El individuo en cuestión, no obstante, tiene nombre y cargo: se llama Carlos Fabra y es el Presidente de la Diputación de Castellón y un pez gordo del Partido Popular. Suele aparecer en los diarios asociado principalmente a dineros inexplicables o inexplicados. No he seguido con atención sus aparentes turbiedades, pero, puesto que no está entre rejas ni ha sido destituido, sino que mantiene su flamante poder y con ostentación lo ejerce en su feudo, supongo que nunca se han hallado pruebas de que haya cometido delitos ni irregularidades. Indicios sí parece haber, dada la reiteración de su presencia, pero la cosa no debe de haber llegado más lejos. Hace unas semanas volvimos a toparnos con su cara de pocos amigos y su gran papada y sus gafas. Lo de “pocos amigos” es, desde luego, la conocida expresión figurada, porque sin duda los adquiere a patadas, a tenor de la grabación que ha emitido la SER. En ella se lo oye hablar desenfadada y jactanciosamente con un miembro de su partido, poco antes de las últimas elecciones municipales. “Ni sé la cantidad de gente que habré colocado en doce años”, afirma ufano. Y cita, entre las entidades en las que ha “colocado” a tantos, la propia Diputación, en la que tiene contratados a más de treinta “asesores”, el Hospital Provincial, el Instituto de Promoción Cerámica (sic), la Escuela Taurina (sic), el complejo socioeducativo (?) de Penyeta Roja y el Puerto de Castellón. Y añade que en esos y otros sitios tan necesarios y fundamentales, se puede “colocar a un sinfín de gente, asesores, secretarios, directores generales, subdirectores, subsecretarios, asesores de los consejeros, directores territoriales, secretarias de no sé qué… Y toda esa gente es un voto cautivo. Ese es un voto cautivo, que lo tengáis muy claro”. A continuación pone un ejemplo, “una tontería”: “Madre que quiere entrar en el colegio de la Consolación de Burriana”. (Como habla un poco en plan indio, no se entiende si la madre quiere meter a su vástago o si es ella la que ansía ir a la escuela.) “Está muy difícil”, prosigue Fabra. “No hace falta, Fabra llama a Baila y Baila mete en ese colegio y esa señora es un voto agradecido”. (Algo más sabemos ahora del hombre sin mirada: que se refiere a sí mismo en tercera persona, como algunos futbolistas y folklóricas, no precisamente los más listos. En cuanto a “Baila”, explica María Fabra en su crónica de este diario, se trata del entonces Director Territorial de Educación en Castellón y ahora Director General de Centros Docentes de la Generalitat Valenciana.)
Lo primero que uno se pregunta es por qué ese Baila no dejó entrar a la primera a la madre, si valían ella o su vástago, y se responde que porque no se lo había ordenado aún Fabra, que controla hasta las tonterías. Lo del voto agradecido o cautivo se explica por sí solo, lo único es que suena mucho a caciquismo y a tráfico de influencias. Pero de esta conversación tan iluminadora lo decisivo es la expresión “secretarias de no sé qué”, al final de una retahíla (“un sinfín”) de cargos semiimaginarios. Yo estoy convencido de que Fabra no es el único político español –en modo alguno– que “coloca” a gente superflua sin ton ni son, tan sólo para contentarla y darle un sueldo por figurar y asegurarse su voto futuro. Es más, se hace preciso saber cuántas personas innecesarias están así sufragadas por el Estado (que incluye Comunidades, Ayuntamientos y Diputaciones) y por qué éste mantiene con los impuestos de todos a una parte privilegiada de la población que no sirve para nada. ¿“Asesores de los consejeros”? Me imagino que también habrá consejeros de los asesores, y asesores de los subdirectores, y consejeros de los subsecretarios, y secretarias “de no sé qué” para cada uno de ellos, en Castellón y en otras partes. Las palabras un poco sioux de Fabra son mucho más importantes de lo que parecen en primera instancia. Lo que revelan es que el Estado no nos brinda a los ciudadanos lo que necesitamos y basta, sino que utiliza nuestro dinero para crearles empleos fantasmales a unos cuantos –“a un sinfín”, a todas luces–, que maldita la falta que nos hacen. No sé lo que les parece a ustedes, pero yo lo veo como una monumental estafa, me ponga o no las gafas negras, que al fin y al cabo también tengo.
JAVIER MARÍAS
El País Semanal, 29 de marzo de 2009