viernes, 10 de septiembre de 2010

Nadar entre tiburones
no hubiera llegado a ser tan divertido
como beberte
de sangre a sangre
entre purpurina y corsés.

El tren pasó.
La estación entera, en silencio, cantaba tu requiem
como un borracho vomita una canción de madrugada,
de guitarras desafinadas y cuerdas de acero.
De cuando los amigos invitaban a sexo, pero tú querías amor,
loco. De cuando aún tenías amigas, de cuando aún tenías algo parecido
a una vida.
No sabías que el desierto sería como esa vida, larga, llena de sinsabores,
dolorosa y podrida como un corazón con cáncer,
el orín del desamparado, el papel podrido de las calles sin limpiar.
Y ahora estás ya viejo, y loco, para decirle nada.
Creías.

Pero débil, se acerca al escenario
y apenas atisba un par de pechos
que sólo desean...
...dinero.
No hay ojos ni miradas. No hay piel ni palabras...
Otra noche entregado
al abismo de la perdición de venus,
al aguijón y la puta locura
de desearte,
de desearte viva
de desearte viva y feliz
de desearte viva, feliz...y conmigo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Albe, como decimos por aquí abajo, estás sembrao. Sigue así, campeón.