martes, 31 de agosto de 2010

Sigur Ros - Viorar Vel Til Loftarasa



Uno de los videoclips más hermosos que he visto.
Viðrar vel til loftárása (Islandés: Buen tiempo para un ataque aéreo )

"If death is kind" - Sara Teasdale (1884-1933)

If death is kind

Perhaps if Death is kind, and there can be returning,
We will come back to earth some fragrant night,
And take these lanes to find the sea, and bending
Breathe the same honeysuckle, low and white.

We will come down at night to these resounding beaches
And the long gentle thunder of the sea,
Here for a single hour in the wide starlight
We shall be happy, for the dead are free.


Si la muerte es amable

Si tal vez la muerte es amable, y puede que haya un retorno,
volveremos a la tierra alguna noche fragante,
y tomaremos estos caminos para encontrar el mar, y doblando
respirar la misma azalea, baja y blanca.

Bajaremos de noche a esas playas resonantes,
y al largo, suave trueno del oceano,
aquí por una sóla hora en la ancha luz de las estrellas
seremos felices, pues los muertos son libres.


Sara Teasdale, amigos. Merece la pena, de verdad.

Me estallará la cara. 29 /08/ 2010.

Uno de los mayores inconvenientes de cumplir años, que rara vez se menciona, es la creciente vergüenza que uno va pasando. Le cabe siempre la duda de si la culpa es suya, por no saber adaptarse a los nuevos usos y tiempos, o si lo es de éstos, es decir, si los que le ha tocado vivir en su edad madura son particularmente grotescos y zafios. En modo alguno descarto la primera posibilidad, pero, sea como sea, me voy dando cuenta de que cada vez soporto menos ver la televisión y leer la prensa, lo cual es grave para quien, por mor de estos artículos (ya ven qué antiguo: ¿quién emplea hoy esa expresión? Y aún es más, ¿cuántos la entienden?), no tiene más remedio que estar al tanto de lo que ocurre. La televisión y la prensa carecen de culpa, claro está, sólo son los mensajeros; o, bueno, quizá sí tienen alguna, en la medida en que indefectiblemente dan cancha y se ocupan de todas las sandeces imaginables. A menudo me pregunto cómo es que sus responsables no se plantan nunca ante la enésima iniciativa idiota -concebidas casi todas precisamente para conseguir “eco mediático”- y dicen: “Esto es una majadería y no tiene cabida como noticia; es más, es una trampa que se nos tiende, no caigamos en ella: nos ahorraremos unas cuantas si sus fautores comprueban que no siempre bailamos a su son ni les hacemos caso”. (Ya sé, ya sé: “fautores”.)

Lo cierto es que, con o sin trampa, cada vez padezco más vergüenza, y, al paso que vamos, no quiero ni imaginar mi grado de sonrojo si vivo otros veinticinco o más años. Huelga hablar de la que me provocan nuestros políticos, en quienes no se sabe qué admirar más, si las memeces y desfachateces que la mayoría suelta de continuo o el lenguaje estropajoso, casi inarticulado, que emplea para soltarlas. Esa vergüenza ya se da por descontada: uno no puede pretender que sean más listos o decentes de lo que son, pero no estaría de más que, antes de lanzarse a vomitar declaraciones, recibieran unas pocas lecciones de sintaxis, gramática y dicción castellanas. Lo peor no es eso, sino lo que se muestra en las noticias “inocuas”. Veo que en un pueblo aragonés la plaza va a llenarse por primera vez en años porque en no sé qué espectáculo innominado -no una digna y codificada corrida- va a medirse con los mozos un vetusto toro llamado Ratón, cuyo mérito estriba en haberse cargado a un hombre en una anterior charlotada. Aparecen babeantes vecinos, entre ellos alguna joven descerebrada que a punto del éxtasis exclama: “¡Ay, estoy loquita, loquita por verlo!” A los pocos días me entero de que Plácido Domingo ha actuado en una ópera en el Teatro Real de Madrid, y de que el público de ese lugar en teoría educado no se ha limitado a aplaudirlo durante más de veinte minutos, sin duda en busca de algún estúpido récord, sino que ha coronado su ovación cantándole “Campeones, oé, oé” desde el patio de butacas. No sé qué me produjo mayor vergüenza, si eso o el propio Domingo dando verónicas con su manto en el escenario. Por las mismas fechas veo la ascensión al Tourmalet durante el Tour de Francia, y estoy a punto de apagar la televisión, sin enterarme del desenlace, por no soportar la contemplación de la caterva de oligos que impiden avanzar a Contador y Schleck, o bien ansían derribarlos: unos van disfrazados de bandera, otros de Batman o de Superratón, otros van casi desnudos, buena parte son vejetes y una parte aún mayor son unos gordos que hacen bambolearse al sprint sus deprimentes carnes (claro está, sprints muy breves).

