ya piensa, o indignarse si no lo encuentra, y al pie de la letra además. Gente que se adentra en una pieza más o menos compleja para sacar de ella una conclusión simplona o falsa. ¿Qué futuro, pues, le aguarda a este modesto género? Yo me imagino que este mismo artículo de hoy será resumido por unos cuantos así: “Marías se queja de que no lo entienden”. O aún peor: “Marías desprecia a sus lectores y los llama simples”. En fin, pues qué se le va a hacer.

JAVIER MARÍAS

El País Semanal, 28 de diciembre de 2008

sábado, 27 de diciembre de 2008

Cuarteto Emerson: Shostakovich, cuarteto para cuerdas nº 8 Op. 110 Mov. 3 Allegretto

El Cuarteto nº 8 de Shostakovich es una de sus mejores obras. Escrita en apenas tres días, en una época feliz y de intensa creatividad surgió como un homenaje a sí mismo: "Pensé que que, una vez muerto, nadie dedicaría una obra a mi memoria. Así decidí escribir yo mismo esa obra. Se podría poner en cubierta: "En memoria del compositor de este cuarteto".




En una carta a Isaak Glikman, Shotakovich define la obra: "El tema principal del Cuarteto está formado por las notas re-mi bemol-do-si, es decir, mis iniciales [D. SCH según el alfabeto musical alemán]. En el cuarteto utilizo temas de mis obras y el canto revolucionario "Torturado hasta la muerte en la cárcel". Mis temas proceden de la Sinfonía nº 1, Sinfonía nº 8, Trío nº 2, Concierto para violonchelo, de Lady Macbeth. Existen referencias a Wagner (Marcha fúnebre de El Ocaso de los dioses) y a Chaikovsky (Segundo tema del Primer Movimiento de la Sinfonía nº 6), sin olvidar mi Sinfonía nº 10... El carácter pseudotrágico de este cuarteto está en que al escribirlo derramé tantas lágrimas...".

:)

jueves, 25 de diciembre de 2008

Para Carlos, Soldado.

Hace mucho frío, pero nunca bastante para frenar a la infantería, que derrite la nieve de los montes. Y la escarcha de los ríos difíciles. Y el hielo que oprime a los corazones en desgracia.

La infantería no es la materia; es el ligero y tenue soplo que vivifica. La infantería no es la masa; es la compañía. La infantería no es, a veces, ni el concierto; es siempre la arrebatada canción del solitario centinela, que canta para que el Cabo de Guardia sepa que está vivo.

Quien no haya sido Soldado de Infantería quizá ignore que cuando el hombre se cansa, aún le faltan muchas horas y muchas leguas para cansarse. Porque el secreto de la infantería - nosotros estamos hablando naturalmente, de la Infantería Española - es el de sacar fuerzas de flaqueza y hacer de tripas corazón. Que nunca más noble destino tuvieron ni nada mejor pudieron servir.

Ningún oficio más bello que el de infante, que lleva su casa a cuestas como el caracol y se pelea porque no admite jaques: como el león y como el gallo y el toro. Sin medir las fuerzas, que no fuera noble presentar las batallas ganadas y sin mirar atrás, porque detrás no hay nada, absolutamente nada.

Sólo el que ha sido soldado de infantería sabe lo que es sentirse amo del mundo a pie y sin dinero.


Camilo José Cela
.



miércoles, 24 de diciembre de 2008

¡feliz Navidad a todos!





A mis amigos: que os adoro, ya lo sabéis.

martes, 23 de diciembre de 2008

"Concierto para violín & orquesta " - Alban Berg

El "Concierto para Violín" es una obra para llorar. Fue iniciado por Alban Berg en abril de 1935 y concluido el 11 de agosto de ese mismo año. Louis Krasner fue el solista del estreno, que fue dirigido por Hermann Scherchen en el Festival de la Sociedad Internacional de Música Contemporánea, celebrado el Barcelona, el 19 de marzo de 1936. La obra se convirtió en el propio réquiem del compositor que falleció tres meses antes de su estreno víctima de una sepsis (según se dice, tras la picadura de una abeja...).
Louis Krasner, violinista norteamericano que ejecutó algunas de las composiciones contemporáneas más avanzadas, se interesó por la música dodecafónica durante la década del treinta. Empezó a pensar en un concierto compuesto especialmente para él por uno de los tres grandes compositores dodecafónicos, Arnold Schoenberg o uno de sus dos discípulos, Alban Berg o Antón Webern. Krasner conocía la música de Berg y pensó que, de los tres, este era la mejor opción debido a que su estilo lírico se adaptaba mejor al violín.

Después de hacer discretas averiguaciones acerca del violinista, Berg estuvo de acuerdo en encontrarse con él. El compositor no estaba especialmente interesado en el proyecto, porque en ese momento se encontraba profundamente involucrado en la composición de la ópera Lulú y porque dudaba de su habilidad para componer un concierto virtuoso. Krasner lo convenció de que él no estaba interesado en una obra sobresaliente y vacía, sino en algo sustancial que siguiera la tradición de los conciertos de Brahms y de Beethoven. Krasner argumentó que una obra lírica para solista ayudaría a que el público comprendiera que la música dodecafónica no era cerebral, ni obtusa, ni matemática. Además, el encargo era lucrativo y Berg estaba pasando por dificultades financieras. Aceptó el encargo con cierta perturbación; sólo era la segunda vez que iba a escribir por un honorario. Poco después de que Berg acordara escribir el concierto, sucedió algo que produjo un profundo impacto sobre la obra. El compositor era amigo de Alma Mahler Gropius y de su familia. Alma, viuda del compositor Gustav Mahler, se había casado después con el arquitecto Walter Gropius. Tenía dos hijas, Anna Mahler y Manon Gropius. Berg se sentía especialmente ligado a Manon. Mutzi, como la llamaba, tenía 18 años cuando fue atacada por la polio. Como su madre comentara posteriormente:

"Alban Berg amó a mi hija desde que nació como si fuera suya. Ella se hacía más y más hermosa a medida que crecía. Cuando Max Reinhardt la conoció, me pidió que le permitiera interpretar el papel del primer ángel en Grosses Weltíheater en Salzburgo. Pero antes de que pudiera hacerse ningún arreglo al respecto, ella fue atacada por la parálisis infantil. De modo que permaneció en cama a lo largo de un año y murió el día de Pascua de 1935. No hizo el papel del ángel sino que, en realidad, se convirtió en uno. Después de su muerte, Berg no pudo terminar su propia ópera, Lulú. Compuso el Concierto para Violín y lo dedicó a la memoria de Manon."


Berg deseaba que el concierto reflejara en primer lugar la personalidad de Manon y luego su sufrimiento, muerte y transfiguración. Probablemente no es simple coincidencia que su idea fuera similar a la que subyace tras la Muerte y Transfiguración de Strauss. Ya que esta fue la única obra de Strauss que Berg respetó (los dodecafonistas tenían estas cosas...)

