jueves, 14 de octubre de 2010

BRAVO CHILE!!!


Cuando ocurrió el desastre, el desprendimiento; nadie daba un duro por ellos.
El empeño, la solidaridad y el esfuerzo han hecho posible un rescate alucinante.
BRAVO CHILE!!!

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¡Fuerza, mineros!

por Fran Sevilla el 14 Oct 2010 |

Ya están fuera. Los 33 mineros duermen, por primera vez en más de dos meses, en la superficie y no en las profundidades de la tierra. Comienza la madrugada en el desierto de Atacama y la noche se va a prolongar todavía más, tras una jornada que parecía eterna. A medida que el pozo horadado en la tierra hasta el fondo de la mina San José iba vomitando mineros, devolviéndolos a la vida, extraídos de su profundo vientre, el júbilo se hacía más incontenible, más desbordante. Y el estallido final llegaba con la salida del último de ellos, hacia las diez de la noche, veintidós horas después de que lo hiciera el primero.

El Campamento Esperanza es esta noche, esta madrugada, el campamento de la alegría, del reencuentro, de la solidaridad y de muchos otros sentimientos y actitudes que han permitido que lo que empezó como una tragedia hace más de dos meses concluya ahora como una fiesta. Es, como ha dicho Isabel Allende a propósito de todo lo ocurrido alrededor de los mineros de la San José, el mejor ejemplo de realismo mágico.

Quizás para sumarse a la fiesta, esta noche el cielo sobre Atacama está cuajado de estrellas. No hay, esta noche, camanchaca, como se llama aquí, con voz aymará, esa neblina tenaz que sube desde el Pacífico para aferrarse con fuerza a las montañas, como queriendo poseerlas. Hoy el aire está limpio y parece como si el oxígeno llegara con más facilidad a los pulmones; desde luego lo hace a los pulmones de los 33 mineros rescatados y de sus familiares y de sus amigos y de muchos chilenos. Porque todo Chile está de fiesta.

Ha sido una operación de rescate prácticamente impecable. El comportamiento de todos los profesionales implicados ha sido modélico. Un rescate que marca un hito en la historia. Nadie lo puede dudar. Y es obra de todo Chile, desde el presidente Piñera a sus ministros, al gobierno regional de Atacama y a la municipalidad de Copiapó, a los ingenieros y técnicos, a los voluntarios que han colaborado en muchos aspectos. Pero sobre todo es obra de los propios mineros y de sus familiares.

La única objeción que uno pudiera hacer ha sido la excesiva querencia mediática de Piñera. El presidente chileno ha pecado de un incontrolable deseo de protagonismo. Su presencia continua cuando salían los mineros para abrazarlos, consciente de que las cámaras de televisión de la señal oficial, la que retransmitían todas las televisiones del mundo, le estaban enfocando; la retransmisión en directo de sus conversaciones telefónicas, sonido incluido, con los distintos mandatarios que le iban llamando; su forma de apelar constantemente a la unidad, a lo chileno y a Dios que resultaba, por la reiteración, un tanto artificiosa o estudiada, como si estuviera interpretando un papel que hubiera estudiado antes, que se hubiera aprendido de memoria. Debe ser que muchos dirigentes no pueden evitar, al final, buscar en cada una de sus actuaciones la forma de rentabilizarlas políticamente.

Pero con lo que uno quiere quedarse hoy es con la expresión de los rostros de los mineros según iban emergiendo de las profundidades de la tierra. El rostro de alivio, con la mirada renacida. Con lo que uno quiere quedarse hoy es con el rostro de sus esposas, de sus padres y madres y, sobre todo, de sus hijos e hijas, embargados por la emoción, con la mirada humedecida por las lágrimas, por el llanto más hermoso que hay, el de la realización del milagro. Eso ha ocurrido aquí, en un perdido rincón del desierto de Atacama del que, tal día como hoy, ha estado pendiente medio mundo.

¡Fuerza, mineros!

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