Pocos días después me dan vergüenza las colas -de hasta siete mil personas por achicharrante jornada- que se forman en la Puerta del Sol para hacerse una foto junto a la Copa del Mundo de fútbol, o su réplica. Pero no es menor la que me ocasiona la aparición de cinco actrices que “interpretan” no sé qué obra clásica en el Teatro de Mérida, recitando todo el texto al unísono y haciendo aspavientos pueriles, como si fuera una función de colegio. A continuación se me enseña a un montón de individuos que, para reclamar más carriles bici, han decidido montarse en las suyas y recorrer las calles… desnudos. No sólo no veo la necesidad, no sólo son unos copiones (la gente hoy se desnuda para protestar contra cualquier cosa o para que la fotografíe en masa un farsante), sino que me da enorme grima figurarme los sillines tras la passeggiata pedaleante. Más tarde se presenta en Marbella o por ahí Michelle Obama, y lo que me causa indescriptible bochorno no es ya la actitud hortera, aldeana, agobiante e innoble de la multitud que la persigue por donde quiera que vaya y que le vocea “¡Eh, Michel!” como si fuera una vecina suya de toda la vida, sino los codazos entre políticos y empresarios indignos para hacerse una miserable foto a su lado, la pasta que pagan para poder decir que han “compartido” cena con ella, sus disputas sobre la pedanía que pisan los pies consortes presidenciales, y, sobre todo, el comportamiento de nuestros medios: he visto abrir las noticias de TVE y otras cadenas con esas imágenes peronistas o franquistas, las mismas que han ilustrado las portadas de periódicos supuestamente no folklóricos. Insisto: seguramente la culpa sea mía y sólo mía, por educado a la antigua, pero no veo posible aguantar veinticinco o más años con un permanente rubor en las mejillas, y en aumento. A este paso, no se me caerá: me estallará la cara.

JAVIER MARÍAS

El País Semanal, 29 de agosto de 2010

jueves, 26 de agosto de 2010

Fernando Pessoa - "Me da lástima de las estrellas"



Me da lástima de las estrellas
luciendo hace tanto tiempo,
hace tanto tiempo...
Me da lástima de ellas.

¿No habrá un cansancio
de las cosas,
de todas las cosas,
como de las piernas o de un brazo?

Un cansancio de existir,
de ser,
sólo de ser,
el ser triste brillar o sonreír...

¿No habrá, en fin,
para las cosas que son,
no la muerte, mas sí
otra suerte de fin,
o una gran razón—
cualquier cosa así
como un perdón?


Fotos: Devianart

miércoles, 18 de agosto de 2010

Las "Variaciones Enigma" de Elgar.

Variaciones Enigma de Edward Elgar fue su primera obra de importancia. En realidad fue la primera pieza orquestal grande e importante realizada por un compositor británico. La composición sirvió para llevar la música orquestal inglesa a un nivel de distinción internacional, justo a tiempo para el siglo XX.

Es adecuado que estas Variaciones se conozcan como Enigma, ya que varios misterios la rodearon en su primera interpretación. En la nota para el programa del estreno, Elgar estimuló la curiosidad de sus oyentes con un acertijo: "No explicaré el enigma su ‘oscuro decir’ debe permanecer inimaginado y les advierto que la aparente conexión entre las Variaciones y el tema a menudo es de la textura más sutil; además, a través y por encima de todo el conjunto va otro tema más grande, pero no se ejecuta... De manera que el tema principal nunca aparece, igual que en algunos dramas recientes -por ejemplo, L'Intruse y Les Septprincesses de MaeterÜnck- el personaje principal nunca está en el escenario"
Los bosquejos de la magna obra se remontan al otoño de 1898. Fue terminada el 19 de febrero de 1899. Hans Richter dirigió el estreno el 19 de junio de 1899, en Londres. Posteriormente Elgar revisó la pieza, ampliando el final. Las revisiones quedaron concluidas alrededor del 12 de julio de 1899.

