sábado, 19 de septiembre de 2009

Huellas


Todas las huellas que borró
el mar que nos separa,
todas las tardes de sol que vinieron
y se fueron en tu rostro...
Toda la impía verdad que te separó de mí
y me mata, ahora, en este instante;
Todas estas mareas que refluyen,
como un coro de vientos,
una cantilena de fuego,
perpetua en mi cabeza...
Todas las vías, las avenidas
que recorrimos
yacen yermas y vacías,
negras de pura soledad...
Esos caminos que recorrieron las arterias de mi corazón
se pudren,
se corrompen sin ti, mi vida,
y a cada paso,
nuevo intento,
se enfangan mis rodillas hasta el hastío,
y sólo puedo seguir el destino,
la última ocupación que tendré en esta vida...
Que es amarte hasta el final.

3 comentarios:

Marisa Peña dijo...

¿Y puede haber mejor ocupación que amar? Por mucho que duela...Un beso, Alb

Davidín dijo...

Yo, en fin, no t voy a mandar un beso porq no procede pero ya sabes q cuentas con toda mi simpatía

Udéis dijo...

Ciao dottore!

Me ha conmovido tu poema, sobre todo la parte oscura. Ese querer avanzar y no poder, las rodillas enfangadas (es genial esa frase), las arterias podridas, la vaga esperanza de continuar hacia alguna parte y saber que será en vano llegan a herir al lector (o al menos así me ha sucedido a mí). Y luego esa "impía verdad", culpable de que se vea sometido a vivir en soledad y a morir de amor, consiguen hacer que me pregunte qué diablos ocurrió...


Udéis