miércoles, 19 de noviembre de 2008
"El Baile de los Ahorcados"- Arthur Rimbaud.
En la horca negra, amable manco,
bailan, bailan los paladines,
los descarnados actores del diablo;
danzan que danzan sin fin
los esqueletos de Saladín.
¡Monseñor Belcebú tira de la corbata
de sus títeres negros, que al cielo gesticulan,
y al darles en la frente un revés del zapato
les obliga a bailar ritmos olvidados!
Sorprendidos, los títeres, juntan sus brazos gráciles:
como un órgano negro, los pechos horadados ,
que antaño damiselas gentiles abrazaban,
se rozan y entrechocan, en espantoso amor.
¡Hurra!, alegres danzantes que perdisteis la panza ,
trenzad vuestras cabriolas pues el escenario es amplio,
¡Que no sepan, por Dios, si es danza o es batalla!
¡Furioso, Belcebú rasga sus violines!
¡Rudos talones; nunca su sandalia se gasta!
Todos se han despojado de su toga de piel:
lo que queda no asusta y se ve sin escándalo.
En sus cráneos, la nieve ha puesto un gorro blanco.
El cuervo es la cimera de estas cabezas rotas;
cuelga un jirón de carne de su flaca barbilla:
parecen, cuando giran en sombrías refriegas,
rígidos paladines, con bardas de cartón.
¡Hurra!, ¡que el cierzo azuza en el vals de los huesos!
¡y la horca negra muge cual órgano de hierro!
y responden los lobos desde bosques morados:
rojo, en el horizonte, el cielo es un infierno...
La canción del ahorcado aquí
bailan, bailan los paladines,
los descarnados actores del diablo;
danzan que danzan sin fin
los esqueletos de Saladín.
¡Monseñor Belcebú tira de la corbata
de sus títeres negros, que al cielo gesticulan,
y al darles en la frente un revés del zapato
les obliga a bailar ritmos olvidados!
Sorprendidos, los títeres, juntan sus brazos gráciles:
como un órgano negro, los pechos horadados ,
que antaño damiselas gentiles abrazaban,
se rozan y entrechocan, en espantoso amor.
¡Hurra!, alegres danzantes que perdisteis la panza ,
trenzad vuestras cabriolas pues el escenario es amplio,
¡Que no sepan, por Dios, si es danza o es batalla!
¡Furioso, Belcebú rasga sus violines!
¡Rudos talones; nunca su sandalia se gasta!
Todos se han despojado de su toga de piel:
lo que queda no asusta y se ve sin escándalo.
En sus cráneos, la nieve ha puesto un gorro blanco.
El cuervo es la cimera de estas cabezas rotas;
cuelga un jirón de carne de su flaca barbilla:
parecen, cuando giran en sombrías refriegas,
rígidos paladines, con bardas de cartón.
¡Hurra!, ¡que el cierzo azuza en el vals de los huesos!
¡y la horca negra muge cual órgano de hierro!
y responden los lobos desde bosques morados:
rojo, en el horizonte, el cielo es un infierno...
La canción del ahorcado aquí
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
5 comentarios:
Ahhh, Rimbaud...
Certero, directo, caústico.
nunca la habia visto/oido/leido!!!mola!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Mmmm, Rimbaud y Verlaine.
Glamourosos, surrealistas y decadentes.
"Antaño, si mal no recuerdo, mi vida era un festín donde corrían todos los vinos, donde
se abrían todos los corazones..."
Precioso, Doc.
No la conocía. Gracias Alb.
Gran simbolista, impresionante poema. Gracias Alb por recordárnoslo.Biquiños
"Logré que se desvaneciera en mi espíritu toda la esperanza humana".
Una temporada en el infierno
Publicar un comentario