La gente se ha estado preguntando por la identidad del tema del enigma más allá de los límites de lo que importa. Algunos estudiosos sugirieron que Elgar llamaba "tema", no a una melodía, sino más bien a una idea de programa o filosófica. Sus amigos, sin embargo, insistían en que había una verdadera tonada involucrada.
El compositor contó el secreto sólo a tres personas, las cuales se lo llevaron a la tumba. Al final de su vida, Elgar admitió que el tema "era tan famoso que resultaba extraño que nadie lo hubiera descubierto". Esta afirmación impulsó a varios músicos a tratar de hacer coincidir melodías populares en contrapunto con el tema de la variación. Se descubrió que servían para ello tonadas de Wagner, Mozart, Chopin y Leoncavallo, así como God Save the Queen, Pop Goes the Weasel, y Auld Lang Syne. Un amigo del compositor, que conocía bien la inclinación de Elgar a los acertijos y las bromas pesadas, sugirió que simplemente estaba jugándole una broma a la posteridad, proclamando que había una melodía escondida cuando en realidad no la había. Si esta sugerencia es cierta, Elgar debe ser felicitado por haber logrado mantener a varias generaciones de musicólogos en una búsqueda inútil.

Existe un segundo enigma. Puesto que el compositor reveló la referencia de programa de cada variación, ¿cuál es exactamente el significado del tema? Elgar finalmente reconoció, aunque no públicamente, que él mismo era el sujeto del tema. Realmente, como lo señala el biógrafo de Elgar, Michael Kennedy, las cuatro notas de la apertura del tema parecen un arreglo natural de las sílabas "Edward Elgar". Además, en su obra posterior, The music makers, Elgar cita este tema para ilustrar la soledad del artista creativo.

Un tercer enigma se refiere a la identidad de los amigos descritos en las variaciones. La partitura está dedicada a "mis amigos retratados en ella".
Cuando estaba terminando la obra, Elgar escribió: "He terminado un conjunto de variaciones sinfónicas (tema original) para orquesta decimotercero en número (pero llamo al final al decimocuarto, debido a la mala suerte que se adjudica al número 13). En las Variaciones he bosquejado retratos de mis amigos -una idea nueva, creo- es decir que en cada variación he considerado al tema a través de la personalidad (por así decirlo) de otro fulano." Cada variación tiene un prólogo con las iniciales o el sobrenombre del amigo al que describe. Inicialmente Elgar se negó a revelar quiénes eran cada uno de los amigos, agravando de este modo los misterios. Sin embargo, posteriormente publicó una explicación extensa:

Enigma (andante). Como el tema es un "enigma", Elgar no da ninguna explicación.

Variación I. C.A.B. (andante). La esposa del compositor, C. Alice Elgar, está retratada en "una prolongación del tema con lo que deseo que sean agregados románticos y delicados".

Variación 2. H.D.S.-P. (allegro). Este amigo es Hew David Steuart-Powell, un pianista con el que Elgar acostumbraba interpretar música de cámara. "Su característico repaso diatónico por encima de las teclas antes de empezar a tocar está aquí parodiada con humor en los pasajes de semicorcheas; ellos deben sugerir una tocata, pero cromática más allá del gusto de H.D.S.-P."

Variación 3. R.B.T. (allegretto). Esta variación es una caricatura de Richard Baxter Townshend, cuya voz baja, profundamente resonante, está retratada por el fagot. La variación se refiere a “la presentación por parte de R.B.T. de un hombre viejo en algunas funciones teatrales de aficionados -la voz baja huyendo de vez en cuando al timbre de 'soprano'”.

Variación 4. W.N.B. (allegro di molto). El sujeto es William Neath Baker, "un terrateniente, caballero y estudioso. En los días de los caballos y los carruajes, era más difícil que en nuestros días de la gasolina disponer los carruajes del día para atender a un gran número de invitados. Esta Variación fue escrita después de que el anfitrión, con una tira de papel en la mano, lee en voz alta, forzosamente, los arreglos para el día y apresuradamente sale de la habitación con un golpe ruidoso e involuntario de la puerta... [Hay] algunas sugerencias de la actitud suavemente burlona de los invitados".