Mientras trabajaba en el concierto, Berg escribió a Willi Reich(el editor de sus obras) pidiéndole algunos corales de Bach. Berg deseaba incluir un coral debido a Manon. Reich envió la música y Berg descubrió que uno de los corales comenzaba con las últimas cuatro notas de la serie tonal con la que él estaba trabajando. Pudo así integrar el coral en el concierto de una manera lógica sin que la súbita aparición de la tonalidad en una obra dodecafónica pareciera arbitraria. El coral que eligió es ¡Es istgenug! ("¡Es suficiente!"). El texto dice: "¡Es suficiente! ¡Señor, si es Tu gusto, libérame de mi yugo! ¡Mi Jesús llega: ahora buenas noches, ¡oh mundo! ¡Estoy ascendiendo hacia la casa del cielo, seguramente allí estaré en paz; mi gran dolor queda aquí abajo. ¡Es suficiente, es suficiente!"

La obra de Berg comienza de un modo elemental: el solista toca las cuatro cuerdas abiertas del violín. Es como si el concierto creciera desde estos sonidos básicos del violín. La segunda parte del primer movimiento refleja la felicidad de Manon y su vivacidad. Hay secciones marcadas scherzando, wienerish (de un modo vienes), y rústico; hay ritmos de vals y figuras propias del canto tirolés y hay una verdadera canción folclórica de Carintia.

La primera parte del segundo movimiento es intencionalmente áspera y disonante a fin de describir la enfermedad de Manon. Luego se entona el coral de Bach como recuerdo de la muerte de la joven. Después de dos variaciones del coral, se recuerda la canción folclórica de Carintia con gran pathos y el trabajo termina tiernamente con el solo de violín elevándose hacia su registro más alto, que de este modo simboliza el ascenso de Manon al cielo.

Este retrato de Manon es lo que podría llamarse el programa público del concierto. Existen evidencias considerables en el sentido de que Berg también intentó un significado adicional y privado. En el Concierto para Violín, como en la mayoría de sus otras obras de madurez, se entregó a la numerología mística. Las marcas de los tiempos y las longitudes de las frases y de las secciones a menudo están determinadas por tres números "mágicos", el 23 (que fue su propio número fatídico), el 10 (que usó en varias obras para simbolizar a Hannah Fuchs-Robettin, la mujer con la que tuvo un affaire secreto durante los últimos 10 años de su vida) y el todavía no explicado número 28. Los cálculos que aparecen en los márgenes del manuscrito de Berg confirman su preocupación respecto de estos tres números. En particular, las variaciones sobre el coral de Bach están estructuradas de acuerdo a las longitudes de los compases de 10,23 y 28. ¿Por qué usaría Berg símbolos de su amor por Fuchs-Robettin en un concierto concebido como recuerdo a la memoria de Manon Gropius?...


Otro rompecabezas, según el erudito en Berg, Douglas Jarman, se refiere al texto (no oído) de la canción folclórica de Carintia que Berg cita. Ya que las palabras del coral de Bach son apropiadas para el concierto y ya que en otras obras de Berg los textos origínales de las citas siempre se refieren al significado de la música, ¿no es razonable suponer que el texto de la canción folclórica sea relevante? Sin embargo, las palabras de esta inocente canción nada tienen que ver ni con Hannah Fuchs-Robettin ni con Manon Gropius. Ellas hablan de una joven llamada Mizzi. Como suele suceder, hubo una Mizzi en la vida de Berg. Cuando tenía 17 años, el compositor tuvo un affaire con Marie Scheuchl, cuyo apodo fue Mizzi. Berg y Mizzi tuvieron una hija que nació en 1902.

Quizá la canción folclórica se refiere no sólo a la inocencia de Manon sino también, más secreta y específicamente, al primer amor de Berg. Quizás el secreto número 28 se refiere a Mizzi Scheuchl o a la hija ilegítima de ambos. Tal vez Berg identificó a su única hija, para la cual nunca pudo ser un verdadero padre, con Manon Gropius, a la que amó "como si hubiera sido su propia hija". Como el compositor puede haber presentido que el concierto sería su última obra, es probable que incluyera en él referencias ocultas a su verdadera hija y a su otra hija, así como también a sus amores primero y último, el que se recuerda (en una canción folclórica oída "como desde lejos") como una implicación debida a la inocencia de la juventud y el otro (tal como está simbolizado en las longitudes de la frase de las variaciones del coral en "Es Suficiente") teñido con el pathos de la muerte inminente.

Temiendo lo peor, Berg trabajó rápidamente. Sin embargo consultaba a menudo con Krasner. Más que hacer que Krasner ejecutara pasajes en los que el compositor había estado trabajando, Berg le pedía que improvisara durante horas. El compositor no parecía estar escuchándole, pero cada vez que el violinista se detenía, entraba en el cuarto y le urgía a continuar. De esta manera, Berg aprendió qué tipo de artificios técnicos llegaban a Krasner con más facilidad. Aun así, cuando el concierto estuvo terminado, el solista consideró que algunas partes eran demasiado difíciles. Berg estaba a punto de revisarlo, cuando Krasner le pidió que le concediera tiempo para trabajar sobre estos desafiantes pasajes. El violinista descubrió que podía dominarlos y al final nada se modificó.

La salud de Berg no era buena. Según su esposa: "Alban, en cama, enfermo y torturado por el dolor, trabajaba frenéticamente y sin interrupción para concluir la composición de su Concierto para Violín, Rehusando detenerse ni para comer ni para dormir, movía inexorablemente la mano afiebrada. 'Debo continuar', respondía a [mis] súplicas, 'no puedo detenerme, no tengo tiempo'."

El concierto quedó terminado en agosto. Berg tenía 50 años. En diciembre debió ser llevado al hospital. A pesar de las dos operaciones, no mejoró. Él trataba de mantener el buen humor por el bien de su esposa. El 23 de diciembre anunció: "Hoy va a ser un día decisivo." Murió poco después de la medianoche del día 24. Su máscara mortuoria fue tomada por Alma Mahler. El Concierto de Violín se convirtió en su propio réquiem.

Berg nunca escuchó el concierto que Krasner interpretó por primera vez en Barcelona en Marzo al año siguiente. El amigo más íntimo del compositor, Antón Webern, debió haber sido el director, pero este se encontraba demasiado perturbado por la muerte de Berg como para realizar los ensayos. Pasó los dos primeros de los tres ensayos programados trabajando sobre la apertura del concierto y dedicando largo tiempo a explicar detalladamente (en su español titubeante) las intenciones de Berg. Por último, Webern renunció, dejando a Hermán Scherchen un único ensayo para preparar las partes del concierto que los músicos ni siquiera habían leído todavía. Dos años más tarde, Webern le escribió a Scherchen: "¡Y pensar que absolutamente nadie me comprendió! Nadie comprendió cómo me sentía yo inmediatamente después de la muerte de Berg y que sencillamente no estaba a la altura de la tarea de dirigir el estreno de su última obra."

Para mí, Berg logró varias cosas. Su obra constituyó la manera más fácil de meterle mano al dodecafonismo, lo que sin duda me ha traido muchas alegrías. Su invención melódica lo hace inolvidable y, además, compuso dos óperas maestras. Pero ante todo, su concierto "a la memoria de un Ángel" es una cúspide del arte de este siglo, que envuelve la imperecedera música en un halo dramático y misterioso irresistible.
Que uds. lo disfruten.
:-)

Violin Concerto pt 2 - Frederieke Saeijs

lunes, 22 de diciembre de 2008

Una canción...y nada.

