domingo, 15 de marzo de 2009

"La piel fría" A.S.Piñol.

La piel fría es la mejor novela en la historia de la ciencia-ficción española, un clásico. Y lo digo como lo siento. Ya está.
Albert Sánchez Piñol (1965), escribió La pell freda, en catalán, en 2002 y fuetraducida al castellano al año siguiente, provocando rápidas adhesiones y corriendo el boca a boca por los mentideros de la crítica literaria española. Recibió el Premio Ojo Crítico de Narrativa y despertó el interés de las editoriales extranjeras, de tal modo que se convirtió en una de las novelas modernas escritas en catalán traducidas a un mayor número de idiomas.

La piel fría ahonda en profundidades inaccesibles para otros autores, algo constatable desde el primer párrafo. Novela circular de construcción perfecta, su argumento se resume en una sola línea: dos hombres encerrados en un faro se defienden, noche tras noche, del asedio al que lo someten unas criaturas submarinas. Como en las grandes novelas de las que se nutre, su esencia reside en el proceso mental de los personajes, sus relaciones, directas y con el entorno, y su manera de afrontar y entender la realidad de la situación en que están inmersos. En superficie, La piel fría retrotrae a la corriente decimonónica de la novela de aventuras, flirtea con los géneros de misterio y terror y sustenta su desarrollo en uno de los temas recurrentes de la ciencia-ficción, el de la especie inteligente ajena e incomprensible para el hombre. El autor crea a los extraños citauca (no es el único juego nominal) y sus comportamientos desde referentes bien conocidos como Lovecraft y Hodgson, y encuentra la inspiración (en algunos puntos intertextualidad) en la obra maestra de Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas, para configurar un apasionante estudio que indaga en la polisemia de la actitud humana y el relativismo del comportamiento moral.

Piñol maneja una prosa clara, adictiva, universal, rica en metáforas que buscan, junto al texto, la bipolaridad del sentimiento y el hacer humanos. Así, el interior se contrapone al exterior, el presente al pasado y el raciocinio a la pasión en una historia de carácter cíclico en la que se evidencia que por mucho que cambie el hombre a través de las generaciones, siempre seguirá sujeto a las mismas pautas, a los mismos deseos atávicos. Y es que de eso trata en realidad esta apasionante alegoría cuya trama se devora de forma enfermiza y cuyo contenido oculto invita al lector a buscar la condición humana en el otro.

El autor ha declarado su intención de alertar con esta obra sobre el peligro que representa la falsaria costumbre actual de animalizar la imagen del enemigo y presentarlo como una bestia carente de condición humana. Ha utilizado un escaso número de herramientas: una amenaza incomprensible, dos hombres de distinta formación, un tesoro a defender y una isla que permanecerá en el recuerdo del lector para siempre.

En la contracubierta se la vincula con nombres tan relevantes como Conrad, Poe o Stevenson... Él mismo dice:

La verdad es que tan solo me quedo con Conrad. Respecto a los otros autores que citas, creo que habría que hablar más de coincidencias que de influencias. Otros autores que me han influido mucho, muchísimo —al menos en las temáticas— son Buzzati y Coetzee. Pero mi tríada de favoritos son Henry Miller, Lévi-Strauss y Ernst Jünger. ¿Te los imaginas encerrados en una habitación sin ventanas? Seguro que acababan a tortas…” “Si hablamos del siglo XX, me quedo con esa estrella solitaria: Kafka.(…) Kafka es un borrón de la Creación”.


Pandora en el Congo, su siguiente novela, sigue una trama en esencia parecida, pero igualmente disfrutable. A finales de mes se publica en Español 13 tristes trances, una colección de cuentos que me tienen nerviosito.

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