Variación 5. R.P.A. (moderato). Richard Penrose Arnold era el hijo del poeta Matthew Arnold. El joven Arnold "era un gran amante de la música, que interpretaba (en el pianofor­te) de un modo autodidacta, evaluaba las dificultades pero sugería de modo misterioso el sentimiento verdadero. Su conversación formal era permanentemente interrumpida por comentarios antojadizos y ocurrentes".

Variación 6. Ysobel (andantino). Este era el apodo que Elgar le puso a Isabel Fitton, que estudió violín con él. Ella cambió a la viola, de ahí la forma en que se destaca este instrumento en esta variación. La apertura es un 'ejercicio' para cruzar las cuerdas de través -una dificultad para los principiantes-. El compositor era completamente consciente de los encantos de Ysobel y estaba muy prendado de su belleza, de modo que la variación es "melancólica y, por un momento, romántica".

Variación 7. Troyte (presto). Arthur Troyte Griffith era un arquitecto que tenía el don de decir lo inesperado -de ahí los ritmos cruzados de esta variación-. Esta sección no es tanto un retrato como un recuerdo de "los ensayos torpes de Troyte para tocar el pianoforte; luego el ritmo fuerte sugiere los intentos del instructor (E.E.) para imponer algo semejante al orden sobre el caos y los 'portazos' desesperados del final registran que el esfuerzo ha sido en vano".

Variación 8. W.N. (allegretto). Winifred Norbury y su hermana Florence eran amantes de la música. Winifred estaba empleada como secretaria de la Sociedad Filarmónica de Worcester. "Las agraciadas personalidades de estas damas se mostraban sosegadamente. W.N. estaba más conectada con la música que los otros miembros de la familia y sus iniciales encabezan el movimiento. Para justificar esta posición se da una sugerencia leve de una risa característica."

Variación 9. Nimrod (adagio). Nimrod era un cazador y la palabra alemana que designa a "cazador" es Jaeger. Elgar describe a su amigo, el crítico August J. Jaeger. La Variación "es una crónica de una larga charla de una noche de verano cuando mi amigo discurría elocuentemente sobre los movimientos lentos de Beethoven y decía que nadie podía lograr en este campo las cimas que Beethoven había alcanzado, un punto de vista con el que cordialmente coincidí. "
Deberá notarse que los compases de apertura están escritos para sugerir el movimiento lento de la Octava Sonata (Pathétique).

Variación 10. Dorabelia (intermezzo: allegretto). Dora Penny era una amiga muy cercana a la que Elgar puso el sobrenombre Dorabelia, tomado de la ópera de Mozart Cosí fan tutte. "El movimiento sugiere la liviandad de una danza." Dorabelia escribió todo un libro sobre las variaciones Enigma y la gente retratada allí.

Variación 11. G.R.S. (allegro di molto). El sujeto es George Robert Sinclair, organista de la catedral. Se ha cometido alguna injusticia, apunta Elgar, ya que la variación no tiene "nada que ver con órganos ni catedrales ni, excepto remotamente, con G.R.S. Los primeros pocos compases fueron sugeridos por su gran bulldog Dan (un personaje bien conocido) que cayó por la empinada ribera al rio Wye... su chapoteo corriente arriba para encontrar un lugar para salir del agua... y su ladrido regocijado al hacerlo... G.R.S. dijo: 'ponle música a eso'. Lo hice; aquí está".

Variación 12. B.G.N. (andante). Basil G. Nevinson era un violonchelista aficionado y miembro de un trío junto con Elgar y H.D.S.-P. "La Variación es un tributo a un amigo muy querido cuyos logros científicos y artísticos, y el modo cordial en que los ha puesto a disposición de sus amigos, hacen que el escritor le aprecie muy especialmente." Como era de esperar, la variación incluye un maravilloso solo de violonchelo.

Variación 13. *** (romanza: moderato). "Los asteriscos ocupan el lugar del nombre de una dama que, en el momento de la composición, hacía un viaje por mar. Los tambores sugieren a la distancia el latido de las máquinas de un transatlántico y por encima de ellos el clarinete cita una frase de Mar Calmo y Próspero Viaje de Mendelssohn." Se suponía que los timbales iban a ser ejecutados con palillos de tambor, pero en el primer ensayo el timbalista probó a usar monedas en lugar de eso y a Elgar le gustó el sonido. La dama misteriosa era lady Mary Lygon, que se encontraba en viaje a Australia cuando Elgar quiso pedirle permiso para usar sus iniciales.

