miércoles, 1 de abril de 2009

Arthur Honegger - Pacífico 231.

La capacitación musical temprana de Honegger tuvo lugar en Le Havre y en Zurich. En 1913 ingresó en el Conservatorio de París, donde estudió con Charles Widor y Vincent d'Indy.
Hacia las postrimerías de la Primera Guerra Mundial, pasó a integrar un grupo de compositores conocidos como Les Six: Darius Milhaud, Francis Poulenc, Germaine Tailleferre, Georges Auric y Louis Durey. Los miembros de este grupo verdaderamente tenían poco en común excepto su amistad, y Honegger encajaba menos que nadie. Mientras otros miembros de Les Six (que recibió su nombre a la manera de los Cinco Rusos del siglo XIX) sentían afinidad espiritual con la irreverencia de Erik Satie, eran fuertemente anti Debussy y cultivaban un estilo ligero y casi popular, Honegger era un artista más serio. No sentía ningún respeto por la música de Satie (el sentimiento era mutuo, aunque yo admiro a ambos) y le encantaba Debussy. Honegger sentía tanta simpatía por la música alemana como por la francesa.

Rápidamente asimiló una plétora de influencias que incluyeron el canto gregoriano, técnicas dodecafónicas, jazz y corales de Bach. Honegger nunca fue un experimentalista y su música siempre está arraigada firmemente en la tonalidad.

Muchos compositores de la década de los 20 estuvieron fascinados con los sonidos de la sociedad industrial. En algunos casos la influencia fue muy directa. Edgard Várese, por ejemplo, usó dos sirenas en su Amériques y George Antheil incluyó motores de avión en su Ballet mécanique. Otros compositores respondieron imitando los sonidos de las máquinas con instrumentos orquestales tradicionales. Ejemplo de ello son Fundición de Hierro de Alexander Mossolov y Pacífico 231 de Honegger. La estética que comparten todas estas piezas es un romanticismo moderno, una fascinación por las cualidades artísticas de las máquinas cuyo propósito principal seguramente no era artístico. Honegger, por ejemplo, adoraba la velocidad y los ritmos de las locomotoras y se empeñó en poner estos sonidos en su música.


Honegger dice sobre su obra:
"Siempre he tenido pasión por las locomotoras. Para mí son seres vivientes a las que amo como otros aman a las mujeres o a los caballos. En Pacífico 231 no he intentado imitar el sonido de una máquina sino más bien expresar en términos de música una impresión visual y un placer físico. La pieza se abre con una contemplación "objetiva", la respiración tranquila de la máquina en reposo, el esfuerzo al arrancar, la velocidad que aumenta gradualmente -llegando al lírico y sin embargo patético estado de un tren veloz, 300 toneladas de peso, tronando en medio de la noche a una milla por minuto. El tema de mi composición es una máquina del tipo "Pacífico" número 231, usada para cargas pesadas y construida para mucha velocidad"
Pacífico 231 es el primero de tres "movimientos sinfónicos" que compuso Honegger. El segundo, escrito cinco años más tarde en 1928, también celebra una de las fascinaciones del compositor: los deportes. Se llama Rugby. Cuatro años más tarde añadió el movimiento final, Mouvement symphonique nº 3.

Cuando escribió su libro "Soy Compositor" en 1955, Honegger hizo un replanteamiento sobre la naturaleza del programa de Pacífico 231:
¡Tantos, tantos críticos han descrito minuciosamente la embestida de mi locomotora a través de los grandes espacios, que sería inhumano desengañarlos! Uno de ellos, confundiendo Pacífico con el océano Pacífico, evocó incluso los olores del mar abierto. A decir verdad, en Pacífico fui tras las huellas de un concepto muy abstracto y muy ideal, dando la impresión de una aceleración matemática del ritmo, mientras el movimiento mismo se hacía más lento. Musicalmente compuse una suerte de coral grande y diversificado, salpicado con contrapunto a la manera de J. S. Bach... Primero llamé a la pieza Mouvement symphonique. Pensándolo mejor, me pareció que ese nombre era un poco descolorido. De pronto, una idea bastante romántica cruzó mi mente y cuando la obra estuvo terminada escribí el título Pacífico 231, que indica una locomotora para cargas pesadas y mucha velocidad (un tipo desafortunadamente desaparecido, ¡qué pena!, y sacrificado en aras de la tracción eléctrica).
Compuse... tres "movimientos sinfónicos", que fueron Pacífico 231, Rugby y, para concluir, Mouvement symphonique número 3. En realidad, me faltaba una idea para el tercero. Pero deben saber que, en lo que respecta a Pacífico y Rugby, la prensa resultó ser muy abundante. Gente de gran talento escribió maravillosos artículos, describiendo las varillas impulsoras, el ruido de los pistones, el crujir de los frenos, el globo oval, la salida del vapor, la conmoción de las ruedas frontales, etcétera, etcétera. Todas estas imágenes dieron origen a copiosos estudios. Pero mi pobre Movimiento sinfónico número 3 pagó caro su deslucido título. Apenas cosechó aquí y allá unas pocas líneas evasivas y corteses. Moraleja: -pero no, yo mismo he sido crítico musical y prefiero no hablar mal de una profesión que me ha dado de comer.
En términos puramente musicales, Pacífico 231 trata de ritmos que se aceleran y de creciente densidad de textura. De la apertura atmosférica con armónicas, trinos y trémolos de cuerdas, punteados por notas bajas de corno, emerge un ritmo que se acelera incesantemente. Una vez que el tiempo alcanza su meseta más veloz, las interjecciones de los bronces sugieren otras velocidades. En la sección media el tiempo se hace gradualmente más lento, pero el nivel de actividad -medido por la velocidad de las notas y el número de capas de sonido interpretadas simultáneamente- aumenta. Esta es la relación "matemática" que Honegger estaba explorando. Nuestra impresión es de coherencia, porque el tiempo que se hace más lento y la velocidad que se acelera se equilibran simétricamente. Poco antes del final se alcanza un clímax de densidad máxima. Por entonces el tiempo ha vuelto casi al nivel de la apertura lenta y atmosférica, pero hay tanto más actividad en el clímax que los dos pasajes suenan completamente diferentes. Al final de la pieza, Honegger hace más lento gradualmente no el tiempo sino el ritmo -el procedimiento opuesto respecto de la aceleración al comienzo- hasta que dos amplios acordes llevan esta pieza única a su cierre.

1 comentario:

Marisa Peña dijo...

Como siempre tu sabiduría musical es un lujo...Poco a poco salgo de mi tristeza. Ahora me voy de vacaciones, que algo bueno tiene que tener lo de dedicarse a la enseñanza...Besos Alb, gracias por todo.