viernes, 22 de enero de 2010

"5ª Sinfonía" de Carl Nielsen.

La Quinta Sinfonía fue concebida por Carl Nielsen poco después de la Primera Guerra Mundial. Aunque Dinamarca no estuvo directamente involucrada en ese conflicto, Nielsen se preocupó profundamente por las tragedias de los tiempos de guerra.
Varios comentaristas han rastreado la intensidad de la Quinta Sinfonía directamente hasta sus sentimientos respecto de la guerra. Si bien Nielsen negó todo intento de programa, la confrontación hostil de los opuestos dentro de la sinfonía es innegablemente bélica. Si bien semejante manifestación es demasiado vaga para decirnos mucho sobre las intenciones del compositor o sobre su música, es verdad que sus obras en gran escala de la década de 1920 abrieron nuevos territorios y adquirieron una profundidad que sólo se atisbaba en las anteriores. Están más entrelazadas , son más punzantes, más polifónicas, más dramáticas que sus piezas anteriores a la guerra. Nielsen también estaba interesado en componer música de absoluta simplicidad, como las canciones y los himnos populares. La melodía directa que se encuentra en partes de la sinfonía puede relacionarse con esta actitud hacia el público en general. La estructura singularmente poderosa de la sinfonía proviene directamente de la interacción de la simplicidad de tipo folclórico y el estilo sinfónico intensamente disonante de los años de Nielsen posteriores a la guerra.

La Quinta Sinfonía está creada en una forma singular, apropiada a la idea dramática de la obra pero diferente de la estructura de una sinfonía clásica. La sinfonía explora la confrontación de dos estados de ánimo, dos personalidades, dos estéticas: la consonante armónica y tranquila frente a la disonante, contrapuntística e intensa. Paul Hamburguer, al escribir sobre las sinfonías de Nielsen, caracteriza estas tendencias como lo constructivo y lo destructivo: "Los impulsos básicos parecen brotar de la... idea de la lucha por la vida, el eterno conflicto entre las fuerzas constructivas y las destructivas... el conflicto, la tensión entre barbarie y civilización, entre caos y orden."

De modo similar, el compositor Robert Simpson, en su libro Carl Nielsen, Sinfonista, considera que la Quinta Sinfonía expresa "el conflicto del hombre, en el que sus instintos progresistas y constructivos están en guerra con otros elementos (también humanos) que lo confrontan con la indiferencia o la oscuridad total. Nielsen descubrió que podía reflejar este drama de mejor modo en una obra de dos movimientos, el primero de los cuales debe contener el enigma del conflicto mismo y el segundo, ser un final que se elevaría desde las cenizas en un gran manantial de energía generadora. Incluso este final no está libre de dificultades, pero demuestra ser definitivamente irresistible".

El primer movimiento comienza tentativamente con una oscilación de la viola. Este movimiento perpetuo continúa hasta que se convierte en una obsesión. Las melodías tratan de invadirla, pero repetidamente caen en la mera figuración. El movimiento se desarrolla de modo doloroso y lento, generando un terror hipnótico. Las fuerzas destructivas hacen su entrada a manera de una ráfaga de notas (inicialmente acompañadas por un redoble de platillos) y, luego, un ritmo obsesivo de un tambor militar. Esta música militar genera una barbarie casi caótica, que se desvanece aparentemente antes de alcanzar todo su potencial. Un adagio en las cuerdas trae las fuerzas constructivas. El lirismo que sigue es un contraste conmovedor respecto del que lo ha precedido, pero no logra remplazar simplemente la inquietud de la apertura. El elemento destructivo hace su intrusión y se desata una verdadera batalla. Cuando la ráfaga obsesiva regresa en los vientos, la música del adagio pasa de las cuerdas a los bronces a fin de reunir fuerza. Este movimiento precipita un conflicto mayor, ya que el elemento perturbador ahora puede invadir las cuerdas. La fuerza oscura trae otra vez su alma elemental, el tambor militar. Al principio su ritmo compulsivo suena en su propio tiempo independiente y luego la ofensiva del tambor culmina en la improvisación del ejecutante del mismo "como para detener a toda costa el avance de la orquesta". Finalmente, gana el adagio lírico y el movimiento se aquieta casi pacíficamente con una cadenza del clarinete. Sin embargo, el clarinete está acompañado por un tambor militar que ha sido renuentemente aquietado y que todavía está obsesionado con su ritmo destructivo.

La reconciliación al final del primer movimiento es una paz intranquila. Se ha ganado una batalla, pero no la guerra. Las fuerzas destructivas se han retirado de la escena demasiado fácilmente como para admitir la derrota total. El segundo movimiento comienza con un allegro enérgico, completamente alejado de las luchas del movimiento precedente. El caos entra furtivamente y socava esta sección, obligándola a incurrir en repeticiones sin dirección y en un increíble perpetuum mobile de las cuerdas. La sección termina prematuramente, dando paso a una larga transición hacia una fuga rápida. La corriente subterránea de las fuerzas destructivas aparece en la superficie cuando interrumpen el clarinete y los timbales. Cuanto más trata la música de continuar de cara a estos obstáculos, más frenética se vuelve, llegando al final a un frenesí demoníaco y desplomándose: otra sección termina prematuramente. Una segunda fuga, esta vez un andante, trata ahora de impulsar la música hacia adelante. Es intensa y disonante, pero no es destructiva y por lo tanto no es necesaria su destrucción. Al final, se logra una síntesis. La música trasciende el campo de batalla para lograr unidad más allá de las fuerzas constructivas y destructivas. Por primera vez la sinfonía puede avanzar directamente hacia una nueva sección, sin necesidad de una transición mediadora. La sección final es un allegro que recapitula libremente la apertura del movimiento. Esta última parte lleva en sí triunfalmente el espíritu de la exaltación y la síntesis...algo que Nielsen siempre deseó.


2ª mitad del primer movimiento.

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