Variación 14. (finale: allegro). E.D.U. representa a "Edoo", el nombre cariñoso con que Alicia Elgar llamaba al compositor. Se pinta a sí mismo como "valiente y vigoroso en el estilo general". Justo antes de la primera nueva presentación abierta del tema original, los vientos de madera ejecutan una frase que también está escondida en la variación de Alicia. Elgar solía silbar esta tonada como su señal especial para Alicia.
Hoy día se recuerda la variación de Nimrod fundamentalmente; y suele interpretarse por separado. Una injusticia a tan enorme y lustrosa obra de arte.

Os dejo con La Nimrod. A disfrutar :)

EL VASCO QUE HUMILLÓ A LOS INGLESES

Hace doce años, cuando escribía 'La carta esférica', tuve en las manos una medalla conmemorativa, acuñada en el siglo XVIII, donde Inglaterra se atribuía una victoria que nunca ocurrió. Como lector de libros de Historia estaba acostumbrado a que los ingleses oculten sus derrotas ante los españoles -como la del vicealmirante Mathews en aguas de Tolón o la de Nelson cuando perdió el brazo en Tenerife-, pero no a que, además, se inventen victorias. Aquella pieza llevaba la inscripción, en inglés: "El orgullo de España humillado por el almirante Vernon"; y en el reverso: "Auténtico héroe británico, tomó Cartagena" -Cartagena de Indias, en la actual Colombia- "en abril de 1741". En la medalla había grabadas dos figuras. Una, erguida y victoriosa, era la del almirante Vernon. La otra, arrodillada e implorante, se identificaba como Don Blass y aludía al almirante español Blas de Lezo: un marino vasco de Pasajes encargado de la defensa de la ciudad.

La escena contenía dos inexactitudes. Una era que Vernon no sólo no tomó Cartagena, sino que se retiró de allí tras recibir las suyas y las del pulpo. La otra consistía en que Blas de Lezo nunca habría podido postrarse, tender la mano implorante ni mirar desde abajo de esa manera, pues su pata de palo tenía poco juego de rodilla: había perdido una pierna a los 17 años en el combate naval de Vélez Málaga, un ojo tres años después en Tolón, y el brazo derecho en otro de los muchos combates navales que libró a lo largo de su vida. Aunque la mayor inexactitud de la medalla fue representarlo humillado, pues Don Blass no lo hizo nunca ante nadie. Sus compañeros de la Real Armada lo llamaban 'Medio hombre', por lo que quedaba de él; pero los cojones siempre los tuvo intactos y en su sitio. Como los del caballo de Espartero.

La vida de ese pasaitarra -mucho me sorprendería que figure en los libros escolares vascos, aunque todo puede ser- parece una novela de aventuras: combates navales, naufragios, abordajes, desembarcos. Luchó contra los holandeses, contra los ingleses, contra los piratas del Caribe y contra los berberiscos. En cierta ocasión, cercado por los angloholandeses, tuvo que incendiar varios de sus propios barcos para abrirse paso a través del fuego, a cañonazos. En sólo dos años, siendo capitán de fragata, hizo once presas de barcos de guerra enemigos, todos mayores de veinte cañones, entre ellos el navío inglés 'Stanhope'. En los mares americanos capturó otros seis barcos de guerra, mercantes aparte. También rescató de Génova un botín secuestrado de dos millones de pesos, y participó en la toma de Orán y en el posterior socorro de la ciudad. Después de ésas y otras muchas empresas, nombrado comandante general del apostadero naval de Cartagena de Indias, a los 54 años, y tras rechazar dos anteriores tentativas inglesas contra la ciudad, hizo frente a la fuerza de desembarco del almirante Vernon: 36 navíos de línea, 12 fragatas y varios brulotes y bombardas, 100 barcos de transporte y 39.000 hombres. Que se dice pronto.

He visto dos retratos de Edward Vernon, y en ambos -uno, pintado por Gainsborough- tiene aspecto de inglés relamido, arrogante y chulito.

