sábado, 8 de noviembre de 2008

Inmortalidades II


El cielo se indigna ante mí
Y mi osadía hacia tí se hace carne en tu propio cuerpo,
El pecado, el pecado,
La oración del penitente contra la realidad,
El agua contra la piedra,
Los dedos contra las teclas de tu cuerpo…
Trasgresión y muerte me ofreces
Y, ciertamente, es más de lo que podría desear.
Un eco lejano cuando estás cerca,
Un húmedo abrazo si estás lejos,
Y así todo encaja…
Si eres brisa haces que me sumerja
Y tirite de pasión cerca del mediodía
Recibes de mi lo mejor que puedo dar,
Y me desprecias con desdén…
Y te amo más.
Reclamaré ante Dios mi inexistencia
Y danzaré, ebrio, ante el altar de la vida
Como Pan y las ninfas,
imaginaré una tierra pagana y primigenia
Una telúrica esfera de felicidad
Donde el amor si es posible.

¿Por qué los astros agonizan cada día y renacen,
Mientras el hombre sobrevive muriendo y siempre acaba
Sucumbiendo al Otro y se equivoca?
¿Por qué las vidas se hacen una a cada instante,
si el hombre, acaso, puede vivir una, y siempre muere?




2 comentarios:

Sirenita dijo...

Esta poesía es increible, Alberich. Me encanta:)

hay un fondo triste, pero hay mucha pasión contenida.

Lo dicho, me encanta.

Victoria dijo...

En tu linea, Alberich. Nunca defraudas...
Biquiños