domingo, 12 de julio de 2009
Infantilizados o ancianizados - 12 /07/ 2009
Se ha escrito ya mucho acerca de la actitud del electorado de derechas en las aún no lejanas elecciones europeas. En aquellas Comunidades Autónomas en las que hay dirigentes del Partido Popular más o menos involucrados en tramas de corrupción, o sospechosos de ello, ese partido ha mejorado sus resultados de manera notable, como si, en lugar de castigarlo por el insoportable tufo a podrido, los votantes hubieran decidido recompensarlo. Como si, en vez de indignarse con quienes han cometido abusos de poder o parecen haberlo hecho, con quienes han utilizado sus cargos para enriquecerse o se han apropiado directamente de dinero de los contribuyentes, la furia se hubiera volcado con quienes han descubierto el pastel, han investigado los posibles apaños y cohechos y han alzado el dedo acusador contra los presuntos ladrones y estafadores. Es cierto que hay un elemento sorprendente en esta actitud, o que al menos lo habría sido hace no demasiados años, y no conviene pasarlo por alto. ¿Qué significaría esto? ¿Que a los votantes del PP les parecen bien la corrupción, el soborno y el latrocinio disimulado? ¿Que, si no bien, les parecen normales en política, una especie de “impuesto bajo mano” que nos cobran quienes nos gobiernan? ¿Que, por lo tanto, cada uno de esos electores obraría de la misma forma -corruptamente- de tener un cargo en un ayuntamiento, una diputación, una Junta, una Generalitat o el Gobierno central? ¿Significaría que cuantos han votado al PP, al menos en sitios como Madrid o Valencia, son timadores en potencia, puesto que aplauden y dan el beneplácito a quienes tienen todas las trazas de serlo? ¿Que son gente intrínsecamente inmoral, y que en el fondo envidian a los listillos que han sabido aprovecharse de la política para engañar, rapiñar, colocar a parientes y hacer y recibir favores ilícitos o en todo caso sucios, muy sucios? ¿Que una considerable parte de los españoles son aspirantes a ladrones y admiran y premian a quienes ya han alcanzado esa meta?
De ser esto así, resultaría que vivimos rodeados de individuos que, si creyeran contar con altas probabilidades de impunidad, nos levantarían la cartera al menor descuido, aunque nos hubiéramos portado bien con ellos y no les hubiéramos hecho nada. Estaríamos en una sociedad llena de chorizos vocacionales, lo cual sería muy preocupante y grave hasta la médula. Yo no lo descarto, y además incluiría entre ellos a numerosos votantes de otros partidos: pertenezcan al que pertenezcan los alcaldes y concejales a los que en cualquier localidad se acusa de corrupción, la reacción de los vecinos suele ser de apoyo incondicional al encausado -o ya condenado- y de ira contra el fiscal, juez, periodista o policía que hayan destapado el caso. Una de las argumentaciones más frecuentes para explicar este comportamiento es que dichos alcaldes o concejales “han traído riqueza al lugar”, sin que a casi nadie le importen los orígenes ni el modo de conseguir esa riqueza, si es legal o ilegal, si con ello se han destruido monumentos o paisajes históricos, si el “enriquecedor” ha arramblado por el camino con parte del dinero de los “enriquecidos”, que también serían, por lo tanto, estafados.