Con esa vitola y esa cara, uno se explica que vendiera la piel antes de cazar el oso, haciendo acuñar por anticipado las medallas conmemorativas de la hazaña que estaba dispuesto a realizar. Pese a que a esas alturas de las guerras con España todos los marinos súbditos de Su Graciosa sabían cómo las gastaba Don Blass, el cantamañanas del almirante inglés dio la victoria por segura. Sabía que tras los muros de Cartagena, descuidados y medio en ruinas, sólo había un millar de soldados españoles, 300 milicianos, dos compañías de negros libres y 600 auxiliares indios armados con arcos y flechas. Así que bombardeó, desembarcó y se puso a la faena. Pero 'Medio hombre', fiel a lo que era, se defendió palmo a palmo, fuerte a fuerte, trinchera a trinchera, y los navíos bajo su mando se batieron como fieras protegiendo la entrada del puerto. Vendiendo carísimo el pellejo, bajo las bombas, volando los fuertes que debían abandonar y hundiendo barcos para obstruir cada paso, los españoles fueron replegándose hasta el recinto de la ciudad, donde resistieron todos los asaltos, con Blas de Lezo personándose a cada instante en un lugar y en otro, firme como una roca. Y al fin, tras arrojar 6.000 bombas y 18.000 balas de cañón sobre Cartagena y perder seis navíos y nueve mil hombres, incapaces de quebrar la resistencia, los ingleses se retiraron con el rabo entre las piernas, y el amigo Vernon se metió las medallas acuñadas en el ojete.

Blas de Lezo murió pocos meses después, a resultas de los muchos sufrimientos y las heridas del asedio, y el rey lo hizo marqués a título póstumo. Creo haberles dicho que era vasco. De Pasajes, hoy Pasaia. A tiro de piedra de San Sebastián. O sea, Donosti. Pues eso.

XLSemanal, 22 de agosto de 2010


domingo, 8 de agosto de 2010

Anathema-Angelica

Una canción que me retuerce el alma y me la parte en mil pedacitos...

(en directo)


(estudio)


Where are you tonight?
wild flower in starlit heaven
still enchanted in flight
obsessions lament to freedom
A timeless word, the meanings changed
but i'm still burning in your flames
incessant, lustral masquerade,
unengaged, dimlit love didn't taste the same
And i still wonder if you ever wonder the same
and i still wonder...


lunes, 2 de agosto de 2010

"It might Be lonelier" , de Emily Dickinson.

It might be lonelier
Without the Loneliness
I'm so accustomed to my Fate
Perhaps the Other -Peace

Would interrupt the Dark
And crowd the little Room
Too scant -by Cubits- to contain
The Sacrament -of Him-

I am not used to to hope
It might intrude upon
Its sweet parade -blaspheme the place-
Ordained to Suffering

It might be easier
To fail -with Land in Sight-
Than gain -My Blue Peninsula-
To perish - of Delight-


Podría estar más sola

Podría estar más sola sin mi soledad,
tan habituada estoy a mi destino,
tal vez la otra paz,
podría interrumpir la oscuridad
y llenar el pequeño cuarto,
demasiado exiguo en su medida
para contener el sacramento de él,

no estoy habituada a la esperanza,
podría entrometerse en su dulce ostentación,
violar el lugar ordenado para el sufrimiento,

sería más fácil fallecer con la tierra a la vista,
que conquistar mi azul península,
perecer de deleite.


Para eso somos el Gobierno, idiota. 01/ 08/ 2010.

No sé qué pélicula era. No me quedé a verla, tenía mala pinta, cambié pronto de canal. La acción parecía situada en los años sesenta. Vi esta escena, sin embargo: una reunión ministerial británica; un subordinado se dirige al ministro, interpretado por Kenneth Branagh, y, hablando no sé de quiénes, le dice: “El problema, señor, es que no están en la ilegalidad, de momento”. A lo que Branagh responde con caricaturesco cinismo: “Para eso somos el Gobierno, idiota: si algo no nos gusta, cambiamos una ley y lo convertimos en ilegal”.

Ya digo que el tono era caricaturesco, pero lamentablemente la afirmación de Branagh es de lo más realista en la actualidad, en muchos países y también en el nuestro. Desde luego es Italia el que se lleva la palma, allí las leyes se cambian continuamente en beneficio personal de Berlusconi, y, dado que ese individuo parece haber delinquido lo suyo –varios de sus más estrechos colaboradores están ya condenados, y si él se ha librado es sólo por cuestiones de inmunidad o de prescripción–, no sólo se modifican para ilegalizar lo legal, sino también a la inversa según su conveniencia, es decir, para legalizar ciertos crímenes y así exonerarlos de ellos, a él y a sus próximos, por la vía rápida.