Sabes que estás solo,
pues no hay nadie que acompañe
el son de tu corazón,
ni una canción
que eleve tu ánimo,
de azul a violeta.

Sobre el ostinato,
dos notas
de las que penden tus recuerdos;
puedes elevar una sinfonía
un concierto de ternuras
y un amanecer de tristezas que huirán, al fin.
Sin confianza no hay nada,
nada...sólo acero y más acero.
Sin verte sé qué piensas,
sé que miras a través del ojo del tornado
en el que se ha transformado tu vida,
y en esa tierra que no es la tuya,
aunque estés cerca,
el frio cercena los huesos como la vida repta sin descanso,
buscándote...
Y yo persigo tu mirada a través de las palabras
que a veces tienes a bien regalarme,
desde el teléfono, en la pantalla de sueños
un mensaje que tritura lo que sueño y lo que vivo;
palabras que matan pero que son conducidas
por tu voz sanadora en un extraño y triste vaiven
que alucina mis sentidos y trastorna mis lunas
y que han quedado como el último resquicio,
una dosis de compasión
para continuar por esta senda tenebrosa.

¡Qué dificil es vivir queriéndote
tan lejos
tan frio
tan...imposible!

No quiero terminar de escribir lo que resta
sin un beso tuyo, amor de mi alma;
sin una caricia....No hay nada que hacer.
Aquí los espero, caricia, beso
no me moveré de este lugar.
Estaré donde siempre y como siempre;
No tardeis.

domingo, 21 de diciembre de 2008

"Críos nuestros" - 21/12/2.008

Cuando escribo esto, aún falta una semana para que el Real Madrid juegue contra el Barcelona. Hace unos años gané una porra en un diario barcelonés, aunque no me dieron nada por ello: fui el único que acertó que el Madrid perdería 0-3 ante su eterno rival, en Chamartín. No sé si este año se me solicitará otro pronóstico para el Camp Nou, pero, si así fuera, me temo que tendría que vaticinar un 5-0 a favor del Barça. Cuando ustedes lean esto el resultado ya será viejo, y nada desearía tanto como haberme equivocado. Pero mi equipo está tan desastroso, y el contrario juega tan bien últimamente, que casi ningún merengue puede escapar ahora mismo al pesimismo más absoluto. Si el Numancia y el Málaga (dos recién ascendidos) nos han metido tres goles cada uno, y el Real Unión (un Segunda B) seis en dos partidos de Copa, en realidad creo que me quedo corto con ese 5-0 por parte de Messi, Eto’o, Xavi y compañía.
Algo muy grave pasa en el Madrid, y va más allá de las actuales circunstancias. El equipo ha ganado las últimas dos Ligas, lo cual debería tener a la afición contenta y confiada, e incluso en la idea de que se ha iniciado un ciclo bueno que podría traer más títulos. Nada de esto sucede, sin embargo, y no creo que haya en la historia muchos precedentes de equipos triunfantes deprimidos y atemorizados. A los viejos madridistas nunca nos ha bastado con ganar sin más, menos aún de manera injusta o inmerecida. Chamartín es un estadio en el que se silba a los jugadores propios con el resultado a favor, si lo hacen mal, y en el que se aplaude a los rivales cuando han demostrado ser mejores (hace poco a Del Piero, antes a Ronaldinho o al Ajax al completo, hay muchos casos). Es también un lugar en el que se tiene poca paciencia con los futbolistas verdaderamente “nuestros”, es decir, de la cantera, y buena prueba de ello son los mil años que le ha costado a Guti, el de mayor calidad de la plantilla, ser aceptado y considerado imprescindible. Pero a la vez es un sitio en el que se necesitan esos jugadores “nuestros”. El Madrid ha combinado siempre grandes astros extranjeros con excelentes productos de la casa, y cuando éstos han sido la base del equipo ha habido un suplemento de incondicionalidad por parte de los aficionados, a los que no se engaña fácilmente: un club no es admirable porque disponga de dinero para comprar a las estrellas foráneas de turno; lo es también porque tiene ojo, porque sabe ver las posibilidades de niños y adolescentes y los cuida, los prepara y los lanza. Ahora se rememora a la Quinta del Buitre, al cumplirse veinticinco años de su aparición. Durante el tiempo en que el esqueleto del Madrid fueron Chendo, Sanchis, Martín Vázquez, Míchel y Butragueño, los madridistas los adoraron y los apoyaron más que nunca. No sólo porque fueran magníficos futbolistas y renovaran y alegraran el panorama, sino porque eran “nuestros críos” y deseábamos que triunfaran personalmente, además de para el equipo. Eso en cuanto a los adultos. Los niños se reconocían en ellos y veían posible emularlos.

En el fútbol actual se olvida demasiado a menudo el elemento de sentimentalidad que es consustancial a este deporte. Si quien es del Madrid, del Barça, del Atleti o del Bilbao no deja de serlo nunca, es en gran medida porque lleva la vida entera sintiendo que quienes saltan al campo son no “los nuestros”, pero sí “nuestros”, por nacimiento, formación o adopción. Y no se adopta a cualquiera venido de fuera, no es tan sencillo. En tiempos recientes nunca se sintió como “nuestros” a Figo ni a Ronaldo ni a Robinho ni casi a Beckham, ni desde luego a Mijatovic (que no se entiende a santo de qué ha adquirido tanto poder en el actual esquema del club, y encima para mal ejercerlo). Algo más a Laudrup, a Zidane y antes a Valdano, a los que, por así decir, se reconoció en seguida como propios. Depende de muchos factores, de la manera de ser, del estilo futbolístico, hasta de caer en gracia. Pero todos estaban arropados por muchachos aún jóvenes que en verdad eran de casa: Raúl, Guti y Casillas, últimamente. Los tres siguen en activo, pero los dos primeros ya divisan su retirada. Y mientras el Barça mantiene ese hilo vital de la continuidad e incorpora a canteranos todas las temporadas, el Madrid ha dejado marchar desde a Urzaiz y Eto’o hace años hasta a Mata, Negredo, Granero, Parejo y De la Red ahora (recomprado este último a golpe de talonario), que destacan en sus respectivos Valencia, Almería, Getafe y Queen’s Park Rangers, un Segunda División inglés en el que se foguea absurdamente el favorito de Di Stéfano -que no suele regalar elogios-, en vez de estar aquí en danza. En contra de la leyenda, los madridistas no nos conformamos con los extranjeros (menos aún si son tan horribles como Diarra o Drenthe): junto a Di Stéfano y Puskas tuvimos a Marquitos, Santisteban, Zárraga y Gento; y antes de Stielike, Breitner y Netzer tuvimos a Pirri, Serena, Grosso y el incomparable Velázquez. La mezcla ha sido esencial, como lo ha sido para cualquier club de verdadera altura. No creo que aquí nos sirviera el modelo Chelsea, Inter o Arsenal, en los que apenas hay jugadores locales. El Madrid ha sido otra cosa, y siempre hemos tenido sobre la hierba “críos nuestros”. Si Mijatovic o Schuster no lo entienden, más vale que se vayan (postdata: el segundo ya se ha ido). Y si es el Presidente Calderón el obtuso, que abandone, con mayor motivo. Y ya que Del Bosque está ocupado, ojalá vuelva Valdano.