Cuando lo propio está en juego, qué más dan las banderías, esto se sabe. Pero lo propio no siempre está en juego, por fortuna, y aun así se vota al corrupto cuyas actuaciones no nos benefician personalmente. Creo que el motivo por el que esto sucede es aún más grave que si se debiera a la proliferación de chorizos vocacionales, y que está muy extendido, más allá de nuestras fronteras y desde hace tiempo. Si recuerdan el juicio a O J Simpson, el famoso jugador de fútbol americano que tenía toda la pinta de haber asesinado a su mujer y al amante de ésta, a la mayoría de la gente de su raza -negra- le traía sin cuidado saber si era o no culpable. Deseaba que fuera exonerado simplemente porque era negro. Y no han sido pocas las ocasiones en que las feministas más brutas y antediluvianas han “exigido” la condena de un acusado de violación, aunque no hubiera pruebas contra él y sí hubiera llamativos indicios de que la acusación era falsa. Con demasiada frecuencia la cuestión es ya sólo “que gane el mío”, sea por negro, por mujer, por blanco, por varón, por derechista o izquierdista. A una gran parte de la población mundial la verdad ha dejado de importarle. De hecho ha elegido no verla aunque se la pongan delante, si no le conviene. Ha decidido de antemano cómo quiere que sean las cosas, y niega cuanto no le gusta o le molesta. Vivimos cada vez más en un mundo en el que la gente no soporta lo que le desagrada, ni lo que le crea dudas, ni lo que la obliga a retractarse o a reconocer que se ha equivocado. Es lo propio de muchos niños y de muchos ancianos: niegan la realidad adversa y prefieren no enterarse. Aún es más: precisamente para contentarlos y no darles disgustos, los adultos tienden a ocultarles las malas noticias y a engañarlos. Para los políticos no existe nada mejor ni más cómodo que esto: un electorado infantilizado o ancianizado, que pide a gritos que se le mienta y anuncia que se creerá las mentiras.
JAVIER MARÍAS
El País Semanal, 12 de julio de 2009
De ser esto así, resultaría que vivimos rodeados de individuos que, si creyeran contar con altas probabilidades de impunidad, nos levantarían la cartera al menor descuido, aunque nos hubiéramos portado bien con ellos y no les hubiéramos hecho nada. Estaríamos en una sociedad llena de chorizos vocacionales, lo cual sería muy preocupante y grave hasta la médula. Yo no lo descarto, y además incluiría entre ellos a numerosos votantes de otros partidos: pertenezcan al que pertenezcan los alcaldes y concejales a los que en cualquier localidad se acusa de corrupción, la reacción de los vecinos suele ser de apoyo incondicional al encausado -o ya condenado- y de ira contra el fiscal, juez, periodista o policía que hayan destapado el caso. Una de las argumentaciones más frecuentes para explicar este comportamiento es que dichos alcaldes o concejales “han traído riqueza al lugar”, sin que a casi nadie le importen los orígenes ni el modo de conseguir esa riqueza, si es legal o ilegal, si con ello se han destruido monumentos o paisajes históricos, si el “enriquecedor” ha arramblado por el camino con parte del dinero de los “enriquecidos”, que también serían, por lo tanto, estafados.
Cuando lo propio está en juego, qué más dan las banderías, esto se sabe. Pero lo propio no siempre está en juego, por fortuna, y aun así se vota al corrupto cuyas actuaciones no nos benefician personalmente. Creo que el motivo por el que esto sucede es aún más grave que si se debiera a la proliferación de chorizos vocacionales, y que está muy extendido, más allá de nuestras fronteras y desde hace tiempo. Si recuerdan el juicio a O J Simpson, el famoso jugador de fútbol americano que tenía toda la pinta de haber asesinado a su mujer y al amante de ésta, a la mayoría de la gente de su raza -negra- le traía sin cuidado saber si era o no culpable. Deseaba que fuera exonerado simplemente porque era negro. Y no han sido pocas las ocasiones en que las feministas más brutas y antediluvianas han “exigido” la condena de un acusado de violación, aunque no hubiera pruebas contra él y sí hubiera llamativos indicios de que la acusación era falsa. Con demasiada frecuencia la cuestión es ya sólo “que gane el mío”, sea por negro, por mujer, por blanco, por varón, por derechista o izquierdista. A una gran parte de la población mundial la verdad ha dejado de importarle. De hecho ha elegido no verla aunque se la pongan delante, si no le conviene. Ha decidido de antemano cómo quiere que sean las cosas, y niega cuanto no le gusta o le molesta. Vivimos cada vez más en un mundo en el que la gente no soporta lo que le desagrada, ni lo que le crea dudas, ni lo que la obliga a retractarse o a reconocer que se ha equivocado. Es lo propio de muchos niños y de muchos ancianos: niegan la realidad adversa y prefieren no enterarse. Aún es más: precisamente para contentarlos y no darles disgustos, los adultos tienden a ocultarles las malas noticias y a engañarlos. Para los políticos no existe nada mejor ni más cómodo que esto: un electorado infantilizado o ancianizado, que pide a gritos que se le mienta y anuncia que se creerá las mentiras.