En España no se ha llegado aún a tanto, pero se está en camino, y sobre todo hay una creciente tendencia, preocupantemente compartida por buena parte de la sociedad, a prohibir o intentar prohibir lo que no le gusta a cada cual y a meterse en todo lo habido y por haber, algo propio de los sistemas totalitarios, que por eso se llaman así: el Estado interviene en todo, lo regula todo, lo que es de su competencia y lo que no; dicta normas sin cesar, se inmiscuye en las instituciones civiles, trata de controlarlas, lo mismo que la cultura, la lengua, la manera de pensar, el tipo de vida de los ciudadanos y sus decisiones más personales. Hace poco el Gobierno catalán ha decidido obligar a los padres adoptivos a comunicar a sus hijos que no son vástagos biológicos suyos antes de que cumplan los doce años. No se ha limitado a recomendarlo, sino que lo ha exigido, tratándose como se trata de una cuestión opinable y variable según los casos. No deseo insistir más sobre la ley antitabaco, pero es obvio que el Gobierno de Zapatero dio cierta libertad de elección a los bares y restaurantes siempre y cuando –como se comprueba ahora– hicieran uso de ella a gusto de ese Gobierno; y, como no ha sido así, se los priva de aquella falsa libertad y se les impone el criterio del Ministerio de Sanidad. El PP quiere que se prohíban el burka y el niqab en la calle, así como el aborto, las bodas homosexuales y no sé cuántas cosas más. En varios sitios se propugna la supresión de las corridas, y así cada uno con lo que le desagrada o molesta o juzga “inmoral”.

Hay quienes piensan que es sólo una cortina de humo, como las doscientas mil que lanza al año Berlusconi para que la gente se ocupe de tonterías y no se centre en lo principal. Puede ser. Pero hay cortinas de humo que no deben pasarse por alto por lo que delatan o implican, y una de éstas es el anuncio de Zapatero en el debate de la nación: “Mientras sigan existiendo anuncios de contactos se estará contribuyendo a la normalización de esta actividad; por ello, estos anuncios deben eliminarse. Los anuncios de publicidad de la prostitución deben eliminarse”. Por dos veces utilizó ese peligroso verbo con connotaciones tremendas, tanto mafiosas como nazis. Pero, más allá del detalle, uno se pregunta si Zapatero –y la inspiradora de la intención, la Ministra de Igualdad– tienen la menor idea de lo que es un sistema de libertades, o si se han olvidado de que la censura es un delito en España. Si el pretexto es que hay muchas personas forzadas a ejercer la prostitución, hay que recordarles que se debe perseguir con dureza a los que las obligan, pero no a quienes la ejercen por su voluntad o preferencia, que también las hay. De acuerdo con ese pretexto, ¿qué sería lo siguiente que Zapatero y Aído “eliminarían”? ¿Las películas porno, pues a nadie le consta que cuantos intervienen en ellas lo hagan con plena libertad? ¿Las revistas con desnudos, por la misma razón? Me temo que, en algunos aspectos, Zapatero y Aído habrían sido felices durante el franquismo: estaba prohibida esa publicidad que desean suprimir, por supuesto el cine porno y los desnudos; hasta los escotes eran cortados o tapados en las películas. Sólo desde un puritanismo monjil –por mucho que ahora lo disfracen de “defensa de la dignidad de la mujer”– se puede considerar que quien ejerce la prostitución por elección está más explotado o es más indigno que quien friega suelos o se pasa doce horas subido a un andamio o baja a la mina a envenenarse los pulmones o aspira a diario el hedor de las basuras. ¿Se creen Zapatero y Aído que los encargados de esas tareas las desempeñan por gusto? No, lo hacen por pobreza y necesidad, y quizá prefieren eso –qué remedio– a otras cosas aún peores. Exactamente lo mismo que las prostitutas, algunas de las cuales prefieren alquilar su sexo –que no “venderlo”– antes que alquilar su espalda en la recogida de la fresa o sus manos en tantos menesteres hediondos o peligrosos. Jamás me detengo a leer una línea de los anuncios de contactos, luego personalmente me trae sin cuidado que existan o no. Pero si son “eliminados” por ley, no podré por menos de verlo como un pésimo síntoma de autoritarismo, intolerancia, censura, nacionalcatolicismo encubierto y totalitarismo. Zapatero y Aído sabrán.

JAVIER MARÍAS

El País Semanal, 1 de agosto de 2010