lunes, 8 de diciembre de 2008

Nota


La sangre de mis muñecas
regaba el cielo de tristezas
y tú, reías de miedo ante la noche
que nos esperaba.
Nerviosa brotaba la cordura
y la pisamos, sin querer, por culpa
de la oscuridad de sangre
que nos envolvía.
Yó, solo, y tú en mi alma,
sentándome triste, a su lado
como una estatua de pies molidos
y ojos sin alma...

Hoy he probado de nuevo
el aire que me despertó aquel día,
el día del simulacro de vida
de la tragedia sin suerte
del intento fracasado de amarte
a través de mi propia muerte.

1 comentario:

Marisa Peña dijo...

"Como una estatua de pies molidos y ojos sin alma"... Me gusta el decadentismo de tu poema, y esa derrota final que deja un extraño sabor en los labios. Muy bueno.
Un abrazo