JAVIER MARÍAS

El País Semanal, 21 de diciembre de 2008




mmm....demasiado fútbol Sr Marías...

;)

sábado, 20 de diciembre de 2008

Algunos poemas fantasmagóricos...

Walter de la Mare imagina el regreso de la amada desde el reino de los muertos...pero sin artificios melancólicos...
"El fantasma"
- Walter de la Mare


¿Quién golpea? Yo, quien fuera bella
más allá de todo sueño para regresar,
vengo de las raíces de la oscura espina más cercana
Y golpeo la puerta.

¿Quién habla? Yo... en un tiempo mi voz
tan dulce como el ave en vuelo,
cuando el eco acaricia las aguas;
Así te hablaba a tí.

¡Oscura es la hora! Ay, y fría.
Solitaria es mi casa. Ah, ¿y la mía?
Miro, toco, labios, ojos que destellan en vano.
Tanto tiempo muertos para mí.

Silencio. Una calma lánguida en la puerta
detiene la luz de las estrellas.
Una mano busca a tientas en la penumbra
sobre llaves, cerrojos y barrotes.

Un rostro mira con fijeza. La noche gris
en el caos de la ausencia brilló;
Sólo había allí un vasto dolor,
el dulce seno ausente.

__________
el espectro soñado por Lord Alfred Tennyson, acusado injustamente de agrio y malhumorado, sólo desea que lo dejen descansar en paz. Jiji...
"No vengas cuando esté muerto" - Lord Tennyson

No vengas cuando esté muerto
a derramar inocentes lágrimas sobre mi tumba,
a pisotear alrededor de mi cabeza caída.

Atormentar el infame polvo no nos salvará;
deja que el viento me acaricie y que las aves me lloren,
Pero tú, aléjate.

Niña, si esto fuera un error o un crímen,
poco me importa, siendo mi existencia maldita:
Enlaza tu mano con quien desees,
pues cansado estoy del Tiempo,
y mi único anhelo es descansar.

Pasa, corazón débil,
y abandona este lecho de tierra.
Aléjate, no retornes jamás.


__________
La bella dama Elenor, abatida por la pérdida de su Señor, recorre los lóbregos pasillos de la torre buscando una respuesta para silenciar su dolor. Envuelto en aquella penumbra, surgirá un espectro, un fantasma portando un siniestro obsequio....
"La hermosa Elenor" - Wiliam Blake

La campana dio la una estremeciendo la torre silenciosa.
Las tumbas entregan sus muertos: la hermosa Elenor
ha pasado junto al portal del castillo y, deteniéndose,
mira a su alrededor.
Un lamento sordo recorrió las siniestras bóvedas.

Gritó fuerte y rodó por los peldaños.
Sus mejillas pálidas dieron contra la roca yerta.
Nauseabundos olores de muerte
escapan como de un lóbrego sepulcro.
Todo es silencio, salvo el suspiro de las bóvedas.

La helada muerte retira su mano, y la doncella revive.
Asombrada se encuentra de pie,
y como ágil espectro, por estrechos corredores anda,
sintiendo el frío de los muros en sus manos.

Retorna la fantasía y piensa entonces en huesos,
en cráneos que ríen,
y en la muerte corruptora envuelta en su mortaja.
No tarda en imaginar hondos suspiros,
y lívidos fantasmas que por allí se deslizan.

Al fin, no la fantasía, sino la realidad,
atrae su atención. Un ruido de pasos,
de alguien que corre, se acercan. Ellen se detuvo
como una estatua muda, helada de terror.

El condenado se acerca gimiendo: "El mal está hecho;
toma esto y envíalo por quien fuere.
Es mi vida. Envíalo a Elenor.
¡Muerto está, pero clama tras de mí, sediento de sangre!"

¡Toma!, exclamó, arrojando a sus manos
un paño húmedo y envuelto. Luego huyó
gritando. Ella recibió en sus manos
la pálida muerte y le siguió en alas del espanto.

Atravesaron presurosos las rejas exteriores.
El desdichado, sin dejar de ulular, saltó el muro, cayendo al foso
y ahogándose en el cieno. La hermosa Ellen cruzó el puente
y oyó entonces un tétrica voz que preguntaba: ¿Lo has hecho?

Como herida y frágil gacela, Ellen corre
por la llanura sin caminos. Como aérea flecha nocturna
hacia la destrucción, desgarrando la oscuridad,
huye del terror hasta volver al hogar.

Sus doncellas la esperaban. Sobre su lecho cae,
aquel lecho de alegrías donde en otro tiempo su Señor
la abrazara.
¡Ah, espanto de mujer!, exclamó, ¡Ah, maldecido duque!
¡Ah, mi amado Señor! ¡Ah, miserable Elenor!

¡Mi Señor era como una flor sobre las sienes
del lozano mayo! ¡Ah, vida, frágil como la flor!
¡Oh, lívida muerte! ¡Aparta tu mano cruel!
¿Pretendes acaso que florezca para adornar
tus horribles sienes?

Mi Señor era como una estrella en lo alto de los cielos,
arrastrada a la Tierra mediante hechizos y conjuros;
mi Señor era como los ojos del día al abrirse,
cuando la brisa de occidente danza sobre las flores.

Pero se oscureció. Como el mediodía estival,
se nubló; cayó como el majestuoso árbol talado;
moró entre sus hojas el aliento de los cielos.
¡Oh, Elenor, débil mujer abatida por el infortunio!

Tras hablar así levantó la cabeza,
viendo junto a ella el ensangrentado paño
que sus manos trajeron. Entonces, diez veces
más aterrada, vio que sólo se desenvolvía.

Su mirada estaba fija. La sangrante tela se abre
descubriendo a sus ojos la cabeza
de su amado señor; amarillenta y cubierta
de sangre seca, la cual, tras gemir, así habló:

Oh, Elenor, soy lo que queda de tu Señor
que; mientras reposaba sobre las piedras
de la lejana torre,
fue privado de la vida por el miserable duque.
¡Un villano mercenario cambió mi sueño en muerte!

¡Oh, Elenor, cuídate del perverso duque!
No le des tu mano, ahora que muerto yazgo.
Tu amor busca quien, cobarde y al amparo de las sombras
invita rufianes para arrebatarme la vida.

Ella se dejó caer con miembros yertos,
rígida como la piedra.
Tomando la ensangrentada cabeza entre sus manos,
besó los pálidos labios. No tenía lágrimas que derramar.
La llevó en su seno y lanzó su último gemido.




miércoles, 17 de diciembre de 2008

La " ZONA FANTASMA" del 12 de octubre de 2008.

Figuraciones sólo nuestras

La tierra entera está llena de muertos. Unos tienen sus lápidas y sus nombres inscritos en ellas, otros nada. Muchos están enterrados en cementerios e iglesias, muchos también bajo el asfalto y en cunetas y campos, o allí donde cayeran. Probablemente no hay ciudad ni paisaje, si éste ha sido habitado, que no guarden en su profundidad restos humanos. Sobre ellos caminamos a diario ignorándolos y sin que nos quiten el sueño. En las guerras se han hecho siempre fosas comunes, y se ha sepultado con apresuramiento, lo mismo que durante las pestes y tras las grandes catástrofes. También las aguas -mares, ríos, lagos- albergan cadáveres, no todos salen a flote. Desde que la incineración se ha puesto de moda en nuestras sociedades, cenizas que una vez fueron hombres y mujeres andan esparcidas quién sabe dónde. Si en verdad creyéramos que los muertos se revuelven en sus tumbas, cada una de nuestras pisadas turbaría el descanso de alguno de ellos.