JAVIER MARÍAS
El País Semanal, 12 de julio de 2009
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3 comentarios:
Sé perfectamente a lo que te refieres, más que nada porque mis padres aún son de los que forman los ancianizados/infantilizados. Es un rollo. Muy buen escrito, por cierto. La verdad está inscrita en él.
Jajaja. Vaya, vaya, además de la poesía te va la política.. Umm, me temo que esos temas siempre despiertan diversidad de opiniones.
Este artículo lo leí en el país semanal, creo recordar. Y pensé que efectivamente,solemos ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.
Chavez, el presidente de Andalucía lleva muchiiiiiiisimos años ganando las elecciones a base de estafar a las pobres personitas... El último asunto sobre su hija (si eso no es abuso de poder que venga Dios y lo vea...)es más que escandaloso; y aun así este Javier Marías arremete solo contra los votantes del PP...
Aquí en Madrid te recuerdo que tuvimos que decicirnos entre Esperanza Aguirre y Simancas, a cuyo mitin tuve el placer de asistir (mi padre es un fan ancianizado, sin duda) y de este modo escuchar sus argumentos de "Votame, di no a la guerra""Votame di nunca mais". (Ya voté a ZP hace unos cuantos años por esas cuestiones).
La última campaña del PSOE para Europa decía algo así como... "trabajar por la paz o sembrar el miedo" refiriéndose al PP, (porque claro, como es facha y derechoso hay que tenerle mucho miedo...); y es que solamente la publicidad me parece un insulto a la inteligencia.
Lo de que una niña de 16 años aborte sin el consentimiento de sus padres te parecerá muy bien (supongo); ese derecho estaba perfectamente escrito en las leyes y no necesitaba ningún cambio.Pero que todo sea por los votos.
Y podría seguir, pero mi nene me espera y llego tarde...
Por último, me gustaría decirte que, corrpución en el PSOE hay toda la del mundo y más; por lo que infantilizados o ancianizados hay de todos los colores, empezando por el que ha descubierto la paja en el ojo ajeno. Creo que el primer ancianizado sin duda es él..
Antes no solía contestar a los post políticos, pero ha llegado un punto en el que no pienso volver a callarme.
La canción de Diane me ha gustado mucho:) Un abrazo
Bueno...
vayamos por partes, como dijo Jack(el destripador, jeje)
1-Yo me limito a colgar los artículos de Marías en mi blog todas las semanas,porque es un escritor q me encanta, sin hacer apología de nada y sin dar mi opinión salvo en contadas opiniones por lo que no necesariamente estoy de acuerdo con todo lo q dice<, faltaría más.
2-Me da la sensación de que te dirijes amí cuando, por lo expuesto más arriba,deberías hablar en general o a Javier Marías in particular...
3-Me gusta la política?...tengo mis ideales, por supuesto,.Y son bastante sui generis, porque no encajo en ninguna ideología de las imperantes.NO soy del PSOE y mucho menos del PP.Actualmente el partido q + se ajusta más a mi forma de ver y sentir España es UPD (aquí me estoy mojando jeje).
4-Soy Andaluz.Sé a lo q te refieres sobre Chaves, y no te falta razón en algunos aspectos.Aunq con respecto a lo de su hija creo q estás equivocada,por lo q he leido.Aunq no sé nada más sobre el tema, así q lo dejaré aquí.
5-Por supuesto q hay corrupción en todos lados.En eso estamos de acuerdo Dra.
6-Estás dando por sentado q opino lo mismo q el gobierno sobre el aborto, y no es así.Además, no entiendo por qué motivo crees q yo opino así!...
un abrazo para ti también,siempre es un placer:)
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