viernes, 16 de enero de 2009


La invité a venir,
dos veces,
y me rechazó.
"Así son ellas"-pensé-
Le llevé flores,
escribí versos
-yo, que apenas se coger un lapiz-
y, mientras se reía,
yo seguía
cantando madrigales,
bajo su balcón.
Decía,
-ella, que siempre supo hablarle a un hombre-
que, en apenas unos años,
quizá,
lo pensaría.
"¿Unos años ?", demasiado,
para alguien hastiado,
tan angustiado,
como yo.
Y tiré la puerta abajo,
entré sin avisar;
la vi, sin capucha y sin guadaña,
desnuda de fuego y sexo,
y comenzó a gritar.
Tan alto fue el gemido,
tan finas las paredes,
que lo oyeron mil mundos,
al través de los cristales...

Y porque vi a la muerte desnuda,
ahora ya nunca me saluda,
y baja siempre la cara.
Ella, que me mandaba besos,
en forma de bellos versos,
de tristes poetas malditos,
Ella, que nunca salía
sin besar el mediodía;
ella vive avergonzada,
y cambia de calle;
si mi figura, recortada,
aparece en la pared.
¿Nunca más, señora,
vendrás a ver la aurora
que corona mi vida, ahora
que te deseo más que ayer?


4 comentarios:

Marisa Peña dijo...

Impresionante, querido amigo...Besos

Victoria dijo...

Preciosa,cómo sabes expresar...

adacaramelada dijo...

Qué cosa más bonita Albe!!!

Sibila dijo...

Precioso. Poco más se puede decir.