Las religiones, que sólo admiten la perduración del alma, se contradicen enormemente con su costumbre de venerar los restos. Las iglesias de España están llenas de supuestas reliquias de santos -una tibia, un fémur, una calavera, un brazo incorrupto, alguna momia completa y jibarizada- ante las que los fieles de siglos se han postrado, desconocedores de que la mayoría de esos despojos sagrados pertenecían en realidad a animales, como se va comprobando ahora, o en el mejor de los casos a "particulares" de épocas muy distintas de las que conoció cada mártir o santo. A una religión como la católica, que cree en la resurrección de la carne en un lugar no terreno, debería importarle poco lo que se hiciera de los cuerpos, que además tanto desprecia. A quienes no son creyentes -de esa religión ni de ninguna otra- debería importarles aún menos: cuando alguien se acaba, se ha acabado del todo excepto en la memoria, ya no está ni nos oye, y solamente la costumbre de dirigirnos a él y de tenerlo en cuenta -que tarda mucho en perderse, y a veces no se pierde nunca- justifica nuestras visitas al sitio en que fue depositado, y aunque le hablemos a una piedra, como han hecho con emotividad muchos personajes de John Ford en sus películas. Pero para eso no hace falta desplazarse ni entrar en ningún cementerio ni buscar ninguna tumba, uno puede "hablar" en casa con el recuerdo de cualquier difunto, y por supuesto puede oírlos responder en sueños de los que despertamos desconcertados, medio tristes y medio contentos.

Atribuir a los restos de las personas el deseo de estar en un sitio o en otro, o de yacer junto a sus seres queridos, se explica sólo como superstición o como "reflejo literario", y es una forma de religiosidad hasta en quienes no son religiosos, que a la postre resultan serlo: implica creer que hay algo más allá de la muerte y, lo que es más chocante, que está encerrado en los cadáveres. Todos fantaseamos con esas cosas, incluso cuando se trata de objetos inanimados: hace unos cuantos años vi en el escaparate lateral de una vieja tienda dos figuras de madera policromada. Una de ellas me gustó y entré a comprarla. Era una especie de edecán hindú con un bonito uniforme. Me lo llevé a casa, pero me pasé el día pensando que lo había separado del gaitero escocés -mucho más convencional y sin gracia- que llevaba acompañándolo en el estrecho escaparate quién sabía cuántos años. Puestos a imaginar disparates, se me ocurrió asimismo que tal vez era lo que los dos deseaban, perderse por fin de vista, por estar mal avenidos. Me pudo más, sin embargo, el temor a que se sintieran solitarios, y a la mañana siguiente me pasé por la tienda y me traje también al gaitero, que bien poco me atraía.

La misma puerilidad, salvando las distancias, hay en la fiebre recuperadora de huesos que se da en nuestro país actualmente, y que sólo afecta a los de la Guerra Civil, y no a los de ninguna otra, y bien que ha habido en España. Es una puerilidad respetable y que comprendo -cómo no voy a comprenderla si acabo de confesar una más grande-, pero, si admitimos las personificaciones de lo que ya no son personas, y nos atrevemos a suponerles deseos a los esqueletos y despojos, cabría imaginar, igualmente, que acaso no tengan ganas de ser perturbados ni desenterrados ni trasladados, ni de separarse de los demás desdichados que sufrieron la muerte con ellos, hace setenta o más años. Según esas figuraciones nuestras -porque son sólo nuestras, no de ellos-, ¿quién nos asegura que lo que quede de quien fue García Lorca no prefiere seguir junto a los restos del maestro y los banderilleros que lo acompañaron en el último tramo y quizá le infundieron entereza y ánimo? No sé. También un tío mío fue asesinado durante la Guerra en Madrid, por milicianos, cuando contaba diecisiete o dieciocho años. Pese a ser víctima de quienes la perdieron, nunca se lo encontró ni se sabe dónde fue enterrado. Ni mi madre ni sus demás hermanos se afanaron por buscarlo, según mi conocimiento, ni se angustiaron especialmente por ignorar su paradero. Tenían ya suficientes pena y angustia por saberlo muerto, en plena juventud y sin juicio ni culpa. Nunca lo he hablado con ellos, pero tal vez pensaron que no debían moverlo, ni separarlo de la joven compañera de estudios con la que iba por la calle cuando lo detuvieron, y que corrió su misma suerte. Si murieron juntos y confortándose, que permanezcan juntos sus huesos, donde quiera que se encuentren.

Todo

Todo el tiempo,
es poco
si por pensar en ti
las horas pasaran.
Todo el tiempo
no es nada,
si a cada recuerdo le siguiera
una canción con tu nombre y una llamada.
Todo el tiempo,
no significa más
ni menos, amor,
que más espacio para llenarlo de ti.

martes, 16 de diciembre de 2008

Incógnita

Te sientes bonita conmigo,
me gusta que te sientas así,
como eres;
más allá de las dudas y los satélites de la conciencia,
adoro sentir que amas mi manera de amarte,
que no estarás sola
y que tienes asegurado el éxtasis conmigo,
amor.
Se acabaron las dudas
se terminó la sed y la calamidad
el ansia de amar al hombre
y al condenado;
el querer dármelo todo
y sentirte llena de sombras
en la cúspide del volcán humeante.

Se acabaron las dudas.
No fallaré en el fin de amarte con cada gesto,
de amanecer contigo,
aunque sólo sea en sueños
sabes que sé cómo despejar la incógnita,
porque para mí, la "X" es de carne
y la solución soy yo.


"Una región ocultamente furibunda" - 14/12/2.008

Antes de nada, debo dar las más sorprendidas gracias a cuantos lectores de esta página han tenido la amabilidad, por vía directa o indirecta -a través de la sagaz procuradora cuyo nombre mencioné hace tres semanas, y a la que no sé si hice una faena con ello-, de ofrecerme sus máquinas de escribir o indicarme cómo podría hacerme con una del modelo que he empleado durante años y que ha dejado de fabricarse. No puedo aceptar los generosos ofrecimientos de los primeros, pues nunca estaría dispuesto a privar a nadie de algo de su propiedad, y en cuanto a las oportunidades que aparecen en Internet y sobre las que se me ha informado, se trata de Olympias de segunda mano, de cuyo funcionamiento no me puedo fiar enteramente, o bien habría que hacerlas venir desde Hong-Kong o Chile, y esto me parecería una extravagancia exagerada. Así que he optado por lo más sensato: comprar otro modelo, de otra marca, con el que aún no estoy escribiendo este artículo porque de momento hay una tecla que no me obedece y de la que dependen los márgenes y el interlineado. Ya veremos si logro doblegarla (a la tecla fundamental y rebelde), pero en todo caso un millón de gracias.

