miércoles, 8 de diciembre de 2010

Un discurso para recordar

Don Mario Vargas LLosa dió ayer una lección de "literatura concentrada" con su espectacular, emotivo y maravilloso discurso de aceptación del Nobel, que le entregarán el Viernes.

Plagado de metáforas maestras, Don Mario hace un recorrido por su vida, por su educación sentimental. No se le caen los anillos por denunciar lo denunciable (las carencias de Hispanoamérica...ese golpe maestro al Nacionalismo....GENIAL), se le quiebra la voz al hablar de los suyos y exclama su amor por España.

Nosotros también le adoramos, Don Mario. Y hoy, más.

Lo que dijo Juan Cruz:

Mario Vargas Llosa ha convertido una carta de batalla sobre su vida y su vocación literaria en un discurso que le hizo llorar a él mismo cuando abordó la figura de su mujer, Patricia. "El Perú es Patricia, la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve la fortuna de casarme hace 45 años". Ahí el Nobel, que había recorrido en su discurso su descubrimiento de la lectura a los cinco años, sus lecturas de poemas con su madre, los libros de Flaubert y Faulkner, la política, los nacionalismos y otros fanatismos, así como la decepción ante la Revolución Cubana y otros acontecimientos que marcaron el siglo XX, prorrumpió en lágrimas y ya leyó, interrumpiéndose a sí mismo con la voz quebrada por la emoción, todo un párrafo de homenaje a su familia: "Sin ella mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico y no hubieran nacido Álvaro, Gonzalo, Morgana, ni los seis nietos que nos prolongan y alegran la existencia. Ella hace todo y todo lo hace bien".

Totalmente repuesto de una afonía, pero con los efectos aún del hematoma que le causó ayer una caída, Vargas Llosa ha ofrecido hoy su discurso titulado Elogio de la lectura y la ficción ante la Academia Sueca en el marco de la ceremonia de entrega del Premio Nobel de Literatura de 2010. El escritor ha comenzado a hablar a las 17.33 y ha acabado 48 minutos más tarde.

Ese momento emocionante de su discurso se reflejó en su mujer, sus hijos, sus parientes cercanos, sus nietos, su agente literaria, Carmen Balcells, su traductor al sueco, Peter Landelius, todo el mundo lloró al mismo tiempo que Vargas Llosa. Su discurso, dijo su compañero de pupitre en los años cuarenta de Lima, José Miguel Oviedo, fue "el discurso"; Balcells nos dijo "es la mejor manera de terminar mi vida"; la agente literaria que descubrió a Mario hace 50 años se secaba las lágrimas al final del acto más emotivo de su relación con el autor de La Casa Verde.

Su hijo Álvaro, de los pocos que había leído el discurso de su padre, nos dijo que en esta alocución del Nobel "está el espejo de su alma, la esencia de Mario Vargas Llosa, su pensamiento ético y también su estatura sentimental". Patricia no conocía el discurso; lo escuchó esta noche por primera vez. "Está conmovida hasta los huesos", ha dicho Álvaro. "Ahora ya ve que son obvias las razones por las que mi padre no se lo dejó leer".

Ese párrafo va a marcar ahora la historia de un discurso que por otra parte constituye la explicación más breve pero también más emocionante de la trayectoria de Mario Vargas Llosa. El escritor, que esta noche se sorprendía a sí mismo de haber llorado ("¡Yo que nunca lo hago!"), explicó que "igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida"; "que la vida de la fantasía es más rica que la de la rutina cotidiana...". Reconoció que el espanto de nuestra época es el fanatismo, los terroristas suicidas, la multiplicación de armas de destrucción masiva: "Enfrentándonos a los fanáticos homicidas defendemos nuestro derecho a soñar y a hacer nuestros sueños realidad..." Expresó su decepción "del estatismo y el colectivismo"; "mi tránsito hacia el demócrata y el liberal que soy -que trato de ser- fue largo, difícil, y se llevó a cabo despacio y a raíz de episodios como la conversión de la Revolución Cubana, que me había entusiasmado al principio, al modelo autoritario y vertical de la Unión Soviética".

Contó como descubrió a América Latina en París, leyendo a Borges, a Paz, a Cortázar, a García Márquez, a Fuentes, a Cabrera Infante, a Rulfo, a Onetti, a Carpentier, a Edwards, a Donoso y a muchos otros. Expresó su esperanza de que ahora América Latina deje "por fin de ser el continente del futuro y pase a serlo del presente". Explicó que no se siente extranjero en ningún sitio: "Quiero a España tanto como al Perú y mi deuda es tan grande como el agradecimiento que le tengo". "Jamás he sentido la menor incompatibilidad entre ser peruano y tener un pasaporte español porque siempre he sentido que España y el Perú son el anverso y el reverso de una misma cosa, y no sólo en mi pequeña persona, también en realidades esenciales como la historia, la lengua y la cultura".

Abominó de los nacionalismos; mostró su convicción de que la emancipación de los indígenas americanos "sigue siendo una asignatura pendiente" y que "no hay una sola excepción a este oprobio"; y, en fin, el Nobel agradeció a amigos como Carlos Barral y Carmen Barcells y a tantos otros "que se desvivieron porque mis historias tuvieran lectores".

"Escribir es una manera de vivir"

Entre los asistentes a la ceremonia, además, estuvieron su amigo el artista peruano Fernando de Szyszlo. También ha acudido toda su familia, incluidos sus nietos adolescentes, así como la ministra de Cultura de España, Ángeles González Sinde, el de Perú, Juan Osio, y la directora del Cervantes, Carmen Caffarel. También estuvieron presentes la mayoría de sus editores extranjeros y su editora en lengua española, Pilar Reyes, directora de Alfaguara.

Expresó su amor a Barcelona -donde vivió cinco años a comienzos de los años setenta- y a España y, como no, a Perú: "El Perú es para mí una Arequipa donde nací pero nunca viví, una ciudad de mi madre, mis abuelos y mis tíos me enseñaron a conocer a través de sus recuerdos y añoranzas..." y por esa vía Vargas Llosa, desde "el paraíso de la infancia" desembocó en ese párrafo que le hizo llorar: "El Perú es Patricia". Patricia, la prima "tan generosa que, hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: 'Mario, para lo único que tú sirves es para escribir'". Una ovación tremenda alivió al Nobel de sus lágrimas.

Más adelante dijo con Flaubert: "Escribir es una manera de vivir". De eso trató su discurso. Y una última recomendación: "La nuestra será siempre, por fortuna, una historia inconclusa. Por eso tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, la más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible". Ovación, con todos de pie. Abrazos entre lágrimas. Reconocimiento muy merecido.


Discurso íntegro, aquí. Merece la pena leerlo enterito.

Unas pinceladas...







Y ese momento que me eriza el alma...

BRAVO!!!!!

2 comentarios:

JR dijo...

muy bueno. Gracias por compartirlo.

Anónimo dijo...

Genial, genial, genial. Gracias Albe.