viernes, 19 de marzo de 2010

Siempre hablé en pasado,
y no fueron los otros
los que ahuyentaron los cuervos
de este cielo.
Tú lo entiendes,
cómo en un interludio largo y sagrado,
mordiste la manzana
y te arrancaron las manos
para dejarlas bajo mis sábanas...
Bajo mis sábanas...
Un vampiro sin nombre,
un muñeco sin alma,
un traidor para mí mismo.
En eso fuí reconvertido,
tras la expiación del último pecado
la última norma,
que inflingí, por ti.
Me da igual;
te amo.
Viajemos al final de esta noche,
hacia el limbo del tiempo,
de la mano podemos hacerlo.
Quitemos las sábanas,
y unamos, de nuevo,
las manos a tu cuerpo.

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