Eso sí, no me pregunten con qué diablos estoy escribiendo. Lo que sí puedo confesarles es que la semana pasada, al estar fuera de Madrid y en un sitio en el que era imposible comprar máquina alguna, no me quedó otro remedio que tomar prestado un ordenador de la casa en la que me alojaba y teclear con él, tanto el artículo de rigor como algunas líneas de una posible novela nueva (que si es no será larga, descuiden). El ordenador ha vuelto a no gustarme, lo siento; pero ya que lo tenía en mis manos durante unos días, aproveché para navegar un poco por Internet, por primera vez en mi vida o casi. Así, logré visitar por fin, al cabo de unos diez años desde su creación, la web que lleva mi nombre y que montó por propia iniciativa una lectora de Gijón, Montse Vega, a la que, visto lo visto, debo mucho más de lo que jamás podré devolverle. También me quedé admirado de que en la Red existan datos sobre todo lo habido y por haber, aunque demasiados no sean de fiar o estén equivocados. Es decir, aquello parece una enciclopedia de vastedad incomparable, pero de calidad muy dudosa y variable. Comprendo ahora de dónde salen muchas “documentaciones” de periodistas y -lo que es más grave- novelistas, y por qué tantos de éstos se atreven hoy a hacer novelas históricas sin saber nada sobre el periodo elegido antes de empezar a redactarlas.

Pero de todo esto estarán la mayoría de ustedes al cabo de la calle, y disculpen que les diga nada sobre mediterráneos que habrán descubierto hace siglos. Lo que más me ha desagradado, sin embargo, son los llamados blogs y foros, por algunos de los cuales me he dado un paseo. No entiendo que tantos escritores tengan un blog propio y le dediquen, por fuerza, numerosas horas de su tiempo, porque me parece equivalente a esto: uno va a un bar, se sienta a una mesa y habla de lo que sea, y a continuación está expuesto a que cualquiera coja una silla y le suelte a su vez su rollo o -con demasiada frecuencia- sus imprecaciones. O bien a esto otro: uno inicia una conversación telefónica particular, y cualquier individuo puede colarse en ella y opinar lo que le plazca o ponerle verde a uno. No sé, para mí sería una pesadilla tener que escuchar pacientemente a personas que no he elegido, y con las que en algunos casos no quisiera ni cruzar media palabra. ¿Cuál es la gracia de estas tertulias escritas? ¿Ver que uno provoca reacciones? ¿Tener la comprobación inmediata de que lo que expone no cae en el vacío? ¿Llevar una vida “interactiva” (y perdonen el adjetivo)? Debe de haber mucha gente solitaria, o que aguanta la soledad -ese gran bien- pésimamente. Pero lo que más me ha desagradado es el frecuente tono insultante de los comentarios y el veneno que a menudo destilan. Amparados en el anonimato cobarde de los llamados nicks, no hay asunto que no les merezca a unos cuantos blogueros toda suerte de improperios. No veo que se discuta ni argumente apenas, sino que más bien se lanzan denuestos y groserías como en las tabernas más zafias. Hay en este mundo, o eso parece, una desproporcionada cantidad de odiadores, o llámenlos negativistas, resentidos, amargados, venados. No tantos en los blogs o foros en inglés. En esa lengua la gente es más propensa a emitir sus opiniones, a discutir civilizadamente, a pedir una información o aportar otra interesante y útil. En los españoles, en cambio, veo una sobreabundancia de rabiosos y cabreados, de individuos a los que todo parece una mierda, o que dedican horas y horas a estudiar la obra de un autor, por ejemplo, con el solo ánimo de ponerla a caldo, en vez de abstenerse -como quizá sería lo lógico- de seguirla leyendo. También se lleva uno sorpresas en este mundo, y ve intervenir, con su nombre, a personas de las que se distanció hace años, sólo para comprobar que la edad no las ha hecho más sabias ni gratas sino todo lo contrario, que el gusto por despotricar sin razones les ha ido en aumento y que ni siquiera han variado sus obsesiones durante tan larga ausencia. No sé, pero asomarse a esa inmensa taberna que son los blogs y foros de Internet, en España, le hace tener a uno la sensación de vivir en una región ocultamente furibunda, en la que más vale no entrar, si es posible.

JAVIER MARÍAS

El País Semanal, 14 de diciembre de 2008

sábado, 13 de diciembre de 2008

"Una canción en la tormenta " - Kipling.

1914-18

Asegúrate bien de que a tu lado peleen
los océanos eternos, aunque esta noche
el viento en contra y las mareas
nos hagan su juguete.
A fuerza de tiempo, no de guerra,
en medio del peligro nos guiamos:
Sea bienvenida entonces la descortesía del Destino
dondequiera que aparezca
en todo tiempo de angustia y también
en el de nuestra salvación,
el juego vence siempre al jugador
y el barco a su tripulación.

De la niebla salen rumbo a la tiniebla
las olas que brillan y se encrespan.
Casi estas aguas sin conciencia se comportan
como si tuviesen alma-
casi como si hubieran pactado sumergir
nuestra bandera debajo de sus aguas verdes:
sea bienvenida entonces la descortesía del Destino
dondequiera que pueda verse, etc.

Asegúrate bien, a pesar de que las olas y el viento
en reserva guardan ráfagas aún más poderosas,
que los que cumplimos las guardias asignadas
ni por un instante descuidemos la vigilancia.
Y mientras nuestra proa flotando rechaza
cada carrera frustrada de las olas,
canta, sea bienvenida la descortesía del Destino
dondequiera que se desvele, etc.

No importa que sea barrida la cubierta
y se rompan la arboladura, el maderamen-
de cualquier pérdida podremos sacar provecho
salvo de la pérdida del regreso.
Por eso, entre estos Diablos y nuestra astucia
deja que la cortesía de las trompetas suene,
y que sea bienvenida la descortesía del Destino,
dondequiera que se encuentre, etc.

Asegúrate bien, aunque en poder nuestro
nada quede para dar
salvo sitio y fecha para encontrar el fin,
y deja de esforzarte por vivir,
que hasta que éstos se disuelvan, nuestra Orden se mantiene,
nuestro Servicio aquí nos ata.
Sea bienvenida entonces la descortesía del Destino,
dondequiera que aparezca,
en todo tiempo de angustia y también
en el de nuestro triunfo,
el juego vence siempre al jugador
y el barco a su tripulación.



Es curioso. Kipling murió con el pesar de no ver reconocida su obra poética; el intento postrero de T.S. Eliot por rehabilitarle en ese sentido, resultó infructuoso.
Sin embargo, nadie puede cuestionar su valía como gran contador de historias, un Tusitala moderno, que a caballo entre dos siglos, supo transmitir emoción, entusiasmo... y cordura para entender que la hermosa convivencia intercultural sería fundamental para el desarrollo del mundo.
Fue un escritor adorado por todo tipo de lectores, que emociona profundamente en cada lectura y que ha dejado himnos para la historia de la humanidad. Y es que no puedo leerlo sin pensar en él como en un titán que se alza ante y entre todos. Una fuerza de la naturaleza.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

El hijo muerto


Estás postrada, mujer,
a los pies de tu hijo muerto...
Y no sabes por qué.
Te encuentras sola, mujer,
a los pies del amado,
creció en tu vientre,
lo regalaste al mundo
para morir,
como hoy, a tus pies
Fue especial sólo para ti,
y un puñado de personas
de buen corazón. Era tu hijo,
ahora lo es, mas muerto
no te sirve para sonreir...
Tus rodillas magulladas
no soportan el peso
de la tristeza,
que te envenena el alma.
Tus ojos, idos, fuera del mundo
no miran, no viven, se pierden solos
en el cosmos...
el cosmos solo, sin él...
Sólo tú, las amapolas,
y una calavera.
Muere tú ahora, mujer...
vive y muere.

