viernes, 15 de octubre de 2010

La sangre que brotaba de mis muñecas
regó el cielo de tristezas
y tú, reías de miedo ante la noche
que nos esperaba.
Nerviosa manaba la cordura
y la pisamos, sin querer, por culpa
de la oscuridad de sangre
que nos envolvía.
Yo, contigo en mi alma,
sentándonos tristes, juntos,
como una estatua de pies molidos
y ojos sin alma...
Quisimos aprovechar la brisa
que, tremolando, movía los árboles
como venas sin vida,
para llegar a salvo al final del camino
y así, poder dar una oportunidad
a lo que quedaba de ti en mí.

Pero todo fue inutil.

Hoy he probado de nuevo
el aire que me despertó aquel día,
el día del simulacro de vida
de la tragedia sin suerte
del intento fracasado de amarte
a través de mi propia muerte.



ilustra:Grzegorz Kmin

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