Warcry - "Aire"

Una de las mejores canciones del que se está convirtiendo en uno de los grandes grupos heavys de España.




Sólo otra noche, una más,
de vuelta hacia el hogar, otra discusión...

Desde unos meses atrás,
yo no encontraba solución...
mas el destino lo encontró.

Y no lo ví, no lo esquivé... perdí el control, me desmayé.
No te encontré al despertar... sólo ví fuego en la oscuridad.

Me arrastraba hacia la luz,
cuando alguien me sujetó...
nada hay que hacer.

El coche ardía, y entendí que él a mí me despedió...
y tu ardías dentro de él.

Quiero volver, dar marcha atrás...
quiero besarte una vez más.
Si en ese cielo existe un Dios,
dime por qué él se la llevó.

Y me quema... me quema... me quema el aire!!!!!
cuando intento respirar; los malos momentos
ya no puedo recordar, y presiento que se los llevó.
Pero no comprendo... ¿por qué ella sí y yo no?

lunes, 8 de diciembre de 2008

Nota


La sangre de mis muñecas
regaba el cielo de tristezas
y tú, reías de miedo ante la noche
que nos esperaba.
Nerviosa brotaba la cordura
y la pisamos, sin querer, por culpa
de la oscuridad de sangre
que nos envolvía.
Yó, solo, y tú en mi alma,
sentándome triste, a su lado
como una estatua de pies molidos
y ojos sin alma...

Hoy he probado de nuevo
el aire que me despertó aquel día,
el día del simulacro de vida
de la tragedia sin suerte
del intento fracasado de amarte
a través de mi propia muerte.

domingo, 7 de diciembre de 2008

"Caminatas gratas y un mal asunto" - 07/12/2.008

Antes de empezar a dar aquí la lata todos los domingos -dentro de poco se cumplirán seis años-, me pasé otros ocho haciéndolo en otro sitio, y allí tenía como vecino de página a Arturo Pérez-Reverte. Como aún recuerda alguna gente, solíamos gastarnos bromas de una columna a otra, y lo curioso es que entonces no nos conocíamos apenas; en persona, quiero decir. De hecho fue a raíz de aquellas joviales escaramuzas periodísticas como comenzamos a tratarnos y a forjar lo que algunos amigos suyos y míos consideran una extraña amistad, al no ver muchas afinidades entre nuestras respectivas literaturas y admiraciones. Sea como sea, de aquel largo periodo nos ha quedado, supongo, cierta costumbre de gastarnos nuevas bromas, pese a que ahora sus lectores no vean las mías ni los míos las de él, a menos que unos y otros compren los domingos los dos distintos suplementos en que colaboramos. Lo cierto es que el Capitán Alatriste ya me ha metido en un par de líos o tres, porque de cada caminata que damos juntos saca un artículo, en el que, claro está, cuenta las cosas a su manera. Hace ya algún tiempo relató una conversación que mantuvimos un anochecer primaveral en el que nos dio -qué quieren- por fijarnos en los atuendos y andares de las mujeres con las que nos cruzábamos, las cuales no salieron en general bien paradas a nuestro humilde y arbitrario criterio, que nadie tenía por qué tomarse en serio ni pensar que valía más que el de cualquier otro viandante. Pero fueron muchas las mujeres que absurdamente se dieron por aludidas y nos afearon nuestra charla y nuestra actitud, y hasta hubo una iniciativa internética de recogida de firmas para que nos empapelaran por un “delito de opinión”, si mal no recuerdo. En todo caso el Duque de Corso, con su columna imprudente, me hizo quedar fatal y recibir unos cuantos palos que no me había buscado. Y ya me busco yo bastantes por mi cuenta.

Ahora me la ha vuelto a jugar. Como ha contado en su pieza “Los fascistas llevan corbata”, volvíamos un jueves de la Academia, a cuyas sesiones me he empezado a asomar, y por ese motivo llevábamos ambos corbata, prenda a la que ni él ni yo tenemos la menor afición. Íbamos, en efecto, cargados con bolsas llenas de sobres y libros que la gente envía a la sede de la Academia y que acabábamos de recoger. Yo iba hacia mi casa y él hacia su coche, estacionado en la zona. De pronto nos topamos con una manifestación de inmigrantes, a la altura de la calle Carretas. Imposible saber qué reclamaban, no les suelen faltar motivos de queja. Aprovechamos un claro para atravesarla, con toda tranquilidad, y cuando ya habíamos pasado, oímos una voz que gritaba: “¡PP, fascistas, cabrones!” Lo último que se me ocurrió fue darme por aludido, pero Don Arturo (como lo he de llamar en las sesiones académicas, gratificantemente formales), quizá porque va por la vida ojo avizor, mientras que yo voy en las nubes y sin ver nunca a nadie, se volvió al instante y exclamó, refiriéndose a un individuo de aspecto aindiado: “¡Diantre, a fe mía parbleu y voto a bríos!” Siempre ha sido un afrancesado. “¡Nos lo ha dicho a nosotros!” Yo le contesté, medio en la inopia: “¿Tú crees? No creo. Como no sea por las corbatas …” Él se quedó taladrando con la mirada al insultador, que no nos hizo ni puto caso, lo cual me reafirmó en mi opinión de que su grito no nos iba dirigido. Pero Don Arturo o la Fuerza del Sino insistió: “Sí, sí, iba por nosotros, hay que se foutre, mon vieux“. Yo comenté que en los primeros meses de la Guerra Civil, en Madrid, a mi abuelo Marías, republicano convencido pero señor muy pulcro con su cuidada barba blanca y su corbata siempre puesta, algunos milicianos se atrevían a reprocharle el uso de esta prenda, y que él, ni corto ni achantado, les echaba buenos rapapolvos a aquellos aguerridos, por su simpleza y su osadía. Eso fue todo. Pero si se molestan en buscar el artículo de mi colega, verán cuán dado es a los lances de espada, en la vida real como en la imaginativa.

Si el Capitán tuvo razón, sin embargo, sería la segunda vez que me llaman fascista en poco tiempo, lo cual da que pensar. A lo largo de mis casi catorce años de columnista fijo, y de mis treinta de articulista ocasional, a menudo se me ha tildado de “rojo asqueroso” y de peores cosas, en la misma gama. “Facha recalcitrante”, como se me ha largado recientemente en una carta biliosa y anónima, en la que se me deseaba que me pudriera “en un pozo de mierda” cuando llegue mi hora, nadie me lo había llamado jamás. ¿El motivo? Un artículo de hace poco en el que, mostrando mi respeto por quienes desean desenterrar a sus muertos de la Guerra Civil y darles mejor sepultura, no me abstenía de señalar que había un elemento de puerilidad y superstición en ello, al menos para quienes no somos religiosos ni creemos que las personas perduren en sus reliquias y huesos. No sé. Durante muchos años, en nuestro país, los únicos que han mandado cartas cobardes y anónimas (a mí, por lo menos), y han insultado a lo bestia, y han practicado la demagogia hasta decir basta, han sido individuos de extrema derecha y algún enfermo de nacionalismo. Mal asunto que ahora empiece a hacerlo también descerebrada gente de izquierda, y que los destinatarios de sus injurias seamos los mismos que recibimos las de sus supuestos y descerebrados contrarios; o que un inmigrante vuelva a asociar unas corbatas con el fascismo.

JAVIER MARÍAS

El País Semanal, 7 de diciembre de 2008


Aquí dejo la versión Revertiana...


LOS FASCISTAS LLEVAN CORBATA

Cuando digo que este país es una mierda, algún lector elemental y patriotero se rebota. Hoy tengo intención de decirlo de nuevo, así que vayan preparando sellos. Encima hago doblete, pues voy a implicar otra vez a Javier Marías, que tras haberse comido el marrón de mis feminatas cabreadas, acusado de machista –¿acaso no se mata a los caballos?–, va a comerse también, me temo, la etiqueta de xenófobo y racista. Y es que, con amigos como yo, el rey de Redonda no necesita enemigos.

Madrid, jueves. Noche agradable, que invita al paseo. Encorbatados y razonablemente elegantes, pues venimos de la Real Academia Española, Javier y yo intentamos convencer al profesor Rico –el de la edición anotada y definitiva del Quijote– de que el hotel donde se aloja es un picadero gay. Lo hacemos con tan persuasiva seriedad que por un momento casi lo conseguimos; pero el exceso de coña hace que, al cabo, Paco Rico descorne la flor y nos mande a hacer puñetas. Que os den, dice. Y se mete en el hotel. Seguimos camino Javier y yo, risueños y cargados con bolsas llenas de libros. Bolsas grandes, azules, con el emblema de la RAE. Cada uno de nosotros lleva una en cada mano. Así cruzamos la parte alta de la calle Carretas, camino de la Plaza Mayor.

Imaginen –visualicen, como se dice ahora– la escena. Capital de España. Dos señores académicos con chaqueta y corbata, cargados con libros, hablando de sus cosas. Del pretérito pluscuamperfecto, por ejemplo. En ese momento pasamos junto a dos individuos con cara de indios que esperan el autobús. Inmigrantes hispanoamericanos. Uno de ellos, clavado a Evo Morales, tiene en las manos un vaso de plástico, y yo apostaría el brazo incorrupto de don Ramón Menéndez Pidal a que lo que hay dentro no es agua. En ésas, cuando pasamos a su altura, el apache del vaso, con talante agresivo y muy mala leche, nos grita: «¡Abajo el Pepé!… ¡Abajo el Pepé!». Y cuando, estupefactos, nos volvemos a mirarlo, añade, casi escupiendo: «¡Cabrones!».

Me paro instintivamente. No doy crédito. «¡Pepé, cabrones!», repite el indio guaraní, o de donde sea, con odio indescriptible. Durante tres segundos observo su cara desencajada, considerando la posibilidad de dejar las bolsas en el suelo y tirarle un viaje. Compréndanme: viejos reflejos de otros tiempos. Pero el sentido común y los años terminan por hacerte asquerosamente razonable. Tengo cincuenta y siete tacos de almanaque, concluyo, voy vestido con traje y corbata y llevo zapatos con suela lisa de material. Mis posibilidades callejeras frente a un sioux de menos de cuarenta son relativas, a no ser que yo madrugue mucho o Caballo Loco vaya muy mamado. Sin contar posibles navajas, que alguno es dado a ello. Además tiene un colega, aunque nosotros somos dos. Podría, quizás, endiñarle al subnormal con las llaves en el careto y luego ver qué pasa con el otro; pero acabara la cosa como acabara –seguramente, mal para Marías y para mí–, incluso en el mejor de los casos, con todo a favor, hay cosas que ya no pueden hacerse. No aquí, desde luego. No en este país miserable. Imaginen los titulares de los periódicos al día siguiente: «El chulo de Pérez-Reverte y el macarra de Marías se dan de hostias en la calle con unos inmigrantes». «Xenofobia en la RAE.» «Dos prepotentes académicos racistas, machistas y fascistas apalean salvajemente a dos inmigrantes.» Aunque aún podría ser peor, claro: «Marías y Reverte, apaleados, apuñalados e incluso sodomizados por dos indefensos inmigrantes».

Marías parece compartir tales conclusiones, pues sigue caminando. A envainársela tocan. Lo alcanzo, resignado, y llegamos a la Plaza Mayor rumiando el asunto. «Es curioso –dice pensativo–. A mí tío, republicano de toda la vida, lo insultaban por la calle, durante la República, por llevar corbata.» Yo voy callado, tragándome aún la adrenalina. Quién va a respetar nada en esta España de mierda, me digo. Cualquier analfabeto que llegue y vea el panorama, que oiga a los políticos arrojarse basura unos a otros, que observe la facilidad con la que aquí se calumnia, se apalea, se atizan rencores sociales e históricos, tiene a la fuerza que contagiarse del ambiente. Del discurso bárbaro y elemental que sustituye a todo razonamiento inteligente. De la demagogia infame, la ruindad, el oportunismo y la mala índole de la vil gentuza que nos gobierna y nos envenena. Ésta es casa franca, donde todo vale. Donde todos tenemos derecho a todo. Cualquier recién llegado aprende en seguida que tiene garantizada la impunidad absoluta. Y pobre de quien le llame la atención, o le ponga la mano encima. O tan siquiera se defienda.

Así que ya saben, señoras y caballeros. Ojito con las corbatas y con todo lo demás cuando salgan de la RAE, o de donde salgan. Nos esperan años interesantes. Tiempos de gloria.


ARTURO PÉREZ-REVERTE.

El Semanal, 16 de noviembre de 2008

viernes, 5 de diciembre de 2008

E.Montejo - "Lo nuestro"


Tuyo es el tiempo cuando tu cuerpo pasa
con el temblor del mundo,
el tiempo, no tu cuerpo.
Tu cuerpo estaba aquí, tendido al sol, soñando;
se despertó contigo una mañana
cuando quiso la tierra.

Tuyo es el tacto de las manos, no las manos;
la luz llenándote los ojos, no los ojos;
acaso un árbol, un pájaro que mires,
lo demás es ajeno.
Cuanto la tierra presta aquí se queda,
es de la tierra.

Sólo trajimos el tiempo de estar vivos
entre el relámpago y el viento;
el tiempo en que tu cuerpo gira con el mundo,
el hoy, el grito delante del milagro;
la llama que arde con la vela, no la vela,
la nada de donde todo se suspende
–eso es lo nuestro

martes, 2 de diciembre de 2008

Fruta madura

Tu estabas desnuda
y yo lancé mis ojos a tu abismo,
y mientras resbalaban
por la saliva,
que era mía, pero estaba en ti,
besaba cada centímetro de tu anatomía
desesperado y loco de fiebre;
realzado por el deseo
y a punto de reventar...mujer,
que seduces mis sentidos
mientras me miras,
agachada la cabeza,
agarrando el borde de tu falda
como el prisionero se aferra
a los barrotes de la cárcel
en la que expía un último pecado.

No veo nada,
estoy perdido.
Me tienes sin sentido
y dulce